Tras perder la Guerra Civil Española en las filas republicanas, Romero viajó a territorio galo, donde se alistó en la Legión Extranjera y fue derivado a Argelia. Cuando los nazis lo atraparon, no pudo zafar del campo de Mauthausen, donde fue destinado al servicio de acogida de los nuevos prisioneros.
«Yo veía a toda la gente que entraba en las cámaras de gas. Algunos pasaban primero por el campo de concentración, pero a otros los llevaban a las duchas directamente desde el tren», contó en una oportunidad desde su casa de A-Champagne, donde también recordó uno de los momentos más tristes que atravesó: la mirada de una niña cuando caminaba hacia su muerte: «Me sonrió, la pobre, no sabía dónde iba. Yo tenía ganas de abrazarla, de besarla, pero sabía que si lo hacía, yo iba con ella a la cámara de gas.
Eran criminales. Ese recuerdo me ha perseguido toda la vida».
Con los años llegaron los reconocimientos como víctima del franquismo y del nazismo.
En junio pasado y en plena pandemia, la embajada española le dedicó un homenaje en París, aunque no pudo asistir por su delicado estado de salud.
Tras su muerte, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, lo recordó en Twitter: «Mi recuerdo para un héroe de nuestro país que luchó contra el fascismo, por las libertades y en defensa de la democracia. Un abrazo a sus familiares y amigos».