¿Cederá EEUU el liderazgo espacial a China?






A partir del próximo mes de marzo, China lanzara satélites con una frecuencia prácticamente semanal. En una ocasión, el intervalo entre lanzamientos en su frenética programación será de sólo cinco días.

Este año, para finales de septiembre China había lanzado 29 satélites, más que ningún otro país. Estados Unidos, el segundo en el ranking, lanzó 27.

Pekín trata de abrir brecha. A la mayoría de los analistas les preocupa que el régimen chino esté determinado a llegar a la Luna antes de que vuelvan a ella los astronautas norteamericanos, pero otro desarrollo problemático es que China está colmando rápidamente las órbitas con sus satélites.

Con un candidato presidencial que no ha sido demasiado comunicativo, los estadounidenses quizá quieran darle más vueltas a la política espacial. Por decirlo pronto: cada vez preocupa más que, con la mejor de las intenciones pero muy poca sensatez, una nueva Administración rinda el liderazgo espacial a China.

Los analistas creen que la política espacial norteamericana no va a cambiar sustancialmente. Pero las prioridades de una nueva Administración podrían tener consecuencias de muy duradero impacto.

Pensemos en la creación, el pasado diciembre, de la Fuerza Espacial, la sexta rama del Ejército estadounidense. No hay quien piense que se vaya a revertir algo tan necesario desde hace tanto. Pero los guerreros norteamericanos del espacio tienen de qué preocuparse. En declaraciones a Gatestone, Brandon Weichert, de The Weichert Report, ha afirmado que podría emprenderse una maniobra para «copar la Fuerza Espacial con gente enemiga de su misión».

La misión de la Fuerza Espacial es librar guerras en el espacio, pero ¿están los norteamericanos verdaderamente comprometidos con ello?

Hay quien piensa que el programa espacial norteamericano debería poner el énfasis en la investigación del cambio climático. Si no hay un aumento general del gasto espacial, habrá menos dinero para, por ejemplo, defender los activos americanos en el espacio.

Son muchísimos los activos que hay que defender. Según la Base de Datos Satelital de la Unión de Científicos Concienciados, EEUU posee o gestiona 1.425 de los 2.787 satélites que había en órbita el pasado 1 de agosto.

Esta gran ventaja –que fue aún mayor la pasada década– convenció a la Administración Obama de que no era sensato militarizar el espacio, porque EEUU tendría mucho más que perder si se desatara una carrera armamentista en los cielos.

El enfoque del presidente Obama lucía bien pero estaba profundamente errado, entre otras razones porque no tenía en cuenta el hecho de que Pekín ya estaba weaponizando los cielos. «China lleva trabajando duro por la militarización del espacio desde la puesta en marcha de su Programa 863, en 1986», declaró a Gatestone Rick Fisher, del Centro Internacional de Evaluación y Estrategia, con sede en Virginia. Al Programa 863 le siguió en 1992 el Proyecto 921, dirigido por el Departamento de Armamento General de la Comisión Militar Central. Tras la vasta reorganización del Ejército chino de 2015, el control del espacio quedó en manos del Departamento de Desarrollo de Armas de la Comisión.

«El espacio no era entonces y no es ahora un santuario libre de armas como la Antártida», afirma Weichert, autor por otro lado del recién publicado Winning Space: How America Remains a Superpower [Ganar en el espacio: cómo consigue EEUU seguir siendo una superpotencia]. Como consecuencia de la errada decisión de Obama, Estados Unidos se ha quedado rezagado en el desarrollo de armamento para la eliminación de satélites ajenos y en la elaboración de métodos de autoprotección. «Mientras Obama maniataba a EEUU en el espacio, los rusos y posteriormente los chinos desarrollaron poderosas capacidades contraespaciales», advierte Weichert.

Así las cosas, en numerosos aspectos EEUU está detrás de Rusia y China en punto a combatir «a grandes distancias y velocidades tremendas», según declaro en septiembre el general de la Fuerza Espacial John Raymond.

Además, hay propuestas políticas que degradarían aún más la capacidad de autodefensa de EEUU. La Administración Obama proclamo en junio de 2010 una nueva política afirmando que EEUU «consideraría propuestas y concepciones para el control de armas si son equitativas, efectivamente verificables y reforzadoras de la seguridad nacional de EEUU y de sus aliados». Lamentablemente, son muchos los que siguen creyendo que Estados Unidos puede llegar a un acuerdo con China.

Cualquier acuerdo sería impracticable. En el espacio, casi todo tiene un propósito dual. Un ejemplo: Fisher informa de que China dotará de un láser a su inminente estación espacial con el anunciado propósito de eliminar la basura espacial. Por supuesto, ese láser también sería capaz de eliminar satélites norteamericanos.

Otros elementos de doble uso son los acechadores espaciales rusos. En tiempos de paz, pueden utilizarse para la reparación de satélites. Pero en caso de guerra «pueden sacar físicamente de sus órbitas a los satélites norteamericanos», afirma Weichert. Esto dejaría a las fuerzas estadounidenses, y a los propios Estados Unidos, «sordas, mudas y ciegas en tierra, mar y aire y en el ciberespacio».

Por otro lado, ni Rusia ni China honran sus compromisos, especialmente los relativos a los tratados de control de armamentos.

Hay otra cuestión perturbadora sobre la que los americanos deberían reflexionar. En mayo de 2011 la Administración Obama trato de asociarse a China en la exploración de Marte. Weichert dice que el propio vicepresidente Biden propuso misiones orbitales conjuntas de la NASA y la Administración Nacional del Espacio china. «Por supuesto, habría sido la mayor transferencia tecnológica jamás vista de EEUU a China», afirma.

No hay forma de establecer una cooperación puramente civil con China, que fusiona lo civil con lo militar. Toda la investigación técnica que se generaría acabaría transferida al Ejército chino.

¿Qué es, pues, lo que está en juego? Casi seguro, el próximo 11-S tendrá lugar en el espacio. 

Gordon G. Chang / Gatestone

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