Desaparecidos: los documentos que oculta el Vaticano

JUSTICIA – LA INCUMPLIDA PROMESA DE BERGOGLIO

No es una novedad hablar de los documentos que el Vaticano guarda bajo siete llaves sobre los desaparecidos en la Argentina durante el terrorismo de Estado. Esto se sabe desde que familiares de las víctimas trataban de obtener información sobre el destino de sus seres queridos. Fueron las iglesias los lugares más visitados. Muchas personas lo hicieron por su condición de fieles. Otras porque eran conscientes de la influencia que ejercía la Iglesia Católica sobre el poder militar. También hubo quienes, sin tener ningún vínculo con la Iglesia, buscaron información entre las jerarquías eclesiásticas sabiendo el grado de complicidad que tuvo la milenaria institución con la dictadura. Entre los numerosos testimonios que pueden ofrecerse por la seriedad y solidez de quienes los han aportado, está el de Chicha Mariani. La fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, fallecida el 20 de agosto de 2018, ha revelado en múltiples oportunidades una visita que hizo a la Catedral de La Plata en busca de ayuda para encontrar a su nieta Clara Anahí, robada de la casa de sus padres el 24 de noviembre de 1976 cuando la niña sólo tenía tres meses de edad. Chicha fue recibida por el obispo José María Montes en tiempos del cardenal Antonio Plaza, confesor y amigo del genocida Ramón Camps. El diálogo de Chicha con Montes lo hemos incluido en publicaciones periodísticas y en los libros La abuela de hierro y La Apropiadora. La parte sustancial de ese diálogo es más que elocuente acerca de la información que manejaba la Iglesia. “No busque más a su nieta, la niña está en manos de gente con mucho poder”, expresó Montes. La precisión del dato disipa cualquier duda sobre los vínculos de la Iglesia con la dictadura. Por si fuera poco, Montes sumó un razonamiento salvaje: “A ustedes les pasan estas cosas porque no rezan, porque les falta fe”, dijo aquel cínico predicador del Evangelio.

Testimonio de Juan Gelman.

Otro testimonio incontrastable es el que ofreció en su momento el poeta Juan Gelman cuando buscaba a su nieto o nieta. Sus padres habían desaparecido luego de haber permanecido cautivos en Automotores Orletti, uno de los centros clandestinos de tortura y muerte. En una carta que publicó el 12 de abril de 1995 en Página 12, Gelman decía, entre otras cosas: “Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado del Vaticano, en febrero de 1978”. La información era precisa: en el año 2000, Gelman se reencontró con su nieta Macarena. Si Cavalli sabía con precisión el nacimiento de aquella niña a dos años del golpe, se supone con buen fundamento que en los archivos del Vaticano deben estar la mayoría de los quinientos niños y niñas apropiados durante la dictadura.

Bergoglio y una promesa incumplida.

Cuando el argentino Jorge Bergoglio se convirtió en el papa Francisco I el 13 de marzo de 2013, una de sus primeras promesas consistió en abrir y entregar los archivos en los que se registra el destino de aquellas criaturas incluidas en el Plan Sistemático del Robo de Bebés. Siete años después, muchas abuelas se han ido de este mundo sin poder reencontrarse con sus nietos y nietas. En verdad, resulta inevitable asociar el silencio que mantiene el Vaticano en torno de los archivos con la complicidad que la Iglesia y el entonces cardenal primado Jorge Bergoglio mantuvieron con la dictadura argentina. Es cierto que hubo disidentes como los obispos Enrique Angelelli, Jaime de Nevares y Miguel Hesayne y varios sacerdotes, pero institucionalmente la Iglesia Católica fue cómplice de la dictadura, tanto por sus acciones como por sus silencios.

Volviendo al papa Francisco y a su incumplida promesa de exhumar los archivos donde figura el destino de los desaparecidos durante el terrorismo de Estado en la Argentina, el paso del tiempo desvaloriza su palabra y aumenta las sospechas sobre la sinceridad de su público compromiso. Las Madres y las Abuelas –como ha dicho Chicha Mariani– no buscan rosarios bendecidos por el Papa. Lo que buscan es que les digan el destino que se dio a sus hijos y a sus nietos desaparecidos durante el terrorismo de Estado. Varios de aquellos niños y niñas hoy son hombres y mujeres que se han convertido en padres ignorando su origen biológico. Sus hijos tampoco conocen la verdad de sus historias y lo propio les ocurrirá a sus futuros descendientes. Cuando Bergoglio habla con Dios, ¿le pide perdón por estos pecados? ¿Dios lo perdona?

Juan Carlos Martínez 

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