Los ultraortodoxos se rebelan contra el confinamiento impuesto por Netanyahu


El primer ministro israelí cede ante la presión de una minoría con elevada tasa de contagios

El toque de queda nocturno impuesto desde este martes en las 40 poblaciones de Israel más golpeadas por la pandemia constata la debilidad política de Benjamín Netanyahu. Los partidos ultraortodoxos judíos –que sostienen su coalición de Gobierno desde hace cinco años– habían amenazado con dejarle caer si imponía esta semana el confinamiento general en decenas de ciudades y distritos donde sus partidarios son mayoría. El primer ministro necesita a toda costa afrontar desde el poder su juicio por corrupción: por esa razón convocó tres elecciones legislativas en menos de dos años. Mientras Israel alcanza una de las tasas de contagio per cápita más altas del mundo –3.400 nuevos casos de coronavirus el lunes entre sus nueve millones de habitantes–, el mandatario ha acabado cediendo ante la rebelión de los ultrarreligiosos contra medidas decididas por las autoridades sanitarias.

Las acusaciones de caos y desgobierno se han generalizado desde la oposición, que achaca a Netanyahu anteponer sus intereses personales a los del país. Dos de cada tres ciudadanos se muestran además descontentos con su gestión sobre la pandemia, de acuerdo con una encuesta del Canal 13 de televisión. Las primeras restricciones de calado anunciadas por el Gobierno el pasado jueves han quedado abortadas antes de su aplicación. El jefe del Gobierno retiró el domingo la orden de confinamiento general para 30 poblaciones y el lunes aplazó la entrada en vigor del toque de queda nocturno. En la lista de ciudades y distritos “rojos” (por la alta tasa de contagios) hecha pública este martes figuraba finalmente un gran número de poblaciones árabes.

La covid-19 ha afectado sobre todos a las dos minorías israelíes con menor nivel de ingresos y peores condiciones de vida: los ciudadanos de origen palestino (un 28% de los nuevos casos, a pesar de que solo representan al 20% de los habitantes) y los judíos ultraortodoxos (20% de los contagios y 11% de la población). En ambas comunidades no se han acatado con regularidad las medias de distancia física y de control de aforo fijadas para ceremonias religiosas y familiares, precisamente durante la temporada veraniega de bodas multitudinarias.

A partir del anochecer del martes, una cuarentena de localidades y barrios han quedado bajo toque de queda supervisado por fuerzas de seguridad y del Ejército. Mientras todos los comercios y establecimientos no esenciales han cerrado las puertas, sus habitantes tienen prohibido alejarse más de 500 metros de sus casas al menos durante una semana. Más de la mitad de las poblaciones afectadas son árabes –como Nazaret (norte) y sectores de Jerusalén Este de vecindario palestino, que registran más de un 15% de positivos en las pruebas– y otra tercera parte son jaredíes, como Bnei Brak (centro) y algunos distritos ultrarreligiosos de la Ciudad Santa.

“La capitulación de Netanyahu antes los ultraortodoxos, con unos toques de queda considerados poco efectivos, allana el camino hacia el confinamiento general”, considera el analista del diario Haaretz Amos Harel. Desde hace dos meses, Israel  cuenta con un coordinador nacional para la pandemia, el médico especialista en salud pública Ronni Gamzu. Su voz, que advierte desde la televisión del “momento crítico” al que se enfrenta el país, parece clamar en el desierto y suele ser ignorada por los cálculos políticos del jefe del Ejecutivo y sus ministros. Ahora ha tenido que someterse a aislamiento después de que uno de sus más estrechos colaboradores se infectara por coronavirus. Muchos ciudadanos temen que Israel se esté encaminando sin remedio hacia una clausura a escala nacional durante las festividades judías de Año Nuevo y Yom Kipur (finales de septiembre) y del Sukot o Tabernáculos (comienzos de octubre).

Las autoridades sanitarias han alertado de que la progresión de los contagios registrados puede acabar saturando las unidades de cuidados intensivos de los hospitales. La reanudación del curso escolar para dos millones de estudiantes en todos los niveles educativos amenaza además con redoblar las infecciones por covid-19. “Israel no tiene quien lo dirija y va a la deriva”, sostiene el columnista Ben Caspit en Maariv. “En la era de Netanyahu, solo cuentan los intereses del líder (…) para remover todo lo que se interponga en su camino de huida de la justicia”.


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