Los judíos y el café




El café se originó hace mil años en África. A través de los siglos, los judíos jugaron un rol clave en la forma de esta bebida y la manera en que la consumimos. Aquí hay ocho datos poco conocidos sobre los judíos y el café. Origen etíope: Durante siglos, en Etiopía masticaron hojas y bayas de café, además de elaborar café a partir de los granos tostados. De acuerdo con la tradición etíope, el poder estimulante del café fue descubierto por personas que observaron que las cabras salvajes después de comer las hojas de los árboles de café se movían con renovada energía por la ingesta de cafeína.

La población judía de Etiopía tradicionalmente mantuvo la bebida nacional, la ceremonia etíope del café, “buna”: con gran ceremonia, la mujer de la casa enciende incienso, prepara un café fuerte y pasa las tazas fragantes a la familia y amigos que disfrutan del café acompañado de maníes o cebada cocida. En los últimos años, cuando los judíos etíopes inmigraron a Israel, el café al estilo etíope encontró nuevos admiradores en el estado judío.

Una antigua bebida de miles de años

Los primeros que tostaron y prepararon una bebida con los granos de café probablemente fueron los musulmanes sufíes en Yemen, al otro lado de Etiopía, en el Golfo de Aden. Allí, aproximadamente en el año 1000 EC, el café se convirtió en una bebida popular y rápidamente encontró adherentes tanto entre los judíos yemenitas como entre los musulmanes.

El historiador Elliott Horowitz documentó que los judíos devotos valoraban la calidad estimulante de la cafeína en la nueva bebida, lo cual les permitía a los estudiosos permanecer despiertos durante toda la noche para estudiar Torá. Los primeros que la bebieron enfrentaron muchas preguntas, entre ellas si la nueva bebida debía ser considerada un alimento o una medicina y qué bendición debía pronunciarse por la infusión. (Se determinó que el café se considera una bebida, no una medicina, y que se dice la bendición shehakol).

De Yemen, la locura por el café se expandió hacia el imperio otomano cuando los otomanos ocuparon Yemen en el año 1536. Las casas de café comenzaron en Constantinopla; a mediados del 1500 la ciudad contaba con muchos de estos establecimientos que atraían a hombres de todas partes (Sólo hombres, las mujeres bebían café en el hogar). Las casas de café muy pronto llegaron a otras ciudades del Medio Oriente, incluyendo a El Cairo, Damasco y La Meca. Lo bebían hombres judíos, cristianos y musulmanes, aunque existían diferencias en sus estilos de café. De acuerdo con el historiador culinario Gil Marks, los judíos de Medio Oriente por lo general agregaban azúcar a sus cafés, mientras que los árabes lo preferían sin endulzar.

En 1553, Rabí David ibn Abi Zimra de El Cairo respondió varias preguntas relativas al café de los judíos de El Cairo y los alentó a beber café en sus hogares en vez de asistir a las casas de café. La escritora culinaria judía Claudia Roden, que creció en El Cairo, recuerda que cuando era pequeña “se servía café en cada ocasión posible”. Una expresión popular judeo-española era: “¡cafés de alegría!”.

Contrabando de semillas de café

El café era sumamente valioso para los otomanos. Ellos transportaban el café en barco de Yemen a Suez, y luego lo llevaban en camello hasta Alejandría. Desde allí, los comerciantes franceses y venecianos lo distribuían al Medio Oriente y a Europa, Muchos de estos comerciantes, particularmente los de Venecia, eran judíos. El café como mercancía era tan rentable que los otomanos prohibieron que se exportaran árboles o semillas de café que pudieran ser plantadas. Las únicas semillas de café que se permitía sacar de Yemen tenían que estar parcialmente cocinadas para evitar que crecieran en otra parte.

Alrededor del 1600, los contrabandistas lograron sacar de Yemen semillas de café sin cocer y hacerlas crecer en India. En 1916, un intrépido explorador holandés logró sacar de contrabando un árbol de café entero de Aden y llevarlo a Holanda. Muy pronto comenzó a crecer café en varias colonias holandesas, entre ellas Ceilán, Java, Sumatra, Timor y Bali. Durante años, los Países Bajos controlaron el mercado internacional de café. Los mercaderes judíos, que ya conocían el comercio del café, comenzaron a vender café directamente al público en casas de café: un nuevo invento de los judíos en Europa.

Las casas de café judías

El café llegó a Europa en general a través de comerciantes judíos. La primera casa de café en Europa la abrió un comerciante judío en 1632 en Livorno, Italia. El primer café en Inglaterra fue el Angel Inn en Oxford, que abrió en 1659 un inmigrante del Líbano conocido como “Jacobo el judío”. Cuatro años más tarde, un judío llamado Cirques Jobson abrió una segunda casa de café, Queen’s Lane Coffe House, la casa de café más antigua que sigue en funcionamiento en el mundo. Los comerciantes judíos, junto con los armenios, los turcos y los griegos, establecieron cafés en Francia, Holanda y en otras partes de Europa.

Los judíos enfrentaron algunas leyes antisemitas que limitaron su desarrollo en el mundo del café. La ciudad italiana de Verona prohibió a los judíos servir café a las mujeres. En Alemania, de acuerdo con el historiador israelí Robert Liberles, algunas autoridades intentaron directamente prohibir el comercio del café, aunque eventualmente Alemania adquirió una robusta cultura de café, en gran medida creada por los judíos.

El café en Norteamérica

Los primeros colonos norteamericanos bebían té al igual que su contraparte inglesa, hasta que el Partido de Té de Boston en 1773 transformó a la bebida en un tema político. Comenzaron a aceptar el café como la bebida patriótica norteamericana, y las casas de café florecieron en las distintas ciudades, transformándose en los lugares de reunión en los que la gente podía reunirse para discutir política y otras ideas.

Los mercaderes judíos de café ayudaron a alimentar la demanda de café durante el siglo siguiente. “Los judíos descubrieron que el comercio y la venta ambulante eran áreas comerciales que les estaban permitidas” en los nuevos Estados Unidos, observó Donald Schoenholt, presidente de la compañía de café Gillies de Nueva York, la más antigua compañía de café de los Estados Unidos. “Ellos ejercieron su oficio en las ciudades portuarias, vendiendo café”. En la actualidad, algunas de las cadenas de café más reconocidas fueron fundadas por judíos, por ejemplo Chock Full, Nuts y Starbucks.

La cultura del café

En el siglo XIX las casas de café se volvieron sumamente populares en ciudades de Europa central tales como Viena, Berlin, Praga y Budapest. Muchos de los clientes eran judíos, y la intelectualidad judía del continente comenzó a ser identificada con la “cultura del café” europea. El escritor judío austríaco Stefan Zweig, describió los cafés de su Viena nativa como “una especie de club democrático, abierto a todos por el barato precio de una taza de café, donde cada huésped puede pasar sentado horas con su pequeña ofrenda, para hablar, escribir, jugar a las cartas, recibir cartas y sobre todo para consumir una cantidad ilimitada de periódicos y revistas”.

En Berlín, los judíos de Polonia que hablaban idish se asentaron en un derruido distrito en el noreste de la ciudad, y a menudo se reunían en el Café Romanisches, al cual los asistentes regulares se referían como el “Café Rajmanes” (piedad) por el estado lamentable de su mobiliario y de su clientela. En el libro Yiddish in Weimar Berlin, los editores Genndy Estraikh y Mikhail Krutikob proveen una lista de asistentes regulares que parece la lista de la gente importante en la literatura idish, y menciona los chistes que contaban en el histórico café. El gran escritor idish Isaac Bashevis Singer bromeó diciendo que si el escritor idish Sholem Asch alguna vez “escribía en un idish gramaticalmente correcto, su aliento artístico se iba a evaporar”; el escritor Hersh David Nomberg proclamó que el aire cargado de tabaco del café era ideal para su tuberculosis, porque “ni un solo germen” podía llegar a sobrevivir.

La escritora culinaria Claudia Roden señala que “fueron los emigrantes judíos quienes transportaron el modelo de los cafés vieneses a todo el mundo, con las sillas de madera curvas, mesas de mármol, molduras rococó, grandes espejos y candelabros, viejas impresiones y posters, así como los uniformes negro y blanco de los mozos, las rosquillas y los pasteles”. Al investigar los cafés en Israel, la Sra. Roden conoció al dueño de una cadena de cafés que dijo que no podía utilizar una decoración moderna en sus establecimientos debido a lo arraigada que estaba la idea de la ornamentada decoración europea en asociación con el café en la psiquis judía.

Maxwell House, certificación kasher

Cuando el café se volvió popular entre los judíos norteamericanos, algunos consumidores pensaron erróneamente que la bebida derivaba de un grano y no de una baya del árbol de café. (Si el árbol de café produce granos, cualquier bebida derivada de ellos sería kitniot y estaría prohibida en Pésaj. Afortunadamente no es así, sino que el café deriva de bayas que son kasher para Pésaj).

En 1923, el café Maxwell House contrató al director de una de las primeras agencias publicitarias de Nueva York, Joseph Jacobs, para ayudarlo a difundir que el café era aceptable en Pésaj. El Sr. Jacobs consultó con un Rabino ortodoxo y luego ayudó a su cliente a crear lo que es ahora la campaña publicitaria más duradera de la historia: Maxwell House comenzó a imprimir y distribuir Hagadot de Pésaj de regalo para quienes compraban un café kasher para Pésaj en Maxwell House. En la actualidad, más de 80 años después de esa primera Hagadá Maxwell House, la compañía ha entregado más de 50 millones de Hagadot.

Café, estilo israelí

Hoy uno de los países más obsesionados con el café es Israel. De acuerdo con un estudio, el israelí promedio bebe más de 100 litros de café por año, casi el doble del consumo promedio en los Estados Unidos. Los cafés en Israel tienden a ser un tema nacional y el estado judío cuenta con su singular y rica cultura de cafés. Aunque el gigante internacional Starbucks trató de expandirse en el país, los israelíes no abandonaron sus propios cafés locales y en el 2003 Starbucks cerró sus seis sucursales israelíes.

Una clase de café popular en Israel es el fuerte café turco. A veces lo llaman “botz”, o barro, por su carácter sustancioso. El café turco se sirve negro, en tazas pequeñas, a menudo muy endulzado. Otro café israelí distintivo es el “café hafuj”, o café invertido. Esto alude a una bebida similar a un capuchino, en la cual se vierte expreso caliente sobre leche hervida (y no lo contrario, como se hace en un capuchino). Otra bebida popular en Israel es el café helado: un café dulce con hielo. “Café kar” o “Ice café”, literalmente café frío, es una mezcla refrescante de café, leche y hielo.

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