La guerra en el Cáucaso Sur, una de las regiones más complejas del mundo y por donde pasan oleoductos que abastecen a Europa, amenaza la estabilidad regional y global. Las reivindicaciones de las partes, el papel decisivo del presidente turco Erdogan y la mediación de Putin
Este nuevo capítulo bélico entre Armenia y Azerbaiyán por Nagorno Karabaj cumplió un mes y hasta ahora fallaron todos los intentos por alcanzar una tregua duradera. La región, el Cáucaso Sur, es una de las más complejas del mundo por sus diferentes grupos étnicos y religiosos, y un “polvorín” tras la desintegración de la Unión Soviética
Los intereses de grandes potencias en el tablero geopolítico juegan de lleno en esta pugna histórica. Aquí, 7 claves para intentar entender el conflicto:
1-El origen de la disputa y “el capricho de Stalin”
El conflicto en la zona montañosa de Nagorno Karabaj, unos 11.500 kilómetros cuadrados de tierra, se remonta a la época del imperio ruso. Habitada por una mayoría étnica de armenios cristianos, siempre hubo tensiones con la minoría de fe islámica, pero los zares, primero, y la Unión Soviética después, supieron contenerlas… A la fuerza, claro.
Con la caída del imperio ruso y la revolución bolchevique, se genera un vacío de poder en el Cáucaso y surgen tres repúblicas: Georgia, Armenia y Azerbaiyán. “Solo Armenia es reconocida por la Sociedad de Naciones, pero queda entre el ‘martillo y el yunque’ y en 1920 es sovietizada toda la región”, explica Juan Pablo Artinian, doctor en historia por la State University of New York at Stony Brook y profesor en el Departamento de Estudios Históricos y Sociales de la Universidad Torcuato Di Tella. El especialista recuerda que la zona que ahora se denomina Nagorno Karabaj era entonces un territorio autónomo, pero estaba poblado por armenios desde la antigüedad: “Hay vestigios culturales y elementos históricos desde la Edad Media, es mucho más que una disputa entre dos ex repúblicas soviéticas”.
En esta época, en pleno genocidio Armenio -que ocurrió entre 1915 y 1923-, Azerbaiyán, apoyado por Turquía, inicia guerras contra Armenia, no solo reclamando Nagorno Karabaj sino algunas partes del sur armenio en la frontera con Turquía.
Pero en abril de 1920 el Ejército Rojo fue por todo. Buscando aprovechar la riqueza petrolera de la zona, invadió el Cáucaso. Y en 1921, por decisión del Buró Caucasiano del Partido Comunista de Rusia -«un capricho de Stalin», según definió la embajadora armenia en Argentina, Esther Mkrtumyan-, Nagorno Karabaj pasó a ser un Oblast (región autónoma) dentro de Azerbaiyán.
“¿Por qué Stalin cede arbitrariamente la zona? Por una política de ‘divide y reinarás’”, apunta Artinian. Esto, explica, es muy común en políticas imperiales, no sólo en los soviéticos. “No quería que hubiera homogeneidad étnica. Buscaba amortiguar, que ningún Estado se volviera muy fuerte o muy grande”.
En 1977, el Consejo de Ministros soviético admite que Nagorno Karabaj fue anexada de forma artificial a la República Socialista de Azerbaiyán, y aunque la declaración no significó ningún cambio de estatus -ya durante los tormentosos años de la Perestroika de Mijaíl Gorbachov-, los armenios empezaron a peticionar dentro del marco de la URSS que querían volver a estar en la órbita de Armenia.
En febrero de 1988 se produjeron sangrientos ataques contra la población armenia en las ciudades azerbaiyanas de Bakú y Sumgait, lejos de la zona en disputa de Nagorno Karabaj. Aquellos sucesos, que tuvieron una enorme repercusión en toda la Unión Soviética y en el mundo, impulsaron que esta región anunciara su deseo de escindirse de Azerbaiyán.
2- La guerra
En 1991, después de un ataque azerí, emerge el conflicto entre Armenia y Azerbaiján sobre el estatuto jurídico de la región autónoma de Nagorno Karabaj. El 3 de abril, manifestando su postura al respecto, Turquía cierra su frontera con Armenia, situación que se mantiene hasta hoy.
La región autónoma declaró oficialmente su independencia, y Armenia y Azerbaiyán comenzaron una sangrienta guerra. Los enfrentamientos se prolongaron por tres años y, como resultado, Azerbaiyán perdió el control sobre Nagorno Karabaj y siete distritos adyacentes ocupados por la parte armenia, que los considera como una “franja de seguridad”.
Durante la guerra, en diciembre de 1991, en Nagorno Karabaj se celebró un referéndum en el que casi la totalidad de la población se pronunció a favor de la proclamación del territorio separatista como una república independiente. Sin embargo, asegura Artinian, “los azeríes anularon la autonomía de Nagorno Karabaj, violando no solamente las normativas de la Unión Soviética, sino también el derecho de autodeterminación de los pueblos”.
La autoproclamada república de Nagorno Karabaj hasta el momento no ha sido reconocida por ningún miembro de la comunidad internacional.
3- La tregua, tensa calma y estallidos
En 1993, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó cuatro resoluciones sobre el conflicto -la 822, la 853, la 874 y la 884- en las que solicita el inmediato cese de fuego, el repliegue armenio de Kelbayar, Agdam y otros territorios ocupados en la República de Azerbaiyán -todas zonas fuera de los límites de Nagorno Karabaj-, solicita a Armenia que ejerza influencia sobre los armenios de Nagorno Karabaj para que cumplan con los requerimientos del Consejo y brega por que prosperen las negociaciones con la mediación del Grupo Minsk.
Luego de 30.000 muertos y más de un millón de desplazados, en 1994, bajo el patrocinio de Rusia, se firmó un acuerdo tripartito en la capital de Kirguistán, en el que Azerbaiyán, Armenia y Nagorno Karabaj suscribieron una tregua.
“Si bien hubo un cese del fuego nunca fue un conflicto congelado, porque no hay reconocimiento del estatus jurídico de la República de Artsaj (como la llaman los armenios en ese territorio), lo que hay es un control de facto de la población armenia del lugar y un establecimiento de una República con todos los elementos propios, como elecciones democráticas, una Corte Suprema, etc.”, detalla el doctor en Historia.
Tras varios años de una calma relativa en la línea de separación de fuerzas, en abril de 2016 se desató la “guerra de los cuatro días”. Durante esa escalada murieron al menos 300 personas en ambos bandos y varios centenares resultaron heridos. Y en los últimos años los choques entre los dos países comenzaron a registrarse no solo en la zona de Nagorno Karabaj, sino también en la frontera entre Armenia y Azerbaiyán. El último de ellos, antes de la crisis actual, tuvo lugar en el norte de la frontera común en la región de Tavush, en julio pasado. Durante estos enfrentamientos, que causaron más de 20 muertos, las partes emplearon no solo armas ligeras sino también artillería pesada y aviación.
Los choques en la frontera armenio-azerbaiyana dieron lugar, además, a conflictos locales entre miembros de ambas comunidades en varios países, que por lo general terminan en peleas callejeras y un preocupante aumento de mensajes de odio en las redes sociales.
Ahora, este nuevo capítulo del conflicto cumplió un mes y no se advierte una salida viable a corto plazo.
4- La ambición de Turquía
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, fue el primero en reaccionar tras el estallido en septiembre pasado. En medio del silencio -muchas veces cómplice- de jugadores de peso en el tablero geopolítico, el régimen turco cree que esta es una oportunidad para darle vuelo a su ambición imperialista. “Turquía es el componente clave del conflicto, los ataques están apoyados y empujados por Turquía”, denuncia la embajadora armenia. Hay varias razones por las que Erdogan respalda a Azerbaiyán pero lo más importante, según la diplomática, es su política expansionista hacia el Cáucaso Sur. “Esta guerra sin el apoyo de Turquía no iba a suceder. Azerbaiyán nunca iba a atreverse a esta aventura. Turquía no solo tiene aires de expansionismo, panturquismo o neo-otomanismo, va por la energía”, advierte Mkrtumyan.
Armenia advierte sobre la posibilidad de un nuevo genocidio de su pueblo y denuncia el suministro de armamento, drones y terroristas por parte de Ankara.
“El problema que excede a la región es la retórica neo-otomana de Turquía. Erdogan en mayo pasado habló de los armenios como ‘los restos de la espada’ (un insulto muy común en Turquía tras el genocidio). Y afirmó, en julio, que continuará la misión que ‘los abuelos han realizado durante siglos’ en la región del Cáucaso», detalla Artinian, quien explica que este discurso significa en la práctica que “Erdogan está suministrando armamentos y mercenarios yihadistas, que se utilizan bombas de racimo que están prohibidas y que hay asesores y soldados turcos allí”. En definitiva, afirma, “Erdogan busca mostrarse como fuerza regional, incluso global”.
Además, advierte que la retórica se replica en el mundo, por ejemplo en Europa, donde grupos de extrema derecha turcos salen “a cazar” armenios: “Es el avance de los autoritarismos, el discurso de odio”.
5- Rusia, el equilibrista
Vladimir Putin hace negocios con los dos.
Por un lado, quiere preservar su relación con Armenia. Ambos países están unidos por el tratado de la Organización del Acuerdo de Defensa Colectiva y, de hecho, existe una base militar rusa en territorio armenio. Pero tampoco quiere problemas con Azerbaiyán, país con el que ha firmado contratos de exportación de armas y al que lo unen grandes intereses económicos…
Así, hasta el momento, el líder ruso mantiene un perfil bastante bajo en el conflicto. Cada vez que puede, recuerda en público que su única vocación es la de mediar como co-presidente del Grupo de Minsk, pero ese equilibrio también busca mantener viva la dependencia que ambos países tienen con Moscú.
6- El tablero geopolítico
Por más equilibrio que haga Rusia, la situación es de extrema tensión. Cualquier escalada de violencia puede desestabilizar la región. Preocupa que Turquía y Rusia entren de manera directa en el conflicto, porque ya están involucrados en Libia y Siria. Y la otra gran incógnita -o problema- es la reacción de Irán que comparte frontera y por el momento se limita a pedir un alto al fuego, pero también podría utilizar el conflicto para motorizar sus propias ambiciones.
La crisis, además -y en especial-, amenaza la economía global. Es que el Cáucaso Sur es el corredor de gasoductos y oleoductos que llegan a todos los mercados mundiales, principalmente a Europa.
Azerbaiyán, rico en hidrocarburos, es el punto de partida de rutas estratégicas de transporte de petróleo desde el Mar Caspio. Algunas de ellas, como el oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan -en el que participan, las empresas petroleras europeas BP, Total y Eni- une Azerbaiyán con Turquía a través de Georgia, sin pasar por Rusia. Y también se está construyendo un gasoducto llamado Cáucaso del Sur (Bakú-Tiflis-Erzurum), operado junto a la británica BP, que debería estar conectado con Italia a finales de 2020.
Estas dos estructuras, esenciales para la economía azerbaiyana, pasan a unos pocos kilómetros del frente, y un conflicto prolongado pondría en peligro gran parte de ese suministro.
7- Tres altos
Rashad Aslanov, el embajador de Azerbaiyán en Argentina, afirma que todos los intentos han fracasado porque “Armenia se niega sistemáticamente a cumplir con el derecho internacional y a someterse al imperio de la justicia internacional”. Exige la retirada “de las fuerzas de ocupación armenias de todos los territorios ocupados, el regreso de la población expulsada a sus lugares de origen y la restauración de la convivencia y del diálogo”.
Además, el embajador azerí asegura que en el comienzo del conflicto Armenia perpetró una “limpieza étnica” en la zona. La acusación, sin embargo, no encuentra respaldo en ninguna de las cuatro resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que, en cambio, sí da cuenta del control armenio de territorios más allá de Nagorno Karabaj.
Para la embajadora armenia, la única salida al conflicto es la implementación de sanciones. Llama a un boicot internacional contra Azerbaiyán y su socio Turquía, y apela al poder de persuasión de la OTAN. “Azerbaiyán y Rusia tienen que sentirse solos, no entienden el idioma diplomático”, afirma.
Fernanda Kobelinsky / EFE, AFP y Europa Press