Parasha Bereshit (Genesis)

Bereshit

Genesis merece una descripción detallada y minuciosa por lo que ponemos a disposición esta vez 2 relatos de los hechos con pequeñas diferencias entre una y otra, y con perfiles y conclusiones también diferentes:

Resumen de la Parashá

Comienza la lectura de la Torá con el relato del Todopoderoso sobre el principio de la Creación, creando el cielo y la tierra, de la nada. Pero el mundo era vacío, y dentro del universo, no tenía forma ni orden y durante los primeros seis días, Hashem creó y ordenó cada cosa para que funcionaran  correctamente. Creó el universo en su totalidad, incluyendo el concepto de tiempo, de la nada.

Así el primer día creó la luz y la oscuridad; el segundo día separó las aguas del cielo y la tierra; el tercer día juntó las aguas en un lugar; el cuarto día creó el sol y la luna ubicándolos en el Cielo; el quinto día creó a los seres del mar y a las aves; el sexto día creó reptiles, animales y por último al hombre, Adam.

El Séptimo Día, Hashem “descansó de toda Su obra” y lo santificó como “Shabat”, que lo experimentamos cada semana, con su universo espiritual.

Luego, el Eterno consideró que no era bueno que el hombre estuviera solo. Así fue que durmió al hombre y de una costilla suya dio forma a una mujer, Javá, la cual llevó frente a Adam. El Todopoderoso ubicó a ambos en le Jardín del Edén, lugar donde podían comer todo tipo de fruto, pero no así del «Árbol de la Sabiduría del Bien y el Mal».

Sin embargo, Javá se dejó convencer por la astuta serpiente para que comiera del fruto prohibido y diera de comer del mismo a Adam. Por este hecho Hashem los castigó expulsándolos del Jardín del Edén y a partir de entonces debieron sustentarse con su propio trabajo y a la mujer con los sufrimientos de la parición. La serpiente también fue castigada debiendo movilizarse en el futuro, arrastrándose sobre la tierra y comiendo polvo.

Una lucha interna para corregir la equivocación que cometieron Adam y Javá . Esta lucha ser á el tema central de la Historia Universal.

Adam y Javá tuvieron dos hijos, Caín y Hével. El primero fue agricultor y el segundo, pastor. Los dos llevaron ofrendas de su producción ante el Eterno y Hével llevó lo mejor de sus productos mientras que Caín lo más inferior de sus cosechas. Fue que Hashem aceptó la ofrenda de Hével, no así la de Caín, hecho que lo enojó grandemente y que provocó su decisión de matar a su hermano Hével.

Posteriormente el Todopoderoso inquirió a Caín sobre dónde se encontraba su hermano, habiéndole respondido que “él no era el guardián de su hermano”. Hashem lo castigó y fue forzado a deambular por el mundo.

Adam y Javá tuvieron más hijos, y cada generación fue aumentando más y más.

En la décima generación apareció Noaj. Después de la muerte de Shet la humanidad se sumerge en maldad, violencia, inmoralidad.

Peca y desciende a un nivel tal de bajeza que Hashem decide acabar con el Mundo y el Hombre en un diluvio. Así, Hashem empezó a reconsiderar Su deseos de poblar la Tierra con seres humanos, lamentando haber creado al hombre.

Sin embargo, un hombre, Nóaj, encuentra gracia en los ojos de Di-s, y son los únicos que se salvan. 


Por Abraham Ben Abraham

La Torá comienza con el relato de La Creación; cada día fue así: El día uno fue creada la luz, el segundo se separaron las aguas y se formó el cielo; el tercero se creó lo seco, que fue llamado tierra, y también fueron creadas las plantas sobre la tierra, todas según su género; el cuarto se crearon las luminarias mayor y menor, que servirían como señales para las estaciones, días y años, así como las estrellas; el día quinto se crearon los seres vivientes de las aguas y así también las aves del cielo, según su especie, el sexto día se crearon los seres vivientes de sobre la tierra, también según su especie. Elokim vio todo ello como bueno, también en el sexto día Elokim creó al hombre con Su imagen y semejanza, y lo bendijo y lo ordenó fructificar y multiplicarse, y le dio la potestad de sojuzgar toda la tierra y los seres que la habitan; Elokim le dio toda planta para comer. Después en el día séptimo , Elokim cesó su obra creadora, bendijo este día y lo santificó.

El Eterno no había hecho llover aún, sino que subía un vapor de la tierra; entonces formó al hombre del polvo de la tierra soplando en el aliento de vida, llegando a ser entonces un ser viviente.

El hombre fue puesto en Gan Eden, y El Creador hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso para comer; Gan Eden estaba rodeado por cuatro ríos. Fue puesto al hombre para labrar y guardar Gan Eden y le fue ordenado comer de todos los árboles excepto de aquel de la ciencia del bien y del mal. El hombre Adam, puso nombre a todas las criaturas vivientes, pero no había ninguna ayuda idónea para él; por lo tanto Elokim le hizo caer un sueño y de su costado formó a la mujer; Adam vio que ella sí era su ayuda idónea; de aquí que el hombre deja a sus padres y se une a su mujer para ser una carne con ella.

La serpiente incitó a la mujer ( Eva ), a comer del árbol prohibido, desobedeciendo lo ordenado por El Creador; ella comió y dio a su marido quien también comió; y ambos se dieron cuenta de su desnudez por lo que cosieron delantales con hojas de higuera y trataron de esconderse, pero El Creador los confrontó ante su falta y Adam dijo que su mujer Eva le dio del fruto y esta dijo que la serpiente la engañó y ella comió; por lo tanto, maldijo El Creador a la serpiente, prometiendo que la simiente de la mujer le heriría en la cabeza; al hombre le dijo que la tierra sería maldita por causa y con el sudor del rostro obtendrían su pan; a la mujer le dijo que tendría sus hijos con dolor; Adam llamó a su mujer Eva ( Javah) El Eterno hizo túnicas de pieles y los vistió; y fueron sacados de Gan Eden; el cual fue custodiado por Keruvim, guardando el camino del árbol de la vida.

Adam y Eva tuvieron dos hijos. Caín y Abel; las ofrendas que hacía Caín no eran aceptadas, más si las de Abel. Entonces salieron los hermanos al campo y Caín mató a Abel.

El Eterno confrontó a Caín sobre este hecho y lo maldijo y le colocó una señal para que nadie que lo viera lo matara. Tuvo Caín una descendencia, en cual se cuenta que Lemej, quien tuvo dos mujeres. Adam tuvo otro hijo que se llamó Shet.

Se narra la descendencia de Adam, quien vivió novecientos treinta años; uno de sus descendientes, Janoj, después de vivir trescientos sesenta y cinco años caminando con El Eterno, fue llevado por Él; el último descendiente de este relato fue Noaj, quien a los quinientos años de vida engendró a Shem, Jam y Yefet.

La descendencia de los hombres comenzó a multiplicarse y los Benei Haelohim vieron que sus hijas eran hermosas y escogieron mujeres para sí entre ellas; entonces El Eterno decretó que los días del hombre serían máximo 120 años, porque ciertamente los hombres eran de carne y habían corrompido al mundo; por lo tanto decidió raerlos de la faz de la tierra, pero Noaj halló gracia en Sus ojos.

El principio de todo:
Mucho se ha especulado sobre lo que fue el comienzo de todo; y a decir verdad, siempre existirán corrientes que especulan sobre lo que fue el proceso de la creación y su posterior “ desarrollo”; pero los textos bíblicos tienen una verdad que vale la pena estudiar para tratar de entender, al menos en parte, la obra perfecta de quien con su Poder de Misericordia y demás atributos hizo posible la existencia de todo lo que conforma el universo.

Hemos de insistir que para entender adecuadamente los textos sagrados debemos partir de una premisa y es la sincera credibilidad que debemos darle a estos, pues de otra forma nos encontraremos ante posibles contradicciones que la realidad no existen, sino más bien realidades parciales de una gran verdad.
Y para empezar cabría preguntarnos:
Para que una creación?
Cómo fue posible esta?
Que o quién existía antes del comienzo de todo?

Todos estos interrogantes cobran especial sentido cuando nos remitimos a las enseñanzas de los sabios de nuestro pueblo, que nos aclaran en gran manera lo sucedido en Bereshit

En primer lugar, damos por sentado que “ ni los cielos de los cielos” pueden contener al Creador del Universo , por lo tanto, una primera enseñanza que podemos obtener de ello es que antes de la creación solo existía Bore Olam, quien llenaba todo.

Si El Eterno lo llenaba todo, y teniendo en cuenta que Él es Todo-suficiente, Todopoderoso y no requiere de nada ni de nadie , no es fácilmente comprensible el porque de la creación; pero, como dice el profeta, “ con amor eterno té he amado “, los que nos indica que en Su interior El Eterno desde la eternidad ya dio su amor a alguien, que en este caso es Yisrael, que estuvo concebida en la “ mente” de Él Eterno y por lo tanto “ en algún momento “ sería realidad. De manera que la creación fue producto del amor de El Eterno, que no cambia.

Shabat Shalom Umeboraj

Marcelo Mann


La fe de Dios

Rabino Sacks 

Hay una pregunta profunda que yace en el corazón de la fe judía y que raras veces es formulada. Cuando se abre la Torá vemos a Dios creando el universo día a día, trayendo el orden frente al caos, creando la vida a partir de la materia inanimada, y la flora y fauna, con toda su maravillosa diversidad.
En cada etapa Dios ve lo que hizo y declara: es bueno.
Entonces, qué fue lo que no funcionó? Cómo es que entró la maldad en escena, poniendo en marcha el drama que la Torá – de alguna forma la  historia en su totalidad – registra?
La respuesta simple, es el hombre, Homo Sapiens, nosotros.
Sólo nosotros, de entre todas las formas de vida conocidas hasta ahora, tenemos libre voluntad, capacidad de elección y responsabilidad moral.
Los gatos no debaten si deben matar ratones.
Los murciélagos vampiros no se tornan vegetarianos.
Las vacas no se preocupan por el calentamiento global.

Es esta capacidad compleja de hablar, pensar, elegir entre diversas alternativas de acción la que es a la vez nuestra gloria, nuestra carga y nuestra vergüenza. Cuando hacemos el bien, somos poco menos que ángeles. Cuando generamos el mal, somos peores que las bestias.

Por qué entonces corrió Dios el riesgo de crear una forma de vida capaz de destruir el mismo orden que Él había creado y declarado bueno?

Por qué Dios nos creó?

Esta es la pregunta planteada por la Guemará en el Sanhedrin:

Cuando el Santo, Bendito sea, vino a crear el hombre, creó un grupo de ángeles dedicados a él y les preguntó: Están de acuerdo en que procedamos a crear al hombre según nuestra imagen?

Ellos contestaron: Y cuáles serán sus acciones?

Dios les mostró la historia de la humanidad.

Los ángeles le replicaron: Qué es lo que tiene el hombre que Tú lo consideras tanto?” (Que el hombre no sea creado)

Y Dios destrozó a los ángeles.

Él creó un segundo grupo y les hizo la misma pregunta y ellos le dieron la misma respuesta. Dios los destruyó.

Creó un tercer grupo de ángeles y ellos le contestaron Soberano del Universo, el primero y el segundo grupo de ángeles Le dijo que no creara al hombre y no les hizo caso. No los escuchó. Qué otra cosa podemos decir que esto: el Universo es Suyo, haga con él lo que desee.

Y Dios creó al hombre.

 Pero cuando vino la generación del Diluvio, y luego la de los que construyeron la Torre de Babel, los ángeles le dijeron a Dios: No tenían razón los primeros ángeles? Ha visto qué grande es la corrupción de la humanidad?

Y Dios les respondió: (Isaías 46 :4) Aun con edad avanzada no cambiaré, y con cabello cano seguiré siendo paciente- (Talmud Babilónico, Sanhedrin 38b)

Técnicamente, la Guemará está planteando un problema estilístico con el texto. Luego de cada acto de creación en Génesis 1, la Torá nos dice: “Dios dijo ‘Que así sea’… Y ocurrió…” Sólo en el caso de la creación de la humanidad, hay un prefacio, un preludio. Y Dios dijo, “Hagamos al hombre a nuestra imagen, a nuestra semejanza…” Quien es el “nosotros”? Y por qué el preámbulo?

En su modalidad aparentemente inocente e infantil – en realidad sutil y profundo – los sabios contestaron ambas preguntas diciendo que – parafraseando a Hamlet – un emprendimiento de esta envergadura requiere una consulta con los ángeles. Eran ellos los “nosotros”.

Pero ahora la pregunta es verdaderamente muy profunda, pues al crear a los seres humanos, Dios generó la única forma de existencia, con la excepción de Él mismo, con la capacidad de la libertad de elegir. Es ése el significado de la frase “a Mi imagen y semejanza.” Porque el hecho saliente de Dios es que no tiene imagen. Hacer una imagen de Dios es el arquetipo de la idolatría.

Esto no sólo significa que obviamente, Dios es invisible. No puede ser visto. No puede ser identificado con nada de la Naturaleza: ni la luna, ni el sol, el trueno, el relámpago, el océano, ni ninguna de las otras fuerzas u objetos que los pueblos adoraban en ese tiempo. En este sentido superficial, Dios no tiene imagen. Eso, escribió Sigmund Freud en su última obra, Moisés y el Monoteísmo, fue la mayor contribución del judaísmo. Al adorar a un Dios invisible, los judíos inclinaron la balanza de la civilización, de lo físico a lo espiritual.

Pero la idea de que Dios no tiene imagen es más profunda que todo esto. Significa que Dios no puede ser conceptualizado, comprendido o que se puedan predecir sus actos. Dios no es una esencia abstracta; Él es una presencia viviente. Ese es el sentido de su autodefinición frente a Moshé en la zarza ardiente: “Seré El que Seré” – significando, “Seré lo que Yo elija ser.” Yo soy el Dios de la libertad, el que le otorgó la libertad a la humanidad, y estoy por liderar a los hijos de Israel para salir de la esclavitud hacia la libertad.

Cuando Dios hizo a humanidad a Su imagen, significa que Él le dio a los seres humanos la libertad de elegir, para que nunca se pueda predecir lo que van a hacer. Ellos también – dentro de los límites de nuestra mortalidad y finitud – serán lo que elijan ser. Lo cual significa que cuando Dios le dio a los seres humanos la libertad de actuar bien, también lo hizo para que pudieran actuar mal. No hay forma de evitar este dilema ni para Dios mismo. Y así fue. Adán y Eva pecaron. El primer hijo humano, Caín, asesinó al segundo, Abel, y en un breve período el mundo estuvo colmado de violencia.

En uno de los pasajes más inquietantes de todo el Tanaj, leemos al final de la parashá de esta semana:

Dios vio que la maldad del hombre estaba en incremento. Cada impulso de sus pensamientos más profundos era sólo de maldad, durante todo el día. Dios se arrepintió de haber creado al hombre en la Tierra, y estaba apenado hasta su ser más íntimo. (Gen. 6: 5-6).

De ahí la pregunta de los ángeles, la que apunta al pleno corazón de la fe. Por qué Dios, sabiendo los peligros y los riesgos implícitos, creó una especie que podía, y efectivamente se rebeló contra Él, devastó la naturaleza  y el medio ambiente, extinguió especies y oprimió y mató a sus congéneres?

El Talmud, imaginando una conversación entre Dios y los ángeles, sugiere una tensión en la mente de Dios mismo. La respuesta de Dios a los ángeles es extraordinaria: “Aun con edad avanzada no cambiaré, aún con pelo cano seguiré siendo paciente.” Significando: Yo, Dios, estoy dispuesto a esperar. Si llevara diez generaciones para que aparezca Noaj, y otras diez para que surja Abraham, seré paciente. Aunque muchas veces los seres humanos me decepcionen, no cambiaré. Me desencanté una vez, y traje el Diluvio. Pero después de ver que los humanos son meramente humanos, nunca más volveré a producir un Diluvio.

Dios creó la humanidad porque tiene fe en la humanidad. Mucho más que la fe que tenemos en Dios, Él tiene fe en nosotros. Podemos fallarle muchas veces, pero cada vez que lo hacemos, Dios nos dice: “Aun con edad avanzada, no cambiaré, aún con pelo cano seguiré siendo paciente.” Nunca abandonaré la humanidad, nunca perderé la fe. Esperaré todo lo que sea necesario para que los humanos aprendan a no oprimir, a no esclavizar o a emplear la violencia contra otros humanos. Eso, implica el Talmud, es la única explicación concebible por la que un Dios sabio, bueno, todopoderoso y que todo lo ve, haya creado seres tan falibles y destructivos como nosotros. Dios tiene paciencia. Dios tiene perdón. Dios tiene compasión. Dios tiene amor,

Durante siglos, los teólogos y filósofos han estado viendo la religión al revés. El verdadero fenómeno que está en su corazón – el misterio y el milagro – no es nuestra fe en Dios, sino la fe de Dios en nosotros.

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