En estos momentos Turquía está implicada en un buen puñado de conflictos internacionales, con vecinos como Grecia, Armenia, Irak, Siria y Chipre o en otros países, como Libia y el Yemen. Lo cual sugiere que la política exterior turca está desestabilizando cada vez más no sólo otros países, sino la región en su conjunto.
El régimen de Erdogan realiza operaciones militares en Siria e Irak, manda mercenarios sirios a Libia a hacerse con el petróleo del país norteafricano y, como siempre, acosa a Grecia. Igualmente, anda azuzando la violencia entre Armenia y Azerbaiyán.
Desde el pasado día 12, Azerbaiyán ha lanzado una serie de ataques transfronterizos contra la región armenia de Tavush; estas escaramuzas se han saldado con la muerte de al menos cuatro soldados armenios y 12 azeríes. Luego de que Azerbaiyán amenazara con lanzar misiles contra la planta nuclear armenia de Metsamor, el día 16 Ankara ofreció asistencia militar a Bakú.
“Nuestros equipos aéreos no tripulados, nuestros misiles y municiones, así como nuestra experiencia, capacidad y tecnología, están al servicio de Azerbaiyán”, ha afirmado Ismaíl Demir, jefe de la Presidencia de Industrias de Defensa, dependiente de la Presidencia turca.
Parece que Grecia es también uno de los principales objetivos de Turquía. El Ejército turco está poniendo de nuevo en la mira las aguas territoriales griegas. Según el diario heleno Kathimerini,
hay preocupación sobre una posible intervención turca en el Mediterráneo Oriental para frustrar un acuerdo entre Grecia y Egipto para la delimitación de una zona económica exclusiva (ZEE), cuestión sobre la que están debatiendo altos cargos de ambos países.
Los nombres que ha puesto Turquía a los barcos encargados de sus prospecciones gasísticas son harto reveladores. El buque que Ankara está utilizando para las pruebas sísmicas en la plataforma continental griega se llama Oruç Reis, como un almirante otomano (1474-1518) que hizo frecuentes incursiones en las costas italianas y en islas del Mediterráneo que en aquel entonces estaban en manos cristianas. Otros barcos de exploración y perforación que Turquía está usando o planea usar en aguas territoriales griegas llevan el nombre de sultanes otomanos que protagonizaron sangrientas campañas militares contra Chipre y Grecia: Fatih, “el conquistador”, se llama así por Mehmet II, que invadió Constantinopla en 1453; Yavuz, «el decidido”, por Selim I, el sultán de cuando la invasión de Chipre en 1571, y Kanuni, «el legislador”, por Solimán, que invadió Europa Oriental y la isla griega de Rodas.
Las maniobras turcas en el Mediterráneo Oriental se producen poco después de que Ankara convirtiera Santa Sofía, en tiempos la mayor catedral griega, en una mezquita. El presidente Erdogan relacionó la reconversión de Santa Sofía con su compromiso con la “liberación de la mezquita de Al Aqsa” de Jerusalén.
El pasado día 21, las tensiones volvieron a aflorar con el anuncio de que Turquía planea llevar a cabo investigaciones sísmicas en la plataforma continental griega, entre Chipre y Creta, en aguas del Egeo y el Mediterráneo Oriental.
«El proyecto turco es visto en Atenas como una peligrosa escalada en el Mediterráneo Oriental, lo que ha llevado al primer ministro Mitsotakis a advertir de que podría haber sanciones por parte de la Unión Europea si Ankara sigue desafiando la soberanía griega”, informó ese mismo día Kathimerini.
Como se ha señalado al principio, además Turquía está implicada militarmente en otros escenarios.
Así, Ankara se está involucrando cada vez más en la guerra civil libia. Associated Press reportó el pasado día 18:
En los tres primeros meses del año, Turquía envió a Libia entre 3.500 y 3.800 combatientes sirios a sueldo, según concluye el inspector general del Departamento de Defensa de EEUU en un nuevo informe, el primero en que detalla los despliegues turcos que han contribuido a cambiar el curso de la guerra libia.
El informe ve la luz cuando el conflicto en Libia, rica en petróleo, ha escalado a ‘proxy war’ regional, con potencias extranjeras inundando el país de armas y mercenarios.
Libia lleva en ebullición desde 2011, cuando una revuelta armada en plena Primavera Árabe desembocó en el derrocamiento y asesinato del dictador Muamar Gadafi. El poder político en el país, que tiene en torno a 6,5 millones de habitantes, ha quedado dividido en dos regímenes rivales: el del Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN), encabezado por el primer ministro Fayez al Sarraj, y el del Ejército Nacional Libio (ENL), comandado por Jalifa Haftar.
Respaldado por Turquía, el GAN proclamó el pasado día 18 que capturaría Sirte, puerto de las principales plantas petroleras del país, así como la base aérea del ENL en Jufra. Por su parte, Egipto, que respalda al ENL, advirtió de que si el GAN y las fuerzas turcas trataban de tomar Sirte, mandaría tropas al país. El día 20, el Parlamento egipcio dio su aprobación a un hipotético despliegue de tropas más allá de las fronteras nacionales para “proteger la seguridad nacional contra milicias armadas criminales y elementos terroristas foráneos”.
Yemen es otro de los países sobre los que ha puesto los ojos Turquía. En un vídeo reciente se ve decir a unos mercenarios sirios respaldados por Ankara que andan combatiendo junto con el GAN: “Acabamos de empezar. El objetivo es llegar a Gaza”. Asimismo, dicen que quieren vérselas con el presidente de Egipto, Abdelfatah al Sisi, e ir al Yemen.
“La creciente presencia turca en el Yemen, especialmente en la complicada región meridional, está incrementando la preocupación regional por la seguridad en el Golfo de Adén y el Estrecho de Mandeb”, informaba The Arab Weekly el 9 de mayo.
Las preocupaciones no han hecho sino cobrar fuerza con las informaciones de que la agenda turca en el Yemen está siendo respaldada y financiada por Qatar por medio de figuras políticas y tribales afiliadas a la Hermandad Musulmana.
En Siria, los yihadistas apoyados por Turquía siguen ocupando partes del norte del país. El pasado día 21, Erdogan anunció que seguirá habiendo presencia turca en Siria. “Ahora celebran unas elecciones, lo que llaman unas elecciones”, dijo Erdogan, en referencia a las legislativas celebradas el día 19 en las zonas controladas por el Gobierno de Bashar al Asad, tras casi una década de guerra civil. “Seguiremos en el país hasta que el pueblo sirio sea libre y viva en paz y seguridad”.
Por otro lado, la incursión turca en la ciudad siria de Afrin ha provocado una situación particularmente penosa para la población yazidí local. “Como consecuencia de la incursión turca en Afrin”, informó la organización Yazda el 29 de mayo, “miles de yazidíes han abandonado las 22 aldeas que habitaban antes del conflicto y se han trasladado a otras partes de Siria o migrado al Líbano, Europa y el Kurdistán iraquí”.
Debido a su filiación religiosa, los yazidíes de Afrin están siendo objeto de acoso y persecución por parte de los grupos militantes respaldados por Turquía. Entre los crímenes cometidos contra los yazidíes se cuentan las conversiones forzosas al islam, la violación de mujeres y jóvenes, las humillaciones, las torturas, los encarcelamientos arbitrarios y el desplazamiento forzoso. La Comisión norteamericana sobre la Libertad Religiosa en el Mundo (Uscirf) confirmó en su informe de 2020 que los yazidíes y los cristianos padecen persecución y marginación en Afrin.
Además, casi el 80 por ciento de los lugares religiosos yazidíes en Siria han sido saqueados, profanados o destruidos, mientras que los cementerios han sido profanados y arrasados.
Turquía lleva años desarrollando operaciones militares en Irak. La más reciente comenzó a mediados de junio. El Ministerio de Defensa turco anunció el 17 de ese mes que había “lanzado una operación militar contra el PKK” (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) en el norte de Irak tras llevar a cabo una serie de ataques aéreos. Ankara denominó a sus asaltos Operación Garra de Águila y Operación Garra de Tigre.
Se aterroriza a los civiles yazidíes, asirios y kurdos con bombardeos. Al menos cinco de ellos han perdido la vida en los mismos, según los medios. Human Rights Watch ha publicado un informe en el que se dice que un bombardeo turco en Irak se llevó a cabo “menospreciando las pérdidas civiles”.
Dadas las agresiones bélicas de Turquía en lugares como Siria, Irak, Libia y Armenia, así como su ocupación del norte de Chipre, no resulta disparatado que cometa alguna más, sobre todo contra Grecias. El deseo turco de invadir Grecia no es precisamente un secreto. Al menos desde 2018, tanto su Gobierno como los partidos de la oposición han llamado abiertamente a la captura de las islas griegas del Egeo, que con falsedad proclaman pertenecen a Turquía.
Si ese ataque finalmente se produjera, ¿abandonaría Occidente a Grecia?
© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio