Científicos de la Universidad de Haifa descartan una influencia del COVID-19 pero ven un cambio en la dieta de estas peligrosas criaturas marinas.
A menudo, la palabra “medusa” parece describir a una criatura dulce y divertida, algo así como un “pez payaso”. Sin embargo, no hay que permitir que el nombre engañe: las medusas no son peces sino animales marinos invertebrados con pequeños aguijones que aturden o paralizan a sus presas.
Si cualquier ser vivo ingresa en su espacio para nadar, es muy probable que termine con una picadura dolorosa que nunca olvidará.
Las playas mediterráneas de Israel tienen una afluencia anual de medusas y algunos años son peores que otros. Este verano, frente a la costa de Haifa apareció un enorme enjambre de medusas. Investigadores de la Facultad de Ciencias Marinas Leon H. Charney de la Universidad de Haifa las examinaron y descubrieron que son más grandes de lo habitual.
“En general, esta es la floración de las medusas de verano que anticipamos pero hay una ligera diferencia en el tamaño de estas: en promedio, son más grandes este año que en años anteriores”, explicó el profesor Dror Angel de la Universidad de Haifa.
Angel teorizó que su tamaño está relacionado con una dieta abundante. “Tuvimos un invierno muy lluvioso y la escorrentía que llegó al mar proporcionó muchos nutrientes que contribuyeron a la formación de la floración de las medusas. Los nutrientes alimentan a las algas, estas florecen y son comidas por pequeños herbívoros de plancton, que a su vez don el alimento de las medusas“, explicó.
El científico no halló ninguna conexión entre la pandemia de COVID-19 y las medusas de mayor tamaño: “No creo que el coronavirus tenga nada que ver con la medusa pero sí entiendo que la naturaleza es el actor más importante. Estamos viendo señales como cambios en la temperatura, algo que probablemente juega un papel en la determinación de cuándo aparecen las medusas. Los inviernos lluviosos o más secos podrían decretar el tamaño de la floración el verano siguiente”.
Por otra parte, Angel afirmó que los factores generados por el ser humano, como la contaminación, también podrían estar afectando las floraciones. “Sin embargo, por ahora creemos que los fenómenos naturales tienen más impacto que los que generamos los humanos”, manifestó.
Ubicada a las puertas del mar Mediterráneo, la Escuela de Ciencias Marinas de Charney realiza investigaciones sumamente innovadoras. Con respecto al estudio sobre las medusas, Angel definió: “Tratamos de entender la ecología de las diversas medusas en nuestras aguas costeras: cuándo aparecen, por qué son más grandes o pequeñas y más“.
“Además, buscamos evidencia faltante en el ciclo de vida de las medusas nómadas: dónde se encuentran en ciertas etapas de su, qué comen, quién se las come y cómo interactúan con el sistema marino”, describió el especialista.
Los científicos también estudian cómo se podrían aprovechar las medusas para reducir la contaminación microplástica en el agua y de qué forma se podría copiar su mecanismo de picadura como un nuevo sistema de suministro de drogas. “Una de las observaciones sobresalientes en los últimos diez años es que seguimos encontrando nuevas medusas en nuestras aguas costeras”, dijo Angel. Y añadió: “Continúan apareciendo diferentes e intrigantes especies. Aunque las consideramos nuevas, es posible que hayan existido y no las hayamos visto hasta que se volvieron más abundantes. Parece que cuanto más miramos, más vemos“.
Fuente: ISRAEL21c