De la sinagoga a un juego de niños, el origen judío del carrusel.
No hay nada más estadounidense que un carrusel.
En el país del Norte, casi cada pueblo tiene el suyo, es el centro de reunión y el distintivo del lugar; el equivalente a nuestro kiosco mexicano.
Tienden a ser obras de arte bastante apreciadas que cuentan con todo tipo de criaturas exóticas: desde tigres feroces, leones dorados y caballos enjoyados hasta monstruos marinos, sirenas y tritones coloridos.
Son figuras que sólo se encuentran en Brooklyn, Nueva York, Coney Island o California.
Durante años varios intelectuales se preguntaban cuál sería el origen de este imaginario tan peculiar y distintivo.
Para varios fue una sorpresa descubrir que es judío.
Hace unos años el curador Murray Zimiles presentó al público la exposición “Leones dorados y caballos enjoyados: de la sinagoga al carrusel” donde muestra el legado artístico que dejaron los judíos inmigrantes al artefacto estadounidense más conocido.
Resulta ser que varios años antes de la inmigración judía a Estados Unidos, en los pueblos se seleccionaba a los artesanos más calificados para construir el arca de las sinagogas que cubriría la Torá.
El mundo del arte y el entretenimiento supo aprovechar sus talentos.
Y así como antes tallaban en madera los leones de Judá que acompañaban el arca de la Torá; ahora, los construían majestuosamente para que niños y niñas probaran su valentía domando monstruos.
Algunas de ellas permanecen en los carruseles, todavía pueden usarse, pero varias se encuentran en museos, galerías o colecciones privadas.
Murray Zimiles se dedicó a juntarlas y nos las presenta en su exposición.
Esta muestra enseña fotos de sinagogas europeas que fueron destruidas por los nazis, la guerra o los pogromos.
Así, frente a nosotros podemos ver cómo águilas lituanas, leones rusos y serpientes polacas, pintadas y talladas en estructuras a veces mayores a 10 metros vuelven a aparecer en las esculturas de Marcus Charle Illions, judío lituano, en Coney Island.