Raquel Lliberman inmigrante polaca judía denunció a la Zwi Migdal, de más de 400 proxenetas en 1930.
La denuncia ante la Justicia fue su acto de liberación pues convirtió la Intención en Acto e impulsó el cambio de un paradigma patriarcal: la prostitución es un mal necesario. Sin embargo aún hoy su lucha continúa.
Una historia real deviene en novela cuando quien escribe sabe que está haciendo ficción, y eso es lo que yo hice.
Polaca fue el apodo genérico utilizado para distinguir a la prostituta judía en los años de la inmigración intensa a la Argentina: 1880 a 1930.
Apenas unos pocos centímetros le dedicó el periodismo en las noticias policiales a Raquel Liberman -esa mujer “de vida airada” como la definió un diario de 1930 cuando se atrevió a desafiar con su denuncia a la organización judía de tratantes de blancas, Zwi Migdal.
La colectividad judía los rechazó prohibiéndoles el ingreso a las instituciones, templos, teatros y cementerio.
Por el sensacionalismo del juicio, la concepción machista de la historia y los tabúes de una sociedad pacata, la gesta de Ruchla Laja Liberman –según constaba en su pasaporte- había quedado sepultada entre los pliegues de la desinformación por más de setenta años.
La realidad, -que suele superar a la imaginación- quiso que en 1993, por azar, se me apareciera la verdadera historia de Raquel Liberman.
Para Raquel Ferber de Romeo, nieta de la mítica heroína, ver por televisión una borrosa foto de su abuela – que exhibí en el programa “Siglo XX cambalache”, dedicado a la prostitución en los años treinta – fue la revelación de un secreto.
Hasta entonces, para seguir los pasos de Raquel Liberman, yo sólo disponía de periódicos de la época y libros que habían reproducido esa única foto con disímiles declaraciones donde la mostraban soltera y sin parientes en el país. El cúmulo de casualidades y mi búsqueda me llevarían a estrechar lazos con la familia y, de este modo, reivindicar su memoria.
La “trata de personas” – eufemismo de explotación de la prostitución ajena – conlleva en sí una profunda dosis de dramatismo.
En el caso de Raquel, la necesidad de proteger a sus hijos de la amenaza de los rufianes la forzó en su denuncia a manifestarse: soltera y sin familia en el país. La vergonzosa sentencia la impulsó a huir con los niños a Polonia. Pero las visas no llegaron a tiempo. Raquel Liberman murió a los 35 años el 7 de Abril de 1935. Su vida privada había quedado encubierta y silenciada
Para el 3 de agosto 2020 la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires llamó a Audiencia Pública para visibilizar la gesta de Raquel Liberman dándole visibilidad a su perseverancia en la lucha contra la trata de personas al renombrar a la Estación Callao de la línea D de subterráneos, Estación Callao – Raquel Liberman. La iniciativa surgió de la diputada María Patricia Vischi al presentar en 2015 su proyecto que fue aprobado por unanimidad en noviembre de 2019.
El poeta Humberto Costantini en “Milonga de una mujer” la recuerda al evocar su lucha: “una rebelión perdida cualquiera lo podía ver, pero hay cosas que se hacen porque se tienen que hacer.”
MYRTHA SHALOM