El descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto en Qumrán nos puso en contacto
con una secta hasta entonces desconocida, gracias a la cual ahora tenemos una panorámica más completa del judaísmo de la era final del Segundo Templo. Pero, como suele ocurrir en estos casos, hay varios detalles que siempre hay que aclarar. Y aquí te platico algunas cosas interesantes y poco conocidas de este grupo.
¿Secta religiosa o logia?
A menudo se habla de los esenios (en general) como una secta del judaísmo equiparable a los saduceos y fariseos. Es una opinión muy imprecisa. En realidad, es muy difícil definir de ese modo a los esenios porque las descripciones y evidencias que tenemos de ellos nos indican que fueron un grupo más bien complejo, con prácticas e ideas que no corresponden a las de una secta.
El dato más significativo proviene de ciertos documentos recuperados en el mar Muerto, como la Regla de la Comunidad o el Documento de Damasco. Allí se nos explican ciertas normas que regulaban la vida del grupo esenio de Qumrán, y de ello podemos inferir tres cosas.
La primera es que el grupo esenio de Qumrán tenía un modo muy particular de hacer y entender las cosas, que no necesariamente era compartido por todos los esenios. Eso significa que los esenios pudieron ser un grupo polifacético, tanto en sus ideas como en ciertos hábitos.
La segunda es que fueron un grupo iniciático, es decir, una comunidad que exigía como protocolo de ingreso una serie de ritos de iniciación, para luego entrar a un proceso dividido en tres etapas que iban desde la condición inicial de aprendiz, hasta la condición final de miembro pleno.
La tercera es que compartían ideas y prácticas (específicamente las relacionadas con los ritos iniciáticos) con otros grupos similares de la antigüedad, especialmente los que habían copiado el molde de los pitagóricos.
En resumen, esto podría indicarnos que los esenios en general funcionaban más como una logia que como una secta (para entenderlo mejor, digamos que se parecían más a la masonería que a una religión), y que los esenios de Qumrán en particular habrían sido apenas uno de los diversos grupos que pudieron desarrollarse al interior de todo eso que fue el mundo esenio.
El extremismo religioso judío en la antigüedad
Los esenios de Qumrán, además de ser un grupo iniciático, fueron un grupo apocalíptico. Es decir, estaban convencidos de que D-os había revelado (en griego, “revelación” se dice “apocalipsis”) la inminencia del fin de los tiempos, y que esto lo había hecho por medio de ángeles (el paradigma clásico de las revelaciones apocalípticas).
Esto los llevó a desarrollar una línea que hoy habríamos definidos simple y llanamente como fundamentalismo extremista. Es decir, no habríamos tenido una buena opinión de ellos.
La secta de Qumrán estuvo profundamente involucrada en ideas y proyectos nacionalistas y antiromanos (reciclaje de los antecesores el grupo, que estuvieron inmersos en la militancia antisiria durante la guerra macabea). En su cosmovisión, los romanos (kittim) eran la encarnación misma de la maldad, y en la Regla de la Guerra se les identifica como “hijos de las tinieblas”. Según este texto (uno de los últimos en escribirse), la guerra duraría 40 años. En una primera fase de 7 años, los primeros 3 serían de predominio judío; luego, otros 3 de predominio romano; un último año marcaría la victoria judía y la liberación de Judea. Luego vendría otra etapa de 33 años en la que “los hijos de la luz” harían retroceder a las tropas romanas, hasta la destrucción final de su capital.
Toda esta ideología era muy similar a lo que hoy llamamos “guerra santa”. Y era extremista. Se basaba en la noción de que el mundo tenía que purificarse por medio de una guerra que destruiría por completo al sistema político imperante —el romano—, para darle paso al reino mesiánico (aunque, y mucho ojo con esto, los esenios de Qumrán nunca usaron ese término explícitamente).
Una secta obsesionada con el calendario
Un tema crucial para los esenios de Qumrán fue el calendario, ya que estaban convencidos de que el resto del judaísmo —fariseos y saduceos por igual— usaban un calendario ilegítimo, erróneo y hasta herético. Según podemos corroborar en ciertos pasajes del Libro de los Jubileos (un importante texto apocalíptico prequmranita, pero cuyas ideas fueron asimiladas en Qumrán), en la secta hubo un rechazo absoluto al uso de la luna como referente astronómico para mediciones calendáricas.
El calendario de Qumrán fue estrictamente solar, organizado en trimestres cuyos meses seguían una secuencia estricta de 30, 30 y 31 días, para garantizar que las festividades siempre se celebraran en el mismo momento de la semana. Por ejemplo, Pésaj siempre daba inicio en miércoles en la noche.
Este sistema calendárico implica que el año qumranita tenía 364 días (30+30+31, cuatro veces), por lo que es evidente que debió tener algún mecanismo de ajuste para empatarlo con el ciclo solar real, que dura 365.26 días. Sin embargo, no hemos recuperado ningún dato que nos aclare cómo se hacía el ajuste. Tal vez cada año había un día que no se contabilizaba, o cada cuatro años había un total de 5 días que no se contabilizaban (agregando el día extra correspondiente al año bisiesto), o algo similar.
Una secta profundamente helenizada
Los detalles de los ritos iniciáticos y del calendario solar nos muestran que los esenios de Qumrán fueron una secta profundamente helenizada.
Ellos mismos se visualizaron como “el verdadero Israel” o “la nueva alianza”, y se jactaban de ser quienes preservaban la máxima pureza del judaísmo. Muchos han aceptado esa idea sin crítica de por medio, y tienden a romantizar a los qumranitas suponiendo que todo su extremismo derivaba justamente de su radicalismo judaico.
Pero la realidad es muy distinta. Los esenios de Qumrán estuvieron profundamente influenciados por ideas provenientes del mundo helénico. Tan sencillo como el hecho de que las tradiciones iniciáticas surgieron allí (por ejemplo, los pitagóricos), y tuvieron un auge muy particular desde el siglo V AEC, época en la que se desarrollaron los primeros cultos mistéricos (aunque siempre basados en las tradiciones religiosas ancestrales).
Nótese: la religiosidad mistérica era estrictamente solar, ya que todo el simbolismo que se construyó en estos grupos tenía a alguna deidad solar como personaje protagónico. Por supuesto, este fue un asunto que no encontró espacio en Qumrán, evidentemente porque se impuso el monoteísmo judío. Pero el hecho de que el calendario fuese estrictamente solar, sugiere poderosamente que los qumranitas fueron lo más parecido a un judaísmo de tipo mistérico. Y eso implica que estaban profundamente helenizados en este tipo de ideas.
Una secta que se extinguió y una ideología que se recicló
La secta qumranita —como ya mencioné— estuvo involucrada en los movimientos nacionalistas y antiromanos. Lógicamente, cuando comenzó el levantamiento del año 66 formaron parte de la sublevación, y ello provocó que los romanos sitiaran y destruyeran el monasterio de Qumrán en el año 68. La presencia de documentos directamente emparentados con los Rollos del mar Muerto y recuperados en las ruinas de Masada, evidencian que los últimos sobrevivientes se mantuvieron activos en los últimos bastiones de la resistencia antiromana.
El movimiento esenio qumranita colapsó después de esa guerra, y a partir del año 73 no volvemos a tener más noticias de ellos. Como mucho, tenemos algún vago vestigio de ciertas ideas apocalípticas que sobrevivieron durante algún tiempo. Sin embargo, el judaísmo rabínico las censuró por lo pernicioso que habían sido. La idea de que D-os tenía que darle una victoria milagrosa al pueblo judío sólo porque “estaba profetizado”, provocó que muchos judíos se involucraran en una guerra suicida y sin futuro, provocando la destrucción de Jerusalén y del Templo. Por ello, los rabinos posteriores al siglo I sentenciaron que “aquellos que desean adivinar el futuro” (clara alusión a las obsesiones pseudoproféticas de los judíos apocalípticos) les era mejor no haber nacido.
Sin embargo, esto no significó el fin de estas ideas. En realidad, muchas de las creencias de los esenios de Qumrán sólo era una consecuencia social inevitable de la condición de opresión que se vivía, a manos de los romanos. Por ello, muchas de estas ideas volvieron a aparecer en el judaísmo jasídico, una tendencia que apareció en uno de los momentos históricos más difíciles para el judaísmo europeo.
Las máximas similitudes entre qumranitas y jasídicos giran en torno a la especulación sobre la futura llegada del mesías, y en torno a la búsqueda de una religiosidad y espiritualidad pura y limpia delante de D-os. También es notable el modo en el que estos grupos se decantaron por un modo de vida preferentemente aislado —y poco afectos a “la modernidad”—, y la combinación de todos estos factores provocó que desarrollaran un posicionamiento político idéntico: ambos rechazaron la independencia de los judíos por considerarla “ilegítima”. Los qumranitas, en los tiempos del Reino asmoneo; los jasídicos, cuando la fundación del Estado de Israel.
Pero, por supuesto, hay diferencias (y creo que son las más importantes). Por ejemplo, los qumranitas fueron intransigentes en este último punto, y durante los más de 200 años de existencia de la secta nunca aceptaron la legitimidad de los asmoneos, ni de los sumos sacerdotes impuestos por Roma. En contraste, muchos grupos jasídicos se han acoplado a la realidad política que representa el Estado de Israel, y los grupos antisionistas cada vez son menos en la actualidad.
Como consecuencia directa de ello, el jasidismo no ha desarrollado una militancia política belicista extremista, como sí la desarrollaron los qumranitas.
Finalmente, la otra diferencia relevante fue que el jasidismo no sufrió una influencia externa equiparable a la profunda influencia helenística que tuvieron los qumranitas. Desde sus inicios bajo la guía del Baal Shem Tov, el jasidismo se mantuvo siempre como un grupo netamente judío.
La secta esenia de Qumrán fue un grupo muy reducido, pero su importancia vino a ser mayúscula gracias a que lograron esconder una gran cantidad de textos en las cuevas aledañas del mar Muerto, y eso permitió que los investigadores de la segunda mitad del siglo XX pudieran armar el rompecabezas del judaísmo apocalíptico. Ello fue de máxima relevancia, porque aunque se tenía conocimiento de la existencia de este tipo de judaísmo, muchas de sus ideas y de sus prácticas nos resultaban completamente desconocidas.
Como beneficio extra, este nuevo conocimiento que tenemos del judaísmo de los siglos III AEC a I EC, nos han permitido conocer y entender mejor el entorno en el que surgió el cristianismo, aunque al respecto no existan consensos respecto al cómo pudo desarrollarse este proceso.
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