Arqueólogos encuentran la primera prueba de que el profeta bíblico Isaías pudo ser una persona real.
Isaías es uno de los personajes más relevantes de la Biblia. No solo es uno de los mayores profetas hebreos. Además, los cristianos le consideran el que anunció el nacimiento, sacrificio y gloria de Jesús. Un equipo de arqueólogos acaba de encontrar la prueba de que pudo ser más que un personaje. Existió de verdad.
Investigadores de la Universidad de Jerusalém que trabajan en las ruinas del templo de esta ciudad acaban de localizar un pequeño sello de arcilla llamado bulla. En su interior figura el nombre Yesha’yah[u] (Isaías) en letras hebreas junto a la expresión NVY. Parecen las primeras letras de la palabra nun-beit-yod-aleph, que significa literalmente profeta.
El único problema es que falta la letra A porque la pieza está rota, por lo que no hay un 100% de seguridad de que la palabra Isaías esté asociada a la de profeta. Es un detalle que hay que citar pero su importancia es bastante menor si tenemos en cuenta que la bulla pertenece al siglo octavo antes de Cristo, justo la época en la que se cree que vivió Isaías.
La pieza ha aparecido además en la misma excavación (a solo tres metros) en la que los arqueólogos encontraron otra bulla perteneciente al rey Ezequías de Judea. La tradición explica que Isaías fue consejero de Ezequías y le aconsejó que resistiera a los asirios por mediación divina. El consejo evitó la invasión de Jerusalém.
Por otra parte está el hecho de que las bullas no son simples adornos sino documentos oficiales que se usaban en aquella época como el equivalente de un albarán. Estas pequeñas esferas de arcilla contenían en su interior diferentes representaciones icónicas utilizadas como registro en los trueques.
Los antiguos habitantes de Mesopotamia usaban las bullas para registrar los pormenores de una transacción (generalmente de ganado) cuando los bienes no se entregaban en el momento. Los mercaderes modelaban una pequeña bola de arcilla y escribían en su interior el número de figuras que se correspondía con la cantidad y tipo de artículo vendido. A continuación, sellaban la bulla y marcaban en el exterior de ésta el contenido con símbolos que se consideran los antecedentes de la escritura. El trato se cerraba cuando, al romper la bulla, se comprobaba que lo acuñado en el exterior del objeto coincidía con lo escrito en el interior.
En otras palabras, que el contenido de una bulla no es literatura, sino datos reales de una transacción. En la parte exterior de esta esfera supuestamente firmada por el profeta Isaías se puede leer que la transacción tuvo como objeto comprar telas. Para añadir más misterio, una de las dos partes firmó la esfera con su huella dactilar. Es posible que se trate de la huella dactilar del mismísimo profeta bíblico.
Queda la pequeña posibilidad de que la esfera se refiera a otro Isaías, pero los indicios son demasiados para pasarlos por alto. Las excavaciones en el mismo yacimiento continúan y quizá sirvan para arrojar aún más luz sobre los hechos históricos que se relatan en la Biblia.