Camiones militares egipcios cruzan un puente tendido sobre el Canal de Suez el 7 de octubre de 1973, durante la Guerra de Yom Kipur
Dos mensajes continúan resonando en la víspera del aniversario de la Guerra de Yom Kipur. Uno se refiere a la gravedad de la falla de inteligencia en ese momento, y el otro promete que se han aprendido las lecciones correctas y que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) están ahora preparadas para cualquier escenario. Cuando la falla se describe como esencialmente la falta de una advertencia de inteligencia, es fácil prometer que ha sido diagnosticada y remediada de una manera que previene su futura recurrencia. Pero una mirada en profundidad a la guerra muestra que las razones del fiasco fueron mucho más allá de la falla de inteligencia.
Al analizar las limitaciones políticas, el Estado Mayor debería haber identificado la tensión entre su deseo de un ataque preventivo y las circunstancias políticas que hicieron que tal movimiento fuera casi imposible. En su lugar, una fijación conceptual condujo a graves deficiencias tanto en los planes operativos como en la acumulación de fuerzas. Como resultado, las fuerzas aéreas y terrestres se desplegaron al estallar las hostilidades en una postura defensiva defectuosa.
Cuando cesaron los combates, era conveniente que todos creyeran que si solo se hubiera dado una advertencia previa y el orden de batalla de las FDI se hubiera movilizado dos o tres días antes, los primeros días de la guerra habrían transcurrido de manera diferente. Eso puede haber sido cierto con respecto al frente sirio, pero no en lo que respecta al frente egipcio, donde el presidente Anwar Sadat había instigado un revolucionario cambio estratégico en el enfoque de la guerra y el papel de la ofensiva.
Cuando transcurrió todo el alcance de la debacle de las FDI tras unos días de combates, su liderazgo militar se había hecho añicos. La doctrina operativa y los métodos de combate de las FDI, tanto en el aire como en tierra, resultaron inadecuados para los innovadores movimientos de Egipto. Al enfrentarse a un avance de infantería masivo plagado de misiles antitanques y sin una cobertura de artillería adecuada, las fuerzas blindadas israelíes perdieron el impulso aplastante de la ofensiva mecanizada. Contra las baterías antiaéreas de Egipto con sus sofisticados misiles, la fuerza aérea de Israel perdió su superioridad y efectividad operativa.
En su libro At the Center of Gravity, el general de división (res.) Jackie Even, quien sirvió en la guerra como subcomandante de la división de Ariel Sharon, cuenta la crisis inducida por los fallidos contraataques del 8 y 9 de octubre. Las ramificaciones de este fracaso fueron mucho más allá de aquellos producidos por una sorpresa de la inteligencia. El relato de Even indica que incluso si se hubiera transmitido una advertencia de inteligencia a tiempo y las fuerzas de las FDI se hubieran desplegado en el frente del Sinaí de antemano con un orden de batalla completamente planificado, la lucha inicial podría no haber ido mejor y podría haber ido aún peor.
Un nuevo estudio de la División Histórica del Estado Mayor se centra en la responsabilidad del general Motti Hod por sus fracasos durante la guerra, este había ejecutado la brillante táctica aérea de 1967 y retuvo el mando de la fuerza aérea israelí hasta mayo de 1973. Los planes operativos de la fuerza aérea ignoraron los importantes cambios que se habían producido en Egipto. El denso despliegue de baterías egipcias de misiles tierra-aire a lo largo del frente del Canal de Suez desde la Guerra de Desgaste (1969-70) debería haber provocado un replanteamiento de las exageradas expectativas de que la fuerza aérea podría ayudar a repeler una futura ofensiva egipcia. Tal replanteamiento no se produjo.
En una evaluación de la situación, el 19 de abril de 1973, el Jefe de Estado Mayor David Elazar le preguntó a Hod qué medidas de precaución deberían tomarse para disuadir al enemigo de lanzar una guerra. La respuesta de Hod fue: «Aprovechar la ventaja que se encuentra en la fuerza aérea … eso nos dará tanta disuasión como queramos. Entonces podemos cubrir como un paraguas la escasez de tanques en el Sinaí … La fuerza aérea puede detener durante 24 horas cualquier cabeza de playa que establezcan».
Hasta el día de hoy, las FDI y el sistema de defensa no han considerado todos los factores que prepararon el escenario para el fracaso al comienzo de la guerra. El historiador Yoav Gelber sostuvo recientemente que la falla de inteligencia involucró no solo la falta de una advertencia anticipada sobre la inminente guerra, sino también el hecho de que «Israel no sabía que había perdido su poder disuasorio». Este punto de vista tipifica la dependencia excesiva de la noción de disuasión, una expectativa vana que hasta la fecha continúa atormentando el pensamiento estratégico israelí.
En realidad, fue precisamente la conciencia de Sadat acerca del poder de la disuasión israelí lo que lo llevó a elaborar un plan diferente para la guerra. Muy consciente de la inferioridad del ejército egipcio en comparación con las fuerzas aéreas y blindadas de Israel, ajustó creativamente su estrategia de guerra a las limitaciones básicas de su ejército. Fue aquí donde se produjo el cambio estratégico: a saber, cuando Sadat se dio cuenta de que Egipto no podía recuperar la península del Sinaí mediante una ofensiva total y optó por un objetivo limitado que estaba al alcance de las fuerzas armadas egipcias. Ese objetivo era socavar el concepto de seguridad israelí al instigar un empuje que produciría una nueva realidad.
Al no haber identificado este cambio radical en el pensamiento estratégico del presidente egipcio, el liderazgo militar israelí no fue menos responsable, que el cuerpo de inteligencia, por el catastrófico comienzo de la guerra.
Dar una advertencia anticipada sobre una guerra inminente implica mucho más que encontrar una “golden piece of evidence” [prueba de oro] sobre si estallará una guerra y cuándo. No es menos importante comprender la lógica estratégica de la guerra, así como su posible naturaleza y métodos, y prepararse en consecuencia. En el verano de 1973, tanto el Estado Mayor de las FDI, como el establishment político, fracasaron en todas estas tareas.
A raíz de la guerra de Yom Kippur, las FDI se tranquilizaron con la idea de que se había diagnosticado la fuente de la falla y, al igual que con una falla mecánica, una vez que se hubieran hecho las correcciones necesarias, los asuntos de seguridad del país volverían a estar seguros. Pero una perspectiva profesional diferente, una que adopta una visión más completa para determinar las causas del fracaso, presenta una imagen preocupante de la realidad de 1973 (y una que la mentalidad israelí actual puede encontrar virtualmente imposible de digerir). Desde ese punto de vista, un fracaso sistémico de la magnitud de la que experimentó Israel en la guerra de Yom Kippur ciertamente podría repetirse a pesar de los esfuerzos de las FDI por rectificarlo.
General (res.) Gershon Hacohen BESA Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos