La falacia de una raza de hombres puros

Nicolas Maquiavelo
                                                                    

El pueblo alemán crecido y educado dentro de los cánones del honor y la pureza de la sangre (Blutt und Bodem) sobre todo en su genealogía aristocrática, que en ese sentido era mucho más estricta que la realeza inglesa dado que ésta aceptaba mujeres que no fueran de un puro linaje aristocrático, inclusive madres judías, donde la única condición que se les imponía era la de impartir una educación de alto nivel cultural con modales refinados y denotar signos de nobleza y buen trato social.

En cambio, el modelo alemán prusiano de una larga cadena de familias aristocráticas, debían dar cuenta de una ascendencia sin máculas de linaje, o sea, de sangre pura germana. Su más prestigiosa actividad era la de ser guerreros, batirse a duelo por defender su honor y la dedicación exclusiva a la tierra y al rey. El trabajo era un oficio despreciable, al igual que el comercio. Luego serían aceptados ya en el ll Reich a tener en cuenta en los grupos de cortesanos a los científicos, universitarios y académicos de renombre.

Toda esta tradición, tanto en defensa del honor vía las armas como de dar cuenta de un linaje de sangre pura, serían el huevo de la serpiente que daría origen y estamento a la ideología nacionalsocialista, hecho que en su trasfondo no inventó nada nuevo sino más bien reforzó lo ya acuñado por los alemanes en su origen como Imperio y luego como Nación.

Y será ese modelo de “la sangre pura” la que aplicará Hitler sobre el pueblo alemán reconocido como ser de raza aria pura superior y sobremanera debían serlo sus guerreros y oficiales del más alto rango como los SS.

Dada esa tradición de sometimiento y culto a la obediencia, es que no le llevó mucho esfuerzo a Hitler ser reconocido como el máximo líder, ser supremo, idolatrado cual un Dios y su palabra acatada cual ley. Su oralidad demagógica supo esclavizar a las masas que acataron sus más descabellados caprichos y llevar a cabo sus maldades inimaginables para la humanidad pero que fueron realizadas por él. De allí que Sieg Heil!, saludo santificado cual un emperador romano y que su obrar ya entró en el mundo como un nuevo paradigma de mal y cuando se establece un nuevo modelo, es como en derecho, se crea una nueva jurisprudencia que cualquiera puede emular, es más, tiene el consentimiento a hacerlo, como un acto de justicia y de igualdad.

El nacionalsocialismo en su creación se apoyó en potencias paganas e idólatras. Sacó su impulso de cuatro elementos además en el de basarse en la sangre pura germana. En primer lugar tomó de los egipcios el propósito de sacrificar “a la obra monumental inanimada todas las vidas humanas”. De los babilónicos aprendió a entregar la virginidad al ejército. De los persas a cometer traiciones. De los helenos tomó el secreto de la línea divisoria que hace entre el amo y el esclavo. Roma le aportó cómo se debe sobreestimar el poder del Estado. Con México aprendió a despedazar corazones. Por último, ya en la era moderna, toma de su aliado Japón, el modelo de un fanatismo sádico. Todo ello aplicado sin el menor sentimiento de culpa dado que el nazismo consideraba a la conciencia una superstición de invento judío.

¿Cuál fue la fuerza antagónica que supo utilizar el propio pueblo alemán en contra de una ideología política masificada? La cultura, ese resabio atesorado por la clase media, no la aristocrática que manejaba una hegemonía política de larga data, los ardides diplomáticos, esos manejos arteros que los humanistas e intelectuales desconocían entonces, la cultura pasa a ser un bien atesorado amén que oculto, dado que era un arma de resistencia y oposición a los demagogos y tiranos tanto del pasado como del presente. Siendo así, no serán azarosas las palabras de un Goebbels, ministro de propaganda del lll Reich cuando afirma a viva voz “hablenme de cultura y saco un arma”. Lema para nada ingenuo sino bien estudiado dado que los dictadores y tiranos saben a ciencia cierta que el saber, la cultura, el pensamiento libre fuera de influencias dogmáticas es el único y verdadero pasaje a la libertad.

El concepto de Kultur que surge en la clase media a fines del siglo XlX en Alemania denotaba educación, el cultivo de las personas, tiene como fin desarrollar y dar a ver su máxima potencialidad como sujetos, pero a comienzos del siglo XX el concepto de cultura cambió de sentido, se le da otra orientación y pasa a ser “cultura nacional” con una franca acentuación política y nacionalista donde las connotaciones que en su inicio fueron humanistas y morales desaparecen por completo para ser una herramienta demagógica. Y esa fue la nueva manipulación que el nazismo hizo del concepto y el valor de cultura desacreditado, arrancado del usufructo personal como “cultivar lo cultural” de manera y acervo personal para transformarla en una pancarta populachera con dogmas propagandísticos a contra corriente de lo que fuera elevar el valor cultural a título personal. Nada debía realizarse por fuera de los valores del régimen hitleriano y menos aún cuestionar su conducción y sus dogmas populacheros cual un lavado de cerebros.

Una nueva clase media comienza a surgir despegada de los valores de la aristocracia donde ella se sostenía del honor, la diferencia de clases y el culto a la pureza de la sangre.

Estos nuevos individuos, pensantes y no dependientes y temerosos de la autoridad, sino acatando el sentido y la orientación de sus propias conciencias, hacen a un nuevo estilo de vida y de actitud moral que va a caracterizar de a poco a la nueva Europa, regidos por los códigos filosóficos de Kant de una moral para todos por igual, con valores humanistas de igualdad extraídos precisamente de la tradición judeocristiana. Y es a esa tradición la que los nazis se proponen erradicar dejando a Europa Judenrein, limpia de judíos, o sea, masacrándolos, no sólo su cultura y tradición, sino fácticamente a sus cuerpos, tanto hombres, mujeres, ancianos y criaturas. Cuajar desde la raíz todo germen de la judería en el mundo, pero tras ese argumento vil y malicioso, el verdadero motivo de tal obrar era el robo y la apropiación del patrimonio del “judío”, un bacilo, una rata, un usurero, ergo el buen chivo expiatorio de todos los males tanto del ayer como del presente cuando tiemblan las bancas o aparecen pestes y epidemias.

Volviendo al lema en cuanto a negar el acervo cultural no es tan solo una anécdota del pasado, los dictadores modernos supieron muy bien utilizarlo cada vez que intentan someter, embrutecer e imbecilizar a su pueblo en aras de sus beneficios políticos y económicos camino a engrosar las urnas con el voto de los “incultos”, de ahí que nos llega ese otro lema “alpargatas sí, libros no”.

Desde Salomón “no hay nada nuevo bajo el sol”, lo que cambian son los disfraces, las máscaras, pero una vez sin maquillajes ni ambages, vemos que los rostros de los tiranos llevan el mismo sello, marcado en su mirada, llamado: codicia y maldad.

Tomamos las palabras del político y diplomático italiano Nicolás Maquiavelo del siglo XVl, de su libro El príncipe (1532) dado que siguen siendo vigentes cuando refiere: “un gobernante astuto puede y debe en consecuencia faltar a su palabra cuando ésta vaya en su perjuicio o los motivos que fundaron su promesa ya no están vigentes”. Ese fue el obrar de Hitler cuando rompe el tratado Molotov-Ribbentrop, de no agresión contra Rusia. También rompe con el Tratado de Versalles de no fabricar armas de guerra y de sostener una paz entre las naciones. Entonces, tras ese disfraz de cordero se esconde un lobo que habría de invadir Europa, romper todos los tratados y anular el valor de la palabra dada cual promesa de un supuesto hombre digno de sostenerla. Y es así como Maquiavelo concluye: ”mostrar en qué medida los pactos para la paz y tantas otras promesas han quedado sin valor y la deslealtad del Príncipe (hoy los gobernantes) y quien mejor entienda valerse de la naturaleza del zorro, hará lo mejor”. O sea, comerse a sus corderos ingenuos votantes populacheros, tanto los de la época de un Adolf Hitler como de los demagogos del presente.

Hanna Arendt, que no sólo ha sido una brillante filósofa, sino también una víctima del nazismo en su doble condición, el ser judía y de haber vivido esa historia en carne propia. Recordamos con ella cuando dice “que el nuevo régimen no nos planteaba entonces más que un problema político de gran complejidad, uno de cuyos aspectos era la intrusión de la criminalidad en la esfera política”. Se desprende de lo dicho que el derecho y la ley ya no protegían a los ciudadanos sino que respaldaba el acto criminal de sus gobernantes, dando un vuelco inédito en cuanto al obrar de los jueces en aras de justificar la criminalidad de sus líderes. Y lo más doloroso a la vez que sorprendente es ver como la Historia no ha dejado ninguna enseñanza cuando vemos su repetición, aceptando el modelo de tal criminalidad gubernamental junto a la ingenuidad de sus votantes. Es así como Hanna Arendt va a referir “lo que nos trastornó no fue el comportamiento de nuestros enemigos, sino el de nuestros amigos, que no habían hecho nada para que se llegara a esa situación. Ellos no eran responsables de la llegada del nazismo, simplemente estaban impresionados por el éxito de los nazis y fueron incapaces de oponer su propio juicio al veredicto de la Historia tal cual la leían”. Entonces ella concluye que “desgraciadamente la burocracia es el gobierno de nadie y, precisamente por eso, quizás la forma menos humana y más cruel de gobierno”. Modelo de los nuevos gobernantes agazapados tras ese anonimato burocrático desimplicándose de su responsabilidad en cuando a su conducción hecho por el cual han sido votados.

Con estas sentidas palabras podemos ubicar el origen histórico de las indiferencias morales que conducen a crear una brecha en esta nueva Historia que vive el hombre del siglo XXl y que debemos darle tiempo a la perspectiva para poder leer sus consecuencias futuras y quizás sus efectos escriban una nueva y terrible a-moralidad.

Para concluir decimos con Máximo Kahn “no es imposible demostrar de cómo esas persecuciones muevan en cierto modo la historia humana. A veces se tiene la impresión como si el antijudaísmo se hubiera hecho una primera necesidad de los hombres”. Y podemos dar fe de esta suposición dado que una de las afirmaciones de Hitler fue “si los judíos no hubieran existido yo los hubiera inventado”. Necesitó crearse de ese síntoma llamado judío para tener una excusa, una causa, una energía donde justificar su vida en aras de llevar a cabo su máximo deseo de Mal. Y en ese obrar tuvo miles de seguidores, ávidos de exterminar al diferente, al no asimilado, olvidándose “que fue el judío el que dio a los hombres su mejor libro, su mejor ley, su mejor poesía, su mejor amor, su mejor ritmo vital, su mejor dios: Dios”.


Aurora

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