Houdini: la increíble vida llena de engaños del primer gran ídolo de masas

Existen poquísimas personas en la historia que solo necesitan de su apellido para ser reconocidas. Seres que por su legado no necesitan demasiada introducción en cualquier punto del globo. Personajes extraordinarios que se instalaron para siempre en la memoria colectiva por razones diferentes, en este caso, el de haber sido la primera gran estrella global, un hombre sin fronteras que fue no solo uno de los grandes maestros del ilusionismo, del escapismo, sino también de la autopromoción; un publicista adelantado a su tiempo que hizo bailar a los medios a su ritmo, un genio, un obsesivo, un hijo y marido fiel, un cazador de espiritistas. Houdini o para quiénes no lo conozcan, Harry Houdini.

A grandes rasgos, la historia de la magia comenzó en la antigüedad, existen registro persas, indios y chinos – por nombrar algunos- que revelan unos inicios más relacionados a la curación, a la adivinación del futuro, que al entretenimiento. En la Edad Media, por ejemplo, las brujas eran perseguidas por sus capacidades sobrenaturales, se consideraba que a través de pactos demoníacos podían, entre otras cosas, realizar sus deseos a través de otras personas.

Pero esta no es la historia de la magia, sino la de un mago en especial, cuyo nombre permanece -a casi 92 años de su muerte- como el del máximo referente, aquel que todos admiran, aquel que todos copian, aquel que todos quieren superar.

En la Fundación Telefónica de Buenos Aires se lleva adelante la muestra Houdini, las leyes del asombro, hasta el 6 de junio y con entrada gratuita, una exposición que recorre la vida, los hitos y revela la personalidad del gran escapista. ¿Cómo se convirtió este húngaro, llamado Erik Weisz, en el máximo referente del género? Haciendo una revolución, tomando la ya existente y elevándolo un escalón más, y otro, y otro.

Del circo al teatro

Al principio de los tiempos, por lo menos de la magia como entretenimiento, el mago no era más que una atracción entre tantas. Los circos, los festivales, los freak shows atravesaban ciudades de Estados Unidos, con su elenco de rarezas: la mujer barbuda, las siamesas, los enanos, los fakires, las sirenas y otros tantos.

A mediados del siglo 19, Jean Robert-Houdin, un francés, que era relojero y constructor de autómatas, lo cambió todo. Robert-Houdin eleva la magia en todos los sentidos. La dota de nuevos contenidos, en los que utiliza aparatos mecánicos y aplica fenómenos físicos para crear efectos. Otro gran aporte: es el primero que viste al mago de frac, le pone un sombrero de copa y le saca del circo, de la feria, y lo sube al escenario del teatro. «Le dota de una dignidad y de un empaque que no tenía», explica a Infobae Cultura, el español Miguel Delgado, quien junto a María Santoyo son los curadores de la exposición.

Houdini empieza muy joven en un circo, rodeado por todo ese elenco de personajes, hasta que en un momento se cruza con la autobiografía de Robert-Houdin y elige el nombre artístico Houdini como homenaje. «Años después a Houdini le entra la obsesión de que Robert-Houdin le había robado los trucos a otros magos, cosa que nunca ha sido demostrado por ningún biógrafo y escribe un libro El desenmascaramiento de Robert-Houdin. Houdini tenía un gran ego y lo que pretendía era borrar al francés de la historia y que sólo se lo recordase a él y, en cierta forma, lo consiguió con el gran público. Robert-Houdin ya no es conocido para las masas, pero para los magos sigue siendo el gran mago fundador», explica Delgado.

Estos inicios, de los festivales a los teatros, tienen un espacio en la muestra, donde se revelan algunos de los carteles promocionales de la época, junto a una proyección de la película Freaks (1932), de Tod Browning, y una secuencia de trucos realizados por el famoso ilusionista y cineasta francés Georges Méliès en su teatro: «Méliès compra el teatro de Robert-Houdin para hacer sus shows. Cuando luego descubre el cine, incorpora la magia para añadir efectos a sus trucos, para rellenar espacios entre actuación y actuación. Y también realiza películas de magia, pero ya con cortes cinematográficos».

Con Robert-Houdin empieza la época de oro de la magia. Entonces, en aquellas décadas de finales del siglo XIX y las primeras del XX, los prestidigitadores eran verdaderas estrellas del espectáculo, se iban de gira, llenaban teatros, eran recibidos por los grandes mandatarios del mundo.

Además, se produce entonces un cambio de paradigma, hasta este momento los magos aseguraban que sus trucos eran reales, que provenían de poderes. En cambio, el nuevo ilusionismo ya no interpela a lo extraordinario, a lo sobrenatural, sino a la ciencia. El mago dice que es un engaño, entonces la atención se centra tanto en el qué como en el cómo.

“La magia es probablemente la única actividad en la que un adulto pagan para que lo engañen y si no te engañan, te sientes defraudado”.
En aquel entonces, el mago del momento era Harry Kellar, quien era el único «que sigue diciendo que tiene poderes que le vienen de un pacto con un demonio que le dice cómo hacer los trucos. Por eso en sus carteles siempre aparece un demonio que le está susurrando. Houdini busca desesperadamente que Kellar lo reconozca como su heredero, pero éste elige a Howard Thurston y eso hace que Houdini los odie a muerte y Thurston es, al principio de su carrera, su gran rival».

La muestra también recrea como en aquella época, Argentina era una potencia en este arte. «Venían casi todos los grandes magos del mundo, entre ellos Fu-manchú», un ilusionista que recorrió el globo y grabó seis filmes en México, donde se convirtió en toda una celebridad. Llamado David Bamberg, el inglés Fu-manchú seguía toda una tradición cultural, en la que los artistas cambiaban sus nombres y se vestían como indios o chinos, entre otras nacionalidades, para dar ese toque de exotismo necesario que atrajese al público hacia lo desconocido, a conocer las antiguas artes que se producían más allá de Occidente.

El gran simulador

Houdini, ya todo un experto en truco de barajas, descubre que en realidad «era un mago del montón en muchas de las disciplinas». Es entonces que entiende que para sobresalir debe dejar el abracadabra de lado y sumergirse en actos más complejos, más peligrosos, donde la vida y la muerte pendiesen de un hilo -o más bien de una soga.

«Fue un genio absoluto y, de hecho el gran creador, del escapismo. Ya había entonces magos con espectáculos que se liberaban de cadenas, pero él lo lleva a un límite desconocido. Empezó el principio con escapismos sencillos, que le valieron una fama por la manera en que los armaba», comenta el especialista.

Cuando él llegaba un sitio, lo primero que pedía era que se lo encerrara en la cárcel más segura, prácticamente desnudo y encadenado. «Normalmente a los 10 minutos se había liberado, había abierto la puerta de la celda, y a veces habría las otras puertas y mezclaba a los presos. Luego aparecía ante el alcaide y le daba los grilletes».

El escape era una gran puesta en escena. Antes, se encargaba de avisar a la prensa, que lo seguía a todos lados porque sus proezas, a medida que comenzaron a ser publicadas, se convirtieron en material que elevaba las ventas.

Esta era solo uno de sus trucos promocionales. En ese sentido, Houdini también fue el fundador de un modelo publicitario que, cambios tecnológicos mediante, se sigue utilizando hasta la actualidad. En la expo, apenas se ingresa, se puede apreciar uno de sus métodos de divulgación más básicos, pero no por eso poco efectivo: «Cuando arribaba, contrataba a siete calvos, quienes iban caminando por la ciudad todos juntos. De repente, frenaban y hacían una performance, cada uno tenía pintada una letra de su nombre en la cabeza y la mostraban al unísono. Con eso solo, ya creaba mucha expectación».

Era alguien que estaba siempre atento a lo que permitían los medios de comunicación. Es un momento en que la prensa se convierte por primera vez en un medio popular. La gran tasa de alfabetización en Estados Unidos hace que los periódicos tiren millones de ejemplares todos los días; deja de ser algo leído por una élite para ser leído por el gran público». Y él lo entiende, y lo aprovecha como nadie.

Houdini sacó la magia a la calle, a una escala que nadie lo había hecho hasta entonces. Miles de personas se congregaban para ver sus escapes y elegía escenario de fácil acceso, donde pudieran verlo la mayor cantidad posible de público. «Un ejemplo, es cuando realizaba actos frente a los periódicos, para asegurarse una cobertura amplísima», dice Delgado. Aquellos escapes consistían en ser colgado boca abajo, amarrado por una camisa de fuerza, y él se liberaba de todas las ataduras a la vista de todos.

También solían encadenarlo de todas las formas posibles y se arrojaba desde puentes públicos para luego salir nadando ante los aplausos y la admiración de miles. «Otro truco muy famoso fue el de la lechera, se llenaba de agua, se lo tapaba y sellaba con candados. Por supuesto, escapaba. Nunca falló ni un solo escape».

Su gran escape

Si bien todos sus escapes cautivaban, hubo uno en particular que lo elevó a mito, uno que aún hoy sigue siendo peligroso: la celda de tortura acuática. «Es su gran obra maestra, una celda llena de agua donde ingresaba boca abajo, se cerraba todo con candados de alta seguridad y él debía salir». Este acto tenía una puesta en escena no apta para cardíacos, un acto que llevaba de la expectativa al pavor.

La obra maestra del escapismo

«Había un maestro de ceremonias que le pedía a la gente que aguantara la respiración para que sintieran lo que vivía él allí adentro. Un reloj enorme empezaba a correr, a un costado un asistente con una maza en la mano estaba expectante por si tenía que intervenir para romper la celda. Había músicos, que tocaban de una forma muy siniestra, mientras el maestro de ceremonias gritaba ’30 segundos’, ‘1 minuto’…’5 minutos’. Ya entonces cundía el nerviosismo, la gente gritaba ‘por favor, que lo saquen’, se acercaban al escenario, trataban de invadir, y cuando el hombre de la maza estaba a punto de romper, aparecía por detrás, todo ensangrentado, y el auditorio explotaba, aplausos, gritos, abrazos de algarabía. La realidad es que al minuto ya estaba afuera y esperaba pacientemente, eso alimentaba su leyenda».

En la muestra organizada por Telefónica también hay un espacio dedicado a la relación entre la neurociencia y los magos. «Los magos tienen un conocimiento intuitivo del conocimiento del cerebro, saben cómo engañar. Este conocimiento intuitivo le da muchas pistas a los científicos para que lleguen a comprender cómo funciona el cerebro». Esto está ejemplificado «a partir del truco más famoso de no escapismo de Houdini, que fue cuando hizo desaparecer a una elefanta, Jenny. Todavía no se sabe bien cómo lo hizo, pero los especialistas aseguran que habría sido a partir de efectos ópticos».

H.P. Lovecraft, «escritor fantasma»

Houdini no solo era un gran publicista por sus actos masivos, también había desarrollado -algo muy común, de hecho- toda una producción de carteles promocionales, en los que -por ejemplo- desafiaba a las personas a llevasen esposas y en caso de no poder sacárselas, él les entregaría una buena suma de dinero. Nunca debió sacar un billete de sus bolsillos.

«Trabaja con los mejores ilustradores de la época, los mejores profesionales. Incluso, contrató a H.P. Lovecraft». El escritor estadounidense, quien tomó notoriedad de manera póstuma por sus relatos de terror, escribió Imprisoned with the Pharaohs, para el ilusionista.

«Allí cuenta cómo en una visita a Egipto quedó atrapado en una pirámide y todo lo que debió atravesar para escapar. Este relato de terror fue muy conocido y tuvo una gran repercusión». La historia permaneció como verídica hasta después de su muerte, pero este no fue el único trabajo que realizaron juntos. En 20016, por ejemplo, salió a la luz de una subasta el relato Cancer of superstition. El texto había permanecido oculto en una bodega de viejos artículos de magia, que había pertenecido a Bess Houdini, única esposa del ilusionista y su gran apoyo durante toda su carrera. El artículo alcanzó los USD 33,600.

De cine y aviones

Tony Curtis, Norman Mailer y Adrien Brody son algunos de los nombres que interpretaron al gran ilusionista, en la pantalla grande o chica, en las más de 10 adaptaciones que se realizaron sobre su vida, pero Houdini también pasó por el cine. Su debut fue con The Master Mystery, un serial de 15 capítulos que se reproducía antes de las películas.

«Los seriales duraban unos 8 minutos, no utilizaba dobles en las escenas de riesgo y mostraba todo su talento como mago y escapista. Los capítulos siempre terminaban en el clímax, de esa manera la gente volvía a ir al cine a la siguiente semana para ver cómo hacía para salvarse», dijo Delgado. Luego, realizó varias películas The Grim Game (1919), Terror Island (1920), y ya con su propia productora The Man from Beyond (1921) y Haldane of the Secret Service (1923).

Su fama lo llevó a recorrer el mundo. Alemania, Inglaterra y Rusia fueron algunos de sus destinos. Al contrario de lo que aseguran algunas leyendas, no lo hizo como espía en el apogeo de la primera guerra mundial, sino para regresar como una estrella luego de sorprender, entre otros, a Guillermo II y los Romanov. Existe otro mito con respecto a su visita al último zar, en el que se asegura que ridiculizó al mismísimo Rasputín, pero no hay evidencia real sobre este evento.

A principios del siglo 20 aparece el aviación como gran fenómeno, luego de que los hermanos Wright, en 1903, lograran volar por primera vez en la historia. «Él se da cuenta de que las estrellas con quién la prensa quiere hablar son los aviadores. Entonces no se detiene hasta que le construyen un aeroplano y se convierte en aviador. Pero para pasar a la historia se debe volar en algún lugar que nadie lo haya hecho antes. Ese lugar es Australia. Así que se dirige hacia allí y lo realiza. Después de eso, nunca volvió a volar, ni tampoco a Australia», relata Delgado.

El Gran Hermano

Desde aquel rechazo de Kellar como heredero, una de sus obsesiones fue la de combatir -destruir- a toda la competencia. «Siempre que aparecía un nuevo truco surgía también un mago que lo copiaba. Entonces para evitar las copias, decidió patentar los trucos -fue el primero en hacerlo- pero esto le jugó en contra. Entonces si un mago quería copiar algo lo que tenía que hacer era ir a ver el truco y luego intentar deducir cómo lo había hecho, pero desde ese momento, solo bastaba con ir al registro de patentes y verlo, porque ahí está todo explicado».

Así, comenzaron a proliferar otros artistas que repetían su acto, lo que le quitaba público. Fue en eso años, que le surgió un nuevo enemigo: Theodore Hardeen – y la competencia fue bestial.

«Tenían una gran rivalidad. Si él presentaba un acto nuevo, Hardeen lo copiaba y hasta lo mejoraba, por lo que él debía subir la apuesta un poco más. Se desafiaban constantemente a través de la prensa, acaparaban toda la atención. Cuando uno llegaba a una ciudad y alquilaba un teatro, él otro también lo hacía», relata Delgado.

Esa rivalidad se mantuvo por años, hasta que finalmente se supo que no era otra cosa que otro gran truco. Hardeen era Ferenc Dezső Weisz, su hermano menor. De esta manera, los hermanitos Weisz se aseguraron ser el centro de atención a donde fuesen y no dejaban espacio para la competencia. «Como curiosidad, cuando muere Houdini, Hardeen es el que continúa haciendo sus trucos y mantiene su legado».

Sir Arthur Conan Doyle: del amor al odio, mucho odio

Sir Arthur Conan Doyle, padre de Sherlock Holmes, era un espiritista de ley. Presidía el Ghost Club inglés, aquel que tuvo entre sus fundadores a Charles Dickens, otra gran pluma inglesa. La diferencia entre los escritores fue que Conan Doyle realmente creía en los espíritus, y para Dickens tenían una explicación más psicológica.

Tras una presentación de Houdini, Conan Doyle se acercó a conocer al ilusionista. Estaba extasiado por lo que acababa de ver en el escenario. Forjaron una relación amistosa, de mutua admiración, hasta que todo derivó en un enfrentamiento feroz y, esta vez, no era un truco publicitario.

Houdini concentra los últimos años de su vida en luchar contra el espiritismo. El cambio en su carrera se produce luego del fallecimiento de su madre. Estando de gira por Europa, en 1913, le llegaba la noticia y queda devastado. Él siempre se encargó de ella, tenían un vínculo inquebrantable y a él le queda la sensación -la obsesión, otra- de que ella murió sin haberle dicho algo importante. Entonces empieza a acudir a médiums que le dicen que pueden conectarla. «En ese momento el espiritismo era una gran moda en Estados Unidos, que coincide además con la Primera Guerra Mundial y la gripe española, que provocaron millones y millones de muertos. Esto hace que haya una gran ansia de comunicarse con los muertos, lo cual fue un caldo de cultivo para todo tipo de estafadores», explica Delgado.

Así, de médium en médium, comienza a ver el engaño, sencillos a sus ojos expertos: objetos que se mueven, sonidos. En 1922, Conan Doyle organiza una sesión en Atlantic City junto a su mujer, quien aseguraba poder comunicarse con los muertos.

«En la sesión, la posee el espíritu de la madre de Houdini, escribe un texto y se lo entrega. El nota está en perfecto inglés, cuando su madre nunca aprendió inglés, hablaba yiddish y un poco de alemán. Está llena de expresiones cristianas, cuando su madre era judía y, además, ese día era su cumpleaños y su madre no lo felicita, no lo saluda, algo que ella nunca habría hecho», cuenta Delgado. Determinado a desenmascarar al matrimonio, escribe un artículo denunciándolos por estafadores y se involucra definitivamente en su cruzada contra el espiritismo. «Entre otras cosas, intenta que el Congreso de los EEUU prohíba cobrar por sesiones de espiritismo o por lectura de cartas. No lo consigue por la primera enmienda».

Tras su muerte: el último gran truco

«En 1926, ya con 52 años, el desgaste de su cuerpo es superior al de un hombre de su edad -dice Delgado-. Estaba en una gira por Canadá, cuando se le presentan dos jóvenes admiradores y uno de ellos le pide hacer el truco del puñetazo, que consistía en recibir golpes en los abdominales y él ni se inmutaba. Antes de que contestase o esté preparado, el joven le pega varias veces. Queda dolorido, pero continúa con su gira por unos días hasta que en Detroit el dolor es insoportable. Le convencen para que vaya al médico y ahí ven que se le había reventado el apéndice. Muere de peritonitis, el puñetazo no lo mató, pero agravó su condición».

Antes de morir, Houdini le hace prometer a su esposa que recuerde unas palabras, un código, así cuando los médiums se acercasen, ella podría reconocer rápidamente si era o no un engaño. El 31 de octubre, en las primeras horas de la celebración de Halloween, fallece. A lo largo de una década, Bess aceptó realizar en esa fecha una sesión de espiritismo para contactarlo, pero él jamás se presentó, nunca nadie reveló el código. Finalmente, ella decide parar. Bess dice: «10 años son suficientes para esperar por un hombre».

Infobae

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