Cubanos judíos, Judíos cubanos, o los cubanos de ascendencia judía, han vivido en Cuba durante siglos. Algunos cubanos pueden rastrear su ascendencia judía hasta los marranos (convertidos al cristianismo) que llegaron como colonos, aunque pocos de ellos practican el judaísmo hoy en día.
Más de 24.000 Judíos vivían en Cuba en 1924, y más inmigraron al país en la década de 1930. Sin embargo, durante y después de la revolución comunista de 1959, el 94% de los Judíos emigro para los Estados Unidos y otros países.
En 2007 aproximadamente 1,500 cubanos judíos aún permanecían en el país, mayoritariamente ubicados en La Habana. Desde entonces cientos han emigrado a Israel.
El inicio oficial de la comunidad judía en Cuba data de 1906 con la primera organización hebrea denominada United Hebrew Congregation fundada por 11 judíos norteamericanos de los aproximadamente 100 se estimaban existían en la isla para esa época.
Hubo una importante inmigración judía a Cuba en el siglo 20 desde Turquía como consecuencia de la desintegración del Imperio Otomano y desde Europa del Este y Rusia. En 1924 había 24.000 Judíos en Cuba, muchos de ellos trabajando en la industria textil. En la década de 1930, mas inmigrantes judíos llegaron desde Europa como resultado de la persecución nazi y fascista.; algunos esperaban llegar a Estados Unidos, pero decidieron quedarse en Cuba.
En 1959 antes de la Revolución, se estima que 15.000 Judíos vivían en La Habana, donde había cinco sinagogas.
Casi el 95% de los Judíos emigro de Cuba a los Estados Unidos después de la llegada de Fidel Castro y la implementación del gobierno comunista. Como parte de la clase media, algunos Judíos fueron obligados a servir en campos de trabajos forzados en la década de 1960, pero no fueron un objetivo como grupo étnico en el gobierno de Castro.
Varios judíos jugaron un papel destacado en la Revolución, incluyendo Fabio Grobart, Manuel (Stolik) Novigrod, y Enrique Oltuski.Desde finales del siglo 20, una gran comunidad judía cubano-americana se ha desarrollado en el sur de la Florida.
La Cuba moderna tiene algunas nuevas comunidades de ascendencia del Medio Oriente, incluyendo poblaciones judías y libaneses.
La Comisión de Coordinación de Cuba, la unidad oficial gubernamental para la Comunidad Judía, reconoció 1.201 personas como judías en 2001 con el propósito de distribuir alimentos en las Pascuas.
En febrero de 2007 el New York Times estimó que había cerca de 1.500 Judíos en Cuba, la mayoría de ellos (alrededor de 1100) en La Habana. Cuba tiene una sola carnicería kosher en toda la isla. Durante un tiempo no tenía ningún rabino, pero en 2007, uno se estableció en una sinagoga de La Habana. A menudo anima a los turistas Judíos a dar Tzedaká (caridad) para los judíos cubanos y para Israel.
Alan Gross viajó a Cuba para ayudar a la pequeña comunidad judía, pero fue detenido en Cuba desde 2009 hasta 2014. Algunos judíos estadounidenses originalmente de Cuba también son feroces críticos del régimen cubano como la representante Ileana Ros-Lehtinen y la académica Ruth Behar. Israel también sigue teniendo un embargo contra Cuba.
La sinagoga Adath Israel de Cuba es la única sinagoga ortodoxa que queda en Cuba la cual mantiene servicios religioso en la Semana. En diciembre de 2006, la comunidad judía de Cuba celebró su 100 aniversario.
En una tranquila calle arbolada del Vedado, en La Habana, se puede encontrar una construcción sencilla pero llamativa. Una docena de pasos de mármol pardusco conducen a una gran puerta gris-azul, simétricamente decorada con símbolos de oro empañado incluyendo dos menorot. El edificio está rematado con un arco alto, en cuyo centro hay una estrella de David.
La sinagoga Beth Shalom, la principal de tres que existen en La Habana, fue construida a principios de los años cincuenta. Mientras que el exterior parece haber recibido poco mantenimiento a lo largo de los años, es fácil reconocer la belleza que tuvo en aquel entonces.
Al lado, detrás de una puerta blanca de hierro forjado se encuentra el centro de la comunidad judía, donde, en una oficina estrecha, unas pocas personas se han dedicado a la misión de sostener la vida judía para una comunidad estimada en sólo 1 400 en la isla caribeña.
“Es una comunidad pequeña pero vibrante”, dijo a The Jerusalem Post la presidenta del centro, Adela Dworin que es una mujer de 80 años de edad, con un gran sentido del humor y un acento yiddish particular, nació y creció en La Habana. Sus padres llegaron a Cuba desde Polonia, como muchos judíos durante el período entre las guerras mundiales, mientras se producían pogromos en Europa oriental.
“Querían ir a Estados Unidos”, explicó, sentada detrás de su escritorio de madera oscura, llena de montones de papel y fotos.“Pero entonces era muy difícil obtener la ciudadanía estadounidense y Cuba aceptó a los inmigrantes, así que pensaron que se quedarían aquí un tiempo corto y luego llegarían a los Estados Unidos”.
Sin embargo, lo que se suponía había sido un hogar temporal se convirtió en permanente para la familia de Dworin; el mismo caso de muchos otros que eventualmente establecieron la vida comunal en la isla.
Disfrutaron de la libertad de religión y fueron acogidos como inmigrantes. En la década de 1950, había entre 15. 000 y 25.000 judíos en Cuba.
Después de la revolución de 1959, el ateísmo fue declarado política de Estado y el 90% de los judíos simplemente emigró a los países vecinos. La nueva ley hizo que muchos se mantuvieran alejados de las sinagogas, especialmente si deseaban ser miembros del Partido Comunista.
Las cosas cambiaron de nuevo en la década de 1990 con el colapso de la Unión Soviética. El Gobierno cubano reescribió la Constitución y decidió definir a Cuba como un país sin religión. Esto permitió a la comunidad judía reanudar libremente sus prácticas.
Adela Dworin y sus colegas en Beth Shalom dicen que nunca han encontrado antisemitismo en Cuba. De hecho, no hay señal de seguridad fuera o dentro de la sinagoga, sin detectores de metales y sin guardias.
“Somos respetados”, dijo. “No estamos apoyados, no estamos animados o nada, pero tenemos una gran relación (con las autoridades). Es una relación normal”.
Por otra parte, con una pequeña comunidad y en un país aislado del resto del mundo, el acceso al alimento kosher es un problema para los judíos en Cuba.
Sólo hay una carnicería kosher en todo el país, y está ubicada en La Habana Vieja. Los judíos pueden ir a la tienda y reclamar allí su ración mensual de carne.
“Bueno, es un poco difícil, pero no te mueres de hambre”, dijo Dworin con una sonrisa, sus ojos tras unas gafas ligeramente teñidas. “Tienes arroz y frijoles y en algún momento puedes conseguir un pollo vivo del granjero. Lo llevo al shohet, que lo mata”. “Tenemos alrededor de dos libras de carne kosher al mes”, explicó.
El tamaño de la comunidad también ha provocado una alta tasa de matrimonios con personas fuera de ella, señaló Dworin, y estas parejas son bienvenidas en la sinagoga.
“Aceptamos niños de madres no judías, pero no padres judíos, y damos seminarios a aquellos que están vinculados a un judío”, dijo Dworin.
Muchas de las luchas que enfrenta la comunidad son las de los cubanos en general y se reducen al dinero. Como la población general, los judíos en Cuba viven en la pobreza.
Gran parte de los suministros que la comunidad judía necesita, explicó Dworin, no se puede comprar en pesos (CUP). Esto incluye leche en polvo o pañales para adultos mayores, que representan el 20% de la comunidad.
A menos que tengan suficientes fondos de donaciones o sean enviados desde el extranjero, Beth Shalom no puede acceder a estos artículos.
Recientemente, la sinagoga pudo al fin reparar el agujero en su azotea, que había estado goteando por un tiempo, gracias a una donación. Pero más allá de estas necesidades prácticas, la situación financiera a veces afecta la vida judía misma en Cuba.
“Debido a que somos una comunidad muy pobre, no podemos permitirnos mantener un rabino”, dijo Dworin. “Un rabino no es como un sacerdote; él viene con su esposa e hijos”.
En cambio, la sinagoga recibe a un rabino una vez cada pocos meses, muestra a los miembros de la comunidad cómo dirigir los servicios, los funerales y más.
Las donaciones llegan a Beth Shalom “un poco por azar”. Puesto que el envío de dinero a Cuba a menudo es imposible o viene con una exorbitante tarifa de transferencia, las contribuciones suelen provenir de los turistas judíos que visitan la sinagoga.
En 2013, gracias a una donación de un judío americano, incluso fueron capaces de obtener uniformes para el grupo de atletas judíos cubanos que Beth Shalom envía anualmente a los Juegos Maccabiah en Israel.
Algunas federaciones judías y organizaciones de los Estados Unidos y Canadá ayudan a sostener a la comunidad. Uno de ellos es el American Jewish Joint Distribution Committee (JDC), el cual ha estado activa y continuamente involucrado, desde principios de los años noventa.
Después del colapso de la Unión Soviética y el fin del ateísmo, el JDC se convirtió en la primera organización estadounidense en tener licencia para ir a Cuba y trabajar con la comunidad judía en la isla.
Para impulsar la vida comunitaria, el JDC puso en marcha una serie de programas que se están ejecutando hasta el día de hoy. Incluyen cenas de pollo para Shabat, vacaciones, campamentos de verano judíos, campamentos familiares, bar mitzvas e incluso proporcionar transporte para los miembros de la comunidad para asistir a sinagogas.
El JDC también ha ayudado a establecer una pequeña farmacia en Beth Shalom, distribuyendo medicamentos enviados por la organización o traídos por participantes de la misión y turistas.
Hay muchos retos, desde la realidad de Cuba hoy, la economía del país, hasta haber vivido bajo 50 años de comunismo. Uno de los principales retos fue la educación judía: reeducar a la comunidad a lo que significa ser judío, lo que es la vida judía
A pesar de que dejaron en claro que están agradecidos por la ayuda que recibieron del extranjero, cuando se les preguntó si siente alguna sensación de abandono, la comunidad expresó sentimientos encontrados, especialmente cuando se trata de judíos cubanos que abandonaron el país.
“Necesitamos que la gente sepa que existimos, que tenemos estas necesidades y que a veces es muy fácil ayudar”.
La difícil situación financiera y social en Cuba ha llevado a un gran número de cubanos a abandonar el país. Para los que son judíos, Israel era una opción bienvenida.
“Si la situación económica del país mejora, la gente no pensará tanto en hacer aliyá, en emigrar a otros países”, dijo Dworin.El proceso de hacer aliyá, sin embargo, puede venir con más dificultad para los nacionales cubanos que para otros debido a la falta de relaciones diplomáticas, Israel no tiene una embajada en Cuba.
Para iniciar el proceso de aliyá, los judíos cubanos utilizan la embajada canadiense, que sirve de intermediario.
“Me encanta Cuba porque soy cubana y amo a Israel porque es mi otra mitad, la otra tierra a la que pertenecemos”. “Me siento como un hijo de una familia divorciada donde los padres no hablan ni se comprenden lo suficiente y el hijo no está seguro de adónde mirar”.
Los niños son la clave para el futuro, y Beth Shalom dirige un programa de escuela hebrea dominical en el que participan unos 60 niños cada semana.
“No es sólo una religión: es una historia y una identidad”. “Se nos ha confiado un gran legado que tenemos que seguir pasando de generación en generación con la tranquilidad que tenemos en Cuba”.
“Sentimos que el liderazgo futuro estará mejor preparado que nosotros”. “Definitivamente es una gran familia y una comunidad por la que vale la pena apostar”.