“La Perfumería de mi infancia” era el almacén de mi papá, estaba ubicada en Lavalle 2124 casi esquina Junín, pleno barrio de Once, Buenos Aires Argentina. Le decían INGLEJ y los dueños eran mi papá Herschl y mi Tío Isaac o Itzek. A veces, en vacaciones escolares, había una nena de unos 10-12 años que cobraba en la caja, esa era yo…..
Mi papá todos los días compraba el Diario Israelita (Di Idishe tzaitung) y el Sábado, como no salía, compraba Di Presse.Tengo recuerdos imborrables del barrio de mi infancia, la fiambrería de Iósele atendida por su viuda, Szmedra de Junín al 300, entre Av. Corrientes y Sarmiento, la Rotisería Olam. En Aliweis, te atendía Enrique que era moré, y compañero mío de primer grado inferior y de primero Superior en la Escuela (privada) Congregación Sefaradí. Yo vivía en Junín 654, a la vuelta. Luego me pasé enfrente: Escuela N°2 D.E. 2 Pte. Manuel Quintana más exigente pero muy buena, te decían: “que no se te vea un borde debajo del guardapolvo blanco!….”, otras épocas…
Mi papá vendía de todo! El queso blanco Saavedra se lo daba a probar a las clientas para que digan si les gustaba y algunas finalmente no lo compraban, era un vendedor honrado y respetuoso del cliente. Vendía Zöier, Mantecol, Jalvá, Dulce de Leche en cajas de Cartón y Cremalín en frascos de vidrio. También vendía postres Royal en cajitas, gelatinas y flan Royal, obvio…. Eran una sensación los recientemente aparecidos caldos en cubito. El pan dulce Norma calentito, se lo reservaban con anticipación y se lo sacaban de las manos como “Pan (Dulce) Caliente”!
El mostrador tenía una tapa de mármol blanco y unos cajoncitos con frente de vidrio transparente con una manijita de metal, de la época en que se vendían los fideos sueltos. Sobre el mostrador siempre teníamos papel de straza gris cortado como para envolver toooodo lo suelto,El papel gris servía para envolver con forma de empanada, los porotos, garbanzos, y demás legumbres que estaban en bolsas de arpillera, incluso el azúcar. Todo tenía el precio marcado. Sin fecha de vencimiento, no existía en esa época.
También sobre el mostrador había Plétzalej con un montón de Amapola…. Teníamos una balanza con dos platos metálicos y una caja porta pesas desde 5 g o 10 g hasta de 1 kilo. La ví un día en la vidriera de un bar en la calle Azcuénaga y pensé, “será la misma?” Así parecía… cuanta nostalgia me dio…
La especialidad de la casa eran las Mil Delicias y Tentaciones en lindas cajas para llevar cuando uno iba de visita a tomar el TEI a la casa de un amigo o familiar, siempre quedabas bien! …. Había un rincón especial con bebidas, había soda, Crush, Bidú, Coca Cola, Pepsi no había, ni Seven Up, pero siempre había Pomona. Me acuerdo de las gaseosas en botellitas pequeñas y por supuesto de las maltas: Mamita y Palermo. Recuerdo que una señora mayor agradecía que tenía buena salud gracias a que tomaba OVOMALTINA… Increíble!
Donde estaban las bebidas alcohólicas había licor Mariposa de oro que tenía laminillas doradas flotando, anís Ocho Hermanos, y docenas de otros licores que la gente llevaba para el “vishnik” de Shabat y para llevar de regalo para las visitas
Tenía latas enormes de anchoas en salmuera y arenques. Las clientas agradecidas por la excelente atención, traían masas finas luego de alguna fiestita. Otra vez le regalaron pescado (no era casher) pero los que se lo regalaron no lo sabían y mi papá no lo rechazó, obvio….
Para el cumpleaños de 15 de Rita, la hija de Sheinke la modista de la otra cuadra, Lavalle al 2000, mi papá le consiguió Salchichitas…. Estaba chocha! Recuerdo cuando un día mi papá donó roscas polacas para que comieran los estudiantes que protestaban en la Facultad de Medicina de Junín al 700.
El gran laburo para todos era cuando llegaba el camión de ISAJO (O sea: Isaac Jolodovsky) que traía de todo…. Desde aceite suelto hasta kerosene suelto, todo aparte, obvio….
Había muchas latas de galletitas sueltas Bagley, Terrabusi, Colombina. Yo me llevaba varias pasas de uva negras y rubias de 2 cajoncitos con papel manteca y me iba solita a dar una vuelta por el barrio (en las tardes del verano porque no siempre nos íbamos de vacaciones….).
Cada tanto venía Don Witlis a traer los paquetes de café molido, el sodero y Fieger, el huevero, cuya hija Teresita, iba a la Escuela Quintana. Traía los huevos en cajones, separados en bandejas de cartón. Fieger, el huevero, tenía pelo negro, medio «pelado» pero cara de buenazo….Qué será de la vida de Teresita Fieger o el hijo de Julio Bunie… cuantos recuerdos…Me acuerdo que habitualmente venía a tomar pedidos el corredor de Garber, uno medio pelirrojo que fumaba y apoyaba el cigarrillo sobre el mostrador, no me gustaba que hiciera eso, pero era muy simpático….
Al comienzo teníamos un empleado que vivía enfrente, por Lavalle, (su hijo se fue a vivir a U.S.A.). Antes del almuerzo era común que viniera alguien o varios a comprar: 2 huevos, soda, y vino, en esa época se tomaba el vino con soda…. Ahora te mirarían raro….
Había un rincón de perfumería y limpieza, me acuerdo de los jabones Palmolive, Lux y Sunlight. Una vez la perfumería se incendió, pero no pasó a mayores… Una pila de Virulana comenzó a encenderse y yo avisé y evité un incendio fatal. No creo que tuvieran seguro por robo y/o incendio. Allí también había velas y fósforos. Una vez un cliente se tomó el trabajo de abrir una caja de fósforos y contarlos y reclamó que faltaba uno..
Vendíamos vino casher marca “Brach”. El dueño, don Brach, era un grandote que venía todas las semanas y lo traía personalmente. Nunca, pero nunca jamás, mis padres fueron a comprar mercadería a otro lado….
A los dos lados del negocio estaban la Sedería de don Carlos, casado con la simpática hermana de Irma, que luego activó en ACILBA. Y del otro lado la Retacería de Doña Rosa, que tenía 3 hijas mujeres. Mi mamá me cosía todos mis hermosos vestidos y le compraba telas; iba conmigo y Doña Rosa, con sus gruesos anteojos, le decía: Ah, sí, esa tela se la llevé para mi hija, que creo que una de las tres hijas se llamaba Perla y estudiaba Cosmetología. Muchas tardes o todas las tardes, casi antes de cerrar, la rondaba un señor alto y flaco (qué memoria la mía…, cómo me acuerdo…) que la pretendía, quizás y le ayudaba a cerrar el negocio…
A mitad de cuadra había un conventillo: una chica que vivía allí, Ofelia, también iba a la escuela Quintana. Ofelia, ya de grande, me llamó para decirme que viajaba a Israel por primera vez y me pidió la dirección de mi hermana para ir a visitarla…. Eran muy buena gente, ella era huérfana de padre….
Enfrente, por Lavalle, en la vereda impar, había un enorme garage que hoy sigue estando. También había una imprenta cuyo dueño venía desde Palermo y que tenía una hija única rubia con la que yo hablaba mucho. Al lado estaba la Peluquería de Nújem que vivía en Quilmes! Una vez mi Papá me llevó hasta su casa en tranvía. No sé el número de tranvía… pero el viaje me pareció interminable…Otra vez viajamos de visita a la casa de la ex lavandera (pues ya teníamos comprado un lavarropas Irupé que lavaba 4 kilos de ropa y centrifugaba….Increíble tecnología….). Se llamaba Anastasia y nos recibió en su casa. No recuerdo nada de su casa, pero sí del largo viaje en tranvía…. Ella, cuando. ya no venía a llevarse la ropa para lavar, nos venía a visitar igual. Su marido era ruso, también, tenía en Lavalle al 2000 lado par, un taller mecánico. Probablemente lavaría allí la ropa, no creo que la llevara hasta Quilmes ida y vuelta…
El almacén Inglej, la “perfumería de mi infancia” permaneció abierto durante 40 años. La cerraron en 1967, año en que mi papá, don Herschl, pudo viajar a Israel por primera vez para visitar a mi hermana en el Kibutz Ein Hashloshá, en el Neguev (desierto al Sur de Israel).
Una sola foto de mi papá en el almacén.. mejor dicho, tenía… pues lamentablemente no la encuentro. Se lo veía a mi papa de la cintura hacia arriba, orgulloso delante de los estantes donde había latitas de sardinas que a mi hermano le gustaba acomodar.Estos son algunos recuerdos maravillosos de mi infancia, no éramos ricos, pero éramos felices. Seguramente las personas que lean esto también tendrán recuerdo de los olores y sabores de nuestra infancia. Estoy agradecida a la vida de haber podido vivir estos momentos simples, pero mágicos, cuando se valoraban mucho los vínculos familiares y los del barrio. No tengo dudas de que, hasta el último día de mi vida, recordaré los aromas y los colores del almacén Inglej, la “perfumería de mi infancia”.
Soschin Raquel
(Las fotos no son del almacén de Herschl, son ilustrativas)