En el año 930 AEC, al asumir el trono Rehoboam, el hijo del rey Salomón, las diez tribus del norte, (Asher, Dan, Efraín, Gad, Isajar, Menashe, Naftali, Rubén, Simeón y Zebulun) se separaron y formaron su propio reino, Israel, mucho mas grande en territorio y en población que Judá, el reino del sur, que quedó con solo dos tribus, Judá y Benjamín).
Dos siglos despues, en el año 721 AEC, el reino del norte fue conquistado por los asirios que, de acuerdo a su política de evitar rebeliones, deportaron a la mayoría de la población a territorios lejanos de su imperio. Los sobrevivientes emigraron al sur y se unieron a las tribus de Judá y Benjamín.
Debido a que habían sido dispersados en pequeñas comunidades en diversas regiones del territorio asirio, los deportados perdieron gradualmente su identidad y se asimilaron, perdiéndose así para la historia pero sobreviviendo como un mito.
(Esto no sucedió con los deportados del reino de Judá cuando Babilonia conquistó Jerusalén y destruyó el primer Templo en el año 586 AEC. En vez de dispersarlos por todo el imperio los radicaron en la ciudad capital, y, 70 años después, cuando el persa Ciro conquistó Babilonia, permitió a los que así querían regresar a Judá y reconstruir Jerusalem).
Una de las primeras manifestaciones de ese mito fue creer que las diez tribus estaban en el lado lejano de un rio llamado Sambation, que por su caudal y su rápido torrente era imposible de cruzar. El rio se tranquilizaba los sabados, pero, por convicciones religiosas, los deportados no podían cruzarlo ese dia.
Desde entonces las diez tribus perdidas han sido objeto de búsqueda, y muchas veces han sido “encontrados”. Por ejemplo, los mormones se consideran descendientes de las diez tribus. Otros identifican a tribus en Pakistán como restos de las tribus perdidas. Los japoneses, los indios del Amazonas, los celtas de las islas británicas, los nativos de Nueva Zelandia, y muchos otros han sido considerados como descendientes de las tribus perdidas.
Aunque muchos consideran que la existencia en nuestros días de las diez tribus perdidas es un mito, esta creencia ha tenido efectos prácticos.
Los judíos etíopes fueron reconocidos por el rabinato de Israel como descendientes de la tribu perdida de Dan, y, por lo tanto, se les reconoció el derecho de inmigrar a Israel y recibir la nacionalidad.
Algo similar ocurrió con un grupo etnolinguista que habita en el noreste de India. Originalmente su religión era animista, pero misioneros los convirtieron al cristianismo en el siglo 19. En 1951 uno de los líderes del grupo informó que había tenido un sueño que le reveló que su patria ancestral era Israel. Gradualmente, fueron adoptando las prácticas de la religión judía, y se atribuyeron descendencia de la tribu de Menashe. Una organización llamada Shavei Israel convenció al gobierno israelí para que les otorguen el derecho de inmigrar y recibir ciudadanía israelí. Hasta hoy, de los 10,000 Bnei Menashe, 4,000 han inmigrado.
Imagino que con un poco de imaginación, otros grupos serán identificados en el futuro como descendientes de las diez tribus perdidas.
David Mandel / Mi Enfoque