Monumento al dictador iraquí Saddam Hussein en Qalqilya 2017, territorios palestinos
Es una coincidencia interesante que la firma de un acuerdo de paz realizado por los estados del Golfo Pérsico – los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin – e Israel ocurra a mediados de septiembre del año 2020, 50 años desde aquel «Septiembre Negro», el comienzo de la guerra 1970-1971 entre facciones palestinas y el Reino Hachemita de Jordania. Este último evento es importante en la historia del Medio Oriente y Palestina/Jordania, pero que incomoda a muchos, en ningún lugar más que en la propia Jordania, con una población mayoritariamente palestina e incluso, desde el año 1999, con una reina palestina.los Seis Días en 1967, Jordania se convirtió en un refugio aún más seguro que antes para que grupos palestinos fedayines lancen ataques a través de la frontera en territorios controlados por Israel.
La OLP se hizo más poderosa con el tiempo, convirtiéndose en un estado fuertemente armado dentro de un estado, apoyado por el Egipto de Nasser y el Irak ba’athista, haciendo alarde de su poderío en las ciudades de Jordania, los campos de refugiados y en las bases para las operaciones de guerrilla. Incluso antes del «Septiembre Negro», los enfrentamientos sangrientos cobraron muchas vidas, incluyendo la del agregado mayor del ejército de los EE.UU. Robert P. Perry, asesinado en su casa en Ammán por guerrilleros palestinos.[1] Las repetidas humillaciones al estado jordano por parte de los líderes palestinos incluyeron incluso un fallido intento de asesinato contra el Rey Hussein de Jordania.[2]
A pesar de los repetidos esfuerzos de apaciguamiento realizados por el Rey Hussein,[3] estalló una guerra abierta en el mes de septiembre. Mientras el rey desató a su ejército contra partes de Amman controladas por la OLP, las unidades del Ejército de Liberación Palestino (EPL) controladas por Siria intervinieron y declararon a la segunda ciudad de Jordania, Irbid, como «zona liberada».
Sin ninguna cobertura aérea proporcionada por el Ministro de Defensa sirio Hafez Al-Assad, los jordanos pudieron expulsar a estas tropas. Una amenaza iraquí de intervenir directamente del lado de los palestinos nunca se materializó. Tanto EE.UU. como Israel tenían planes de contingencia para intervenir en caso de que Hussein y su régimen fuesen derrocados.
Aunque los jordanos triunfarían en el verano de 1971, la lucha fue muy reñida donde fácilmente pudo haber tenido otro resultado. La mayoría de las simpatías de los líderes árabes estaban en gran medida del lado palestino y se burlaron abiertamente del Rey jordano.[4] Los jordanos se vieron difamados en la prensa árabe de la época como fascistas y acusados de haber asesinado a decenas de miles de palestinos. Y, por supuesto, el grupo Fatah de Yasser Arafat crearía el grupo terrorista Septiembre Negro como medio para llevar a cabo sangrientos actos de violencia en el Medio Oriente y en Europa.[5]
Después de su derrota en Jordania, la OLP se trasladaría al Líbano, donde unos años más tarde jugaría un papel clave en el inicio de la guerra civil libanesa y desencadenaría la intervención militar siria y luego décadas de ocupación en el Líbano. Una de las otras consecuencias del Septiembre Negro fue el surgimiento de una identidad jordana anti-palestina en Cisjordania, que todavía sobrevive hasta el presente.[6]
Mientras tanto, la «causa de Palestina» sería la estandarte conveniente y la camisa ensangrentada que utilizaría cualquier pícaro y maníaco genocida en la región – Assad padre e hijo, Saddam, Gadafi, Jomeini, Jamenei, Erdogan y otros. El liderazgo palestino lo usaría y todos ellos también. Assad (utilizando sus fuerzas delegadas libanesas y palestinas, en especial Amal) asesinaría a más palestinos durante la «Guerra de los Campos» en el Líbano en 1985-1988 que los asesinados por las fuerzas libanesas en Sabra y Chatila.[7] La propia OLP apoyaría la invasión de Kuwait perpetrada por Saddam Hussein en 1990 e incluso enviaría combatientes a Uganda en 1979 para tratar de evitar que Idi Amin cayese en manos de las fuerzas tanzanas.[8]
Esa misma causa de Palestina sería utilizada hasta el día de hoy. Hezbolá sumió al Líbano en una guerra con Israel en el año 2006 en aras de la «resistencia» contra Israel. Y Hezbolá e Irán intervendrían directamente en la represión genocida de Assad dentro del territorio de Siria, envueltos en el manto de la resistencia por el bien de los palestinos. Cuando el jefe político de Hamas Ismail Haniyeh visitó un campo de refugiados libanés en septiembre del 2020, su viaje fue facilitado por los partidarios de Turquía, Qatar, Irán y de Hezbolá y Haniyeh presumió que los cohetes de Hamas podían llegar a Tel Aviv desde territorio de la Gaza gobernada por Hamas.[9]
A pesar de la demostración de fuerza de Haniyeh y de las vociferantes denuncias de la OLP de que los estados árabes «normalizarían» relaciones con Israel, la región está cambiando. El cambio no se trata tanto de Israel sino de la región árabe y sus vecinos en conjunto. Las potencias agresivas e intrusivas no-árabes en la región hoy no son Israel, sino Turquía e Irán. Eso puede no preocupar a los líderes palestinos, cómodamente instalados en Ramala, pero es una preocupación inmediata y seria para los estados que si se encuentran en la línea de fuego.
Un Irán que se jacta de controlar cuatro capitales árabes se corresponde con los febriles sueños neo-otomanos del hombre fuerte de Turquía, que actualmente ocupa partes de Siria, bombardea Irak y envía fuerzas expedicionarias hacia Libia y Qatar.
Aparte de las acciones depredadoras de Ankara y de Teherán, el mundo árabe se enfrenta a toda una serie de problemas socioeconómicos urgentes que ahora parecen empequeñecer la causa de Palestina: una región calurosa, sedienta, enojada, pobre y mayoritariamente desempleada busca respuestas y soluciones de regímenes más hábiles en represión y duplicidad que en gobernabilidad. Palestina puede ser un tema popular en algunos sectores, una necesaria verificación de nombre, pero su existencia o ausencia no traerá agua ni empleos hacia la región.
Los regímenes árabes pudieran hacer lo que siempre han hecho: envolverse en esta causa, adoptar una postura, engañar y tratar de ganar tiempo, o podrían mirar a la región con frialdad y lógica a través del lente de sus propios intereses nacionales urgentes. Esto es lo que los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin y quizás otros, están haciendo, calculando el cómo una alianza con la menos amenazante y más avanzada tecnológica además de militarmente de las tres principales potencias no-árabes en ascenso en la región puede mejorar su seguridad y bienestar en una región extremadamente inestable.
Esto es sentido común, sin duda alentado por la diplomacia estadounidense. Ambos estados ya han sido amenazados en detalle por Turquía e Irán y por sus representantes islamistas mucho antes de que hubiese un acuerdo con Israel. Ellos podrían haber optado por seguir con su habitual hipocresía, pero eligieron un camino más valiente. Están apostando por una paz «cálida» real y normal en lugar de una paz fría con Israel practicada por los regímenes de Egipto y Jordania.
Para el corrupto e irresponsable liderazgo político palestino y para una serie de expertos occidentales que han hecho una carrera lucrativa en el «proceso de paz», los recientes acontecimientos han caído como un balde de agua helada. No es que Palestina no sea importante, sino que, en lugar de colocarla de manera falsa y deshonesta en una especie de pedestal artificial, un número cada vez mayor de estados de la región lo ven como uno de los muchos problemas y para la mayoría de los actores no es el más urgente en lo absoluto.
Al igual que con cualquier desarrollo político, existe la posibilidad de un cambio y corregir el rumbo, incluso desde el lado palestino, tanto como existe el peligro de volver a caer en las locuras del pasado de los ya viejos revolucionarios en Ramala.[10] A pesar de los aullidos de los líderes de la OLP y las amenazas de los habituales sospechosos regionales, para muchos este septiembre parece menos negro que el de hace 50 años y estos pasos modestos y positivos hacia la paz y el diálogo pudieran dar sus frutos. Ciertamente, el otro camino probado durante las últimas cinco décadas ha dado muy pocos resultados.
[1] Nytimes.com/1970/06/11/archives/us-aide-is-slain-in-amman-battle-guerrillas-kill-army-attache.html, 11 de junio, 1970.
[2] Bbc.co.uk/onthisday/hi/dates/stories/june/9/newsid_4461000/4461735.stm, 9 de junio, 1970.
[3] Youtube.com/watch?v=_blSDX_S6T0, subido en la red el 30 de marzo, 2017.
[4] Youtube.com/watch?v=AbEPZftIp34, subido a la red el 26 de diciembre, 2014.
[5] Youtube.com/watch?v=MF4AYcS337w, subido a la red el 21 de julio, 2015.
[6] Qscience.com/content/journals/10.5339/messa.2015.12;jsessionid=0L3etBy_1O92Pw5Sv1OAIWoU.hbkuplive-10-240-9-176, 18 de marzo, 2015.
[7] Youtube.com/watch?v=3P3HgJz-veo, subido a la red el 1 de junio, 2017.
[8] Al-akhbar.com/Opinion/226891, 15 de septiembre, 2020.
[9] Youtube.com/watch?v=TCPoPR52qtw, 7 de septiembre, 2020.
[10] Video del portal MEMRI TV No. 8272 – Asesor presidencial de la Autoridad Palestina Nabil Shaath: Poseemos el derecho de confrontar plenamente a Israel, estamos preparados para la Intifada, 4 de septiembre, 2020.