Los musulmanes conquistaron la península ibérica en el Siglo VIII y a partir de entonces, todos los habitantes de la región disfrutaron de una época de gran esplendor. Al Andalus fue el nombre que la península recibió bajo dominio musulmán y con califatos perfectamente organizados tanto judíos como cristianos eran perfectamente tolerados. De este modo y en plena Edad Media las tres religiones monoteístas convivían en paz.
Sin embargo, la Iglesia dominaba todo el continente europeo y la península ibérica bajo control del Islam representaba para el catolicismo una humillación y una gran pérdida territorial, así que inmediatamente después de que los musulmanes se apoderaron de la gran Hispania los católicos comenzaron sus intentos por recuperarla. En el año 1118 los católicos capturaron Zaragoza, Lisboa fue recuperada en el año 1147, la gran capital del Califato, Córdoba, fue conquistada en el año 1236, y en 1492 llegó el movimiento triunfal cuando la fortaleza de Granada fue finalmente capturada.
Aquella reconquista católica no fue nada sencilla, recuperar la península ibérica de manos musulmanas le tomó a los cristianos nada más y nada menos que 800 años, sin embargo, mientras algunos festejaban, otros se apanicaban por el incierto futuro que estaba por venir, pues estos giros en el poder representaron grandes cambios y los judíos fueron los primeros afectados.
Después de una larga inquisición que señalaba a los judíos como la mala influencia que impedía a los cristianos ser fieles feligreses, los reyes Fernando de Aragón e Isabela Católica ordenaron el 31 de marzo de 1492 la expulsión total y definitiva de todos los judíos de España.
Para los católicos la reconquista española significó una gran victoria, tanto territorial como religiosa, pero para los judíos representó una de las tragedias más lamentables de su historia.