La alianza militar de Irán con China amenaza la seguridad en Oriente Medio

La perspectiva de una nueva alianza militar sino-iraní en el Índico es ciertamente un desarrollo que será contemplado con la mayor seriedad por los militares norteamericanos, que ya andan preocupados por los intentos iraníes de esparcir su influencia por la región. En la imagen el presidente iraní, Hasán Ruhaní, estrecha la mano de su homólogo chino, Xi Jinping, el 23 de enero de 2016 en Teherán.

EEUU afronta la perspectiva de una grave escalada en las tensiones con Irán luego del anuncio de Teherán de que pretende construir una base militar en el Océano Índico para finales de año.

El anuncio iraní, además, se produce mientras Teherán se dispone a firmar un acuerdo comercial con Pekín por valor de 400.000 millones de dólares que comprenderá una cooperación militar más estrecha entre Irán y China, a fin de contrarrestar la hegemonía norteamericana en la zona.

En efecto, según los términos que se han publicado en el New York Times, Irán podría recibir hasta 400.000 millones de dólares en inversiones chinas en el próximo cuarto de siglo.

El acuerdo, que un asesor de Hasán Ruhaní, presidente de Irán, ha dicho habría de firmarse en marzo del año que viene, también comprende una más estrecha cooperación militar entre ambos países e incluye desarrollos armamentísticos, maniobras conjuntas y compartición de información de inteligencia para librar «la desequilibrada guerra contra el terrorismo, el tráfico de drogas y personas y los delitos transfronterizos».

Entre los oficiales de seguridad occidentales hay preocupación por que esto lleve a Irán y a China a forjar una alianza para impulsar su presencia en el Índico, desafiando así la asentada hegemonía de EEUU en la cercana región del Golfo.

Al anunciar los planes iraníes de construir una base en el Índico, el almirante Alireza Tangsiri, comandante de la sección naval de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), dijo que el objetivo sería proteger la pesca y a los barcos comerciales de la piratería y los «barcos foráneos», en referencia a la fuerza naval multinacional comandada por EEUU que protege el tránsito marítimo en el Golfo de interferencias iraníes.

Por el momento, Irán no ha dado indicación alguna de dónde pretende levantar la base. En estos momentos, el puerto de Chabahar, en el Golfo de Omán –que se emplea para el envío de suministros a Afganistán, por ejemplo–, es la base iraní más cercana al Índico.

En el marco del referido acuerdo, China tendrá acceso a una serie de puertos iraníes, incluido el de Chabahar, en cuyas inmediaciones, según se ha informado, los chinos planean construir una nueva base militar. Esto permitiría a la Armada china monitorear las actividades de la norteamericana en la zona, en especial las de la Quinta Flota, que protege el tránsito de navíos en el Estrecho de Ormuz, una de las rutas económicas más importantes del mundo.

Toda expansión militar iraní y china tendría consecuencias para la base anglo-americana de Diego García, uno de los activos regionales más importantes para el Pentágono.

Este mismo año Washington despachó una flota de bombarderos B-52 a la Diego García tras un incremento en las tensiones con Teherán tras el asesinato de Qasem Soleimani, el comandante de los CGRI que comandaba la Fuerza Quds.

La perspectiva de una nueva alianza militar sino-iraní en el Índico es ciertamente un desarrollo que será contemplado con la mayor seriedad por los militares norteamericanos, que ya andan preocupados por los intentos iraníes de esparcir su influencia por la región.

El general del Cuerpo de Marines Kenneth McKenzie, jefe del Comando Central de EEUU, advirtió en una entrevista reciente de que Teherán representa la mayor amenaza para la seguridad y la estabilidad regionales. «Irán aviva activamente la inestabilidad y está intentando degradar la seguridad de toda la región», afirmó. «Se sirve de sus peones y de la violencia para incluir a otras naciones de la región en su agenda».

Cualquier alianza militar entre Teherán y Pekín no sólo reforzaría la determinación iraní de expandir sus actividades malignas en la región, sino que elevaría la perspectiva de una escalada de tensiones entre Irán, por un lado, y EEUU y sus aliados, por el otro

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