Acuerdos de Abraham es el nombre que se ha dado a los pactos de normalización firmados por Israel con los Emiratos Árabes Unidos y con Baréin. Hace referencia al patriarca bíblico Abraham, padre común de las tres religiones monoteístas. El razonamiento que justifica la denominación lo dio el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en su discurso de presentación de los acuerdos. Pueden leerlo íntegro y traducido al español aquí, en la revista El Medio, referencia indiscutible ya del periodismo en nuestro idioma sobre aquella región, a la hora de seguir la actualidad e interpretarla y también en detalles como la transliteración al español de los nombres propios y lugares de aquella zona. Yo les dejo aquí la frase del discurso de Netanyahu que me interesa:
Estoy sumamente agradecido al rey de Baréin, y a usted, ministro de Relaciones Exteriores Abdulatif al Zayani, por haberse unido a nosotros para traer esperanza a todos los hijos de Abraham.
Una referencia bíblica de esta entidad bien podría parecer ridícula en una era dominada por la ironía como forma de huir de la sinceridad, la verdad y el compromiso. Pero los acuerdos que Israel ya ha firmado con Emiratos y Baréin y los que parece que firmará con otros países árabes son un paso adelante indiscutible para el Estado judío, para el mundo árabe y musulmán y para el resto del mundo. Más allá de lo que supongan para la resolución del conflicto entre israelíes y palestinos, los Acuerdos de Abraham nos acercan a todos a la superación de una de las anomalías más escandalosas del siglo XXI.
Me refiero a la condena –sistemática, generalizada y motivada por criterios étnicos y religiosos– de un país (Israel) por parte de toda una comunidad de naciones, árabes o musulmanas. Una comunidad para la que los derechos humanos y nacionales invocados al adherirse a la causa palestina no han sido más que una excusa para confirmar la caricatura antisemita del país que ha elegido como enemigo y explicación a todos sus males. Es decir, como chivo expiatorio.
La forma en que los Acuerdos de Abraham pueden ayudar a superar la anomalía se está viendo ya en el fructífero intercambio comercial, científico, cultural y simplemente personal que empieza a ser una realidad entre israelíes y emiratíes.
Cuanto más gente en el mundo árabe y musulmán vea con sus propios ojos que los judíos no son diablos con forma humana, como predican muchos de sus líderes religiosos y dirigentes políticos, más difícil les será a esas élites instrumentalizar el callejón sin salida que en muchos sentidos es Palestina para movilizar odios contra los judíos y el sionismo.
Y cuanto más árabes comprueben lo benéfica que puede ser la cooperación con un país de la vitalidad y el ingenio de Israel, más fuerte y visible será la demanda de abandonar la hostilidad tribal contra el enemigo imaginado (que por cierto trata mejor a los árabes bajo su jurisdicción que muchos de los Gobiernos que lo condenan a sus propios gobernados).
Atendiendo al impacto que pueden tener los acuerdos, parece apropiado llamarlos Acuerdos de Abraham. Como apropiada fue la ceremonia celebrada en la Casa Blanca en que representantes de las tres partes y el presidente Donald Trump (cuya mediación está siendo crucial para lograr estos acuerdos) sellaron el compromiso de reconciliación y deshielo ante la mirada atenta de los medios de todo el mundo.
Marcel Gascón El Medio