Investigadores del Instituto de Ciencia Weizmann y de la Universidad de Tel Aviv descubrieron que hace 300.000 años el hombre prehistórico sabía controlar la temperatura del calor para crear diferentes tipos de herramientas.
«La primera dificultad para saber si el sílex presentaba cambios en su estructura como resultado de la exposición al fuego es el hecho de que su estructura no es estable. Varía de un lugar a otro e incluso de una roca a otra, dependiendo de las condiciones geológicas en las que se formó», explica el doctor Natalio.
Si bien los científicos lograron revelar la estructura de las piedras hasta su nivel molecular, la cantidad de información fue demasiado amplia para permitir sacar conclusiones.
Allí los investigadores acudieron a Ido Azouri, doctor de la Unidad de Bioinformática.
Aunque este no es su área habitual de estudios, Azouri logró encontrar patrones en los fragmentos de sílex obtenidos a partir del «horneado» de las piedras.
Mediante métodos de inteligencia artificial pudieron reconstruir los grados de calor aplicados a cada uno de los bloques de piedra.
El siguiente paso fue aplicar el análisis espectroscópico y la inteligencia artificial a muestras seleccionadas al azar. Lo hicieron entre los miles de hallazgos arqueológicos de la cueva mágica.
Los científicos descubrieron tres niveles de calor diferentes aplicados a tres tipos de elementos antiguos. El primer tipo: fragmentos desprendidos de la roca como resultado de la exposición del sílex a fuego directo a una temperatura de hasta 600 grados centígrados.
El segundo, polvo de sílex esparcido como parte de los trabajos de mampostería de los habitantes de las cavernas. Ese polvo remite a rangos de temperatura elevados.
Y el tercer tipo de calor encontrado fue el aplicado a las hojas. Herramientas grandes, alargadas, en forma de cuchillo, con una nervadura afilada y una segunda nervadura roma que permitía el agarre.
A diferencia de los fragmentos de polvo de mampostería, las hojas daban evidencia de una exposición al fuego a temperaturas más bajas, de entre 200 y 300 grados centígrados.
“No sabemos cómo los habitantes de las cavernas aprendieron a hacer las herramientas o cómo lograron controlar el proceso. Pero los hallazgos indican claramente una tecnología consistente para producir hojas a partir de materias primas tratadas con calor controlado, que difiere de la forma en que se fabrican otras herramientas.
Este hecho indica una planificación basada en el conocimiento». Así lo sostiene el doctor Natalio. Y Pinkas agrega: “Esto es tecnología, como nuestros teléfonos celulares y computadoras. Una tecnología que les permitió a nuestros antepasados sobrevivir y prosperar».
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