La historia de Julius Fucík, el periodista que sufrió torturas por parte de los nazis


Dialogamos con Matias Bauso, acerca de su artículo publicado en Infobae, en el que cuenta la historia del periodista ahorcado por los nazis, Julius Fucík.

El escritor explicó cómo es que le llega la historia del periodista a sus manos: “Hace unos años yo encontré en un negocio un libro que contaba la historia de un periodista checoslovaco que integraba el partido comunista del país, cuando los nazis invaden la ex Checoslovaquia este decide pasarse a la resistencia y de repente los nazis lo atrapan de casualidad, entran a una casa a buscar a otra persona y a los días de tenerlo detenido descubren a quién tienen”.

  “El en su calvario en la cárcel fue escribiendo día a día a través de unos papeles que le pasaba un guardia que también era parte de la resistencia checa, lo que iba viviendo, esto Julius lo escribía en papeles de cigarrillo, en papel higiénico, en pequeños papeles que le pasaban con lápices muy chiquitos en donde pudo escribir ese proceso de detención, tortura y degradación física. En ese lugar lo tienen detenido más de un año, y después de eso lo llevan a Berlín donde lo ahorcan y por eso al libro se lo llamó “Reportaje al pie de la horca””.

Décadas después, tras la caída de Muro de Berlín, sabremos que Fucík también cedió, que él mismo lo anotó pese a que ese pasaje faltaba en su libro. Tras seis semanas de tortura, él habló. Según su versión dio datos falsos o imprecisos, e información que debido al tiempo transcurrido no ponía en riesgo a nadie.

Bauso comentó la particular historia que tiene Checoslovaquia: “En Praga es donde atentan contra Reinhard Heydrich, que es el único gran jerarca nazi asesinado por un atentado en medio del dominio nazi, esto lo logra la resistencia checa”.

El escritor reflexionó que cuando uno habla de los números globales tienden a despersonalizar a las personas, que es lo que hicieron los nazis con sus victimas, “recuperar sus nombres sirve para baja todo eso a escala humana”, en este caso la figura de Julius después tomó otro tipo de relevancia porque se convirtió en una figura del comunismo checoslovaco. “Lo tenían como prócer”, añadió.

Tras la guerra, esas hojas dispersas llegan a Gustina Fucikova, su esposa. Ella los ordena y los publica. También los expurga. Elimina esa fracción del texto en la que él confiesa que cedió, tarde, a la tortura. El régimen comunista checo estaba contento con la supresión. Su héroe no podía desfallecer nunca, no podía mostrar debilidad alguna. Sólo en la Checoslavaquia comunista se editaron millones de ejemplares de Reportaje al Pie de la Horca. Esos escritos se difundieron por todo el mundo.

  Se convirtió en libro de texto de los militantes de izquierda y de los grupos revolucionarios en los sesenta y los setenta. El héroe que lucha contra el poder, que hace prevalecer el bienestar colectivo sobre el personal, que mantiene esperanzas en la victoria. Era la historia ideal para difundir. Hay que tener en cuenta también que desde el punto de vista literario, el libro está muy bien escrito y atrapa al lector.

El 25 de agosto de 1943 un tribunal en Berlín condenó a muerte a Julius Fucík. Lo ahorcaron quince días después, el 8 de septiembre. Esa noche en tandas de a ocho personas, fueron ahorcados otros 155 detenidos.

Julios Fucík, periodista y escritor, nació en 1903 en Praga. Fue redactor del diario comunista de esa ciudad, el Rudé Právo, y de la revista política-literaria Tvorba. Desde muy joven se sumó al Partido Comunista. En las divisiones internas se inclinó por el ala más dura, por el stalinismo. Escribió críticas literarias y crónicas de sus viajes por la Rusia comunista. Tras la ocupación alemana desarrolló una intensa actividad clandestina. Fue una de las figuras más relevantes de la resistencia checa. La Gestapo lo capturó en 1942. Fue de casualidad. Alguien violó la seguridad de una cita. No lo buscaban a él. Días después, ya en la prisión de Pankrác, descubrieron a quien tenían entre sus manos. Alguien se quebró. Lo delataron. Los miembros de la Gestapo apenas creían su suerte. El profesor Horák (ese era el seudónimo que utilizaba) había caído bajo sus garras.

Radio Jai

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