Itzjak Rabin ZL
Al aproximarnos a la biografía de Rabin, se desprenden dos posibles líneas de lectura que intentan comprender la semblanza de este personaje inscripta en la historia de Medinat Israel. Resulta importante conocer el recorrido de Itzjak Rabin por las diferentes épocas y sus marcos de pertenencia en cada tiempo.
Vale decir, la misma persona asomará en su devenir como miembro de los grupos de resistencia clandestinos antes de la creación del Estado de Israel, como Jaial luego, Comandante en jefe de Tzahal, más tarde como el encargado de firmar el Acuerdo de Paz con Jordania y, ya sobre el final, como víctima del asesinato político perpetrado en 1995. En este sentido, la primera línea de lectura presentará la idea de cambio en la historia del personaje: un primer Rabin combativo que lucha por Israel, sea desde los grupos clandestinos, sea luego desde las Fuerzas de Defensa del Estado; y luego, un Rabin que se orienta -desde sus puestos políticos- a la búsqueda de la Paz para su Mediná, apoyado en concepciones que afirman la posibilidad de negociaciones de intercambio de tierras por paz. El énfasis de esta lectura estaría puesto, entonces, en el cambio de actitud de Iztjak Rabin respecto de la forma de lucha.
Sin embargo, la segunda línea de lectura rescata una constante en las diversas épocas del personaje que definiría de manera global la historia de Itzjak Rabin. Desde este lugar, el trasfondo de sus luchas -tanto desde la fuerza como desde los acuerdos- estaría signado por la convicción de Rabin en sus ideales de afianzamiento de Medinat Israel.
1922 – Marzo. Itzjak Rabin nació en Jerusalem, en el seno de una familia de fervorosos sionistas laboristas. Su padre, Nehemia, inmigró a Israel de los Estados Unidos y sirvió como voluntario en la Legión Judía durante la Primera Guerra Mundial. Su madre, Rosa, fue una de las primeras integrantes de la Haganá. Itzjak Rabin concurrió a la escuela primaria en Tel Aviv, y al Colegio Kaduri de Agricultura, en la Baja Galilea, donde fue graduado con distinción.
1941 – Después de completar sus estudios, sirvió en el Palmaj y, a partir de 1948, en las FDI durante un total de 27 años.
1964-68 – Jefe del Estado Mayor desde 1964 a 1968, cargo que ocupó durante la Guerra de los Seis Días (Junio de 1967).
1949 – Rabin fue miembro de la delegación israelí para las primeras negociaciones con Egipto.
Puestos Militares:
1941-1947 – Miembro del Palmaj
1947 – Oficial de operaciones del Palmaj
1948 – Comandante de la Brigada Harel
1953-1956 – Comandante de la División de entrenamiento de las FDI
1956-1959 – Jefe del Comando Norte
1959-1963 – Sub-Jefe del Estado Mayor de las FDI
1964-1969 – Jefe del Estado Mayor de las FDI
1968-1973 – Ocupó el cargo de Embajador de Israel en los Estados Unidos.
1973 – Volvió a Jerusalem y se transformó en militante en el Partido Laborista. Itzjak Rabin entró en el Partido Laborista y en la Octava Kneset.
1974 – Dirigió el nuevo gobierno del 2 de Junio de 1974, después de la caída del gobierno de Golda Meir.
1975 – Como Primer Ministro, con la mediación norteamericana, condujo las negociaciones que resultaron en la firma de un acuerdo intermedio entre Israel y Egipto, que llevó a la retirada israelí del Canal de Suez, a cambio del libre tránsito de la navegación israelí por él.
1976 – Junio, el gobierno dirigido por Itzjak Rabin ordenó la operación de Entebe y salvar a los rehenes del avión de Air France de Uganda.
1977-84 – Itzjak Rabin fue un parlamentario activo en la oposición.
1985-90 – Rabin se sumó al Gobierno de Unidad Nacional de la Décima Kneset, ocupando el cargo de Ministro de Defensa hasta el mes de Marzo de 1990.
1989 – Mayo. El Gobierno israelí adoptó su plan para un acuerdo con los palestinos, en etapas, que sirvió como anteproyecto para los esfuerzos subsiguientes realizados para alcanzar la paz.
1992 – Después de ser electo presidente del Partido Laborista de Israel en el mes de Marzo, Itzjak Rabin condujo al Partido Laborista a la victoria en las elecciones en el Junio de 1992.
Itzjak Rabin, el primer hombre nacido en Israel que ocupó el cargo de Primer Ministro, manifestó un estilo de liderazgo franco, directo y a veces llano hasta el punto de parecer rudo. No sólo tuvo que hacer frente a la necesidad de rehabilitación de las Fuerzas de Defensa Israelí, solucionar problemas sociales y mejorar la economía del país, sino que debió también reconstruir la confianza pública en el liderazgo militar y el político.
1993 – Ya como Primer Ministro, trabajó estrechamente con Shimón Peres, el Ministro de Relaciones Exteriores y quien fuera durante mucho tiempo su rival. Rabin planificó y guió las negociaciones que culminaron en la firma de la Declaración de Principios entre Israel y los palestinos el 13 de Septiembre de 1993.
1994 – Firma los Acuerdos de El Cairo con los palestinos, firmados en Mayo de 1994 y el Acuerdo de Paz con Jordania, el 24 de Julio de 1994.
Itzjak Rabin fue uno de los tres laureados que recibieron el mayor galardón reconocido por todo el mundo: el Premio Nobel de la Paz, el 10 de Diciembre de 1994, junto con Shimón Peres y Yaser Arafat.
1995 – Firma el Acuerdo Intermedio con los palestinos, el 28 de Septiembre de 1995.
El 4 de Noviembre de 1995, a las 21:40 hs., mientras se retiraba de una manifestación de masas por la paz, bajo el lema «Sí a la paz, no a la violencia», Itzjak Rabin fue asesinado por un judío de la extrema derecha. Tenía 73 años. El día de su muerte, fue sepultado ante una nación estremecida y doliente, en un funeral oficial en el Monte Hertzl de Jerusalem, al que asistieron líderes de todo el mundo.
Tiempo de cantar, tiempo de hacer
“Tnu laShemesh Laalot…
Dejen salir al sol”
Cuenta un interesante Midrash (Talmud, Julin 60b) que hace muchos años atrás, en el origen de los tiempos y de las cosas, el sol y la luna eran exactamente iguales en tamaño y proporción. Fue entonces que la luna se presentó frente al Santo Bendito Sea y le preguntó: “¿Puede ser que dos reyes compartan una misma corona?” En ese momento le contestó Ds: “Ve y reduce tu tamaño.”
Leyendo hasta este punto del Midrash, parecería que la luna es castigada justamente por su orgullo excesivo. Frente a la vanidad de creerse superior al sol, de querer quedarse con la corona para ella sola, Ds la condena a una pequeñez merecida. Sin embargo, el texto sigue, y la luna no se queda callada: “Señor del Universo, ¿he venido a marcarte algo cierto y Tú me mandas a reducir mi tamaño?”
Parecería ser entonces, que la luna ilumina un punto complejo: las jerarquías y las competencias de poder. En otras palabras, dos fuerzas iguales debatiendo por el mismo poder generan conflicto. Y dos fuerzas jerárquicamente diferentes tienden a producir relaciones disímiles en las que por lo general el que concentra mayor poder acalla al disidente. (1)
Será por eso que Ds no solo acepta el argumento de la luna, sino que el relato continúa con los intentos del mismo Ds de compensarla de alguna manera. Pero la luna no acepta, y finalmente el texto nos enseña que la ofrenda que se hacía en los tiempos del Templo de Jerusalem para marcar el comienzo de un nuevo mes en el calendario, servía como expiación para el mismo Ds por haber reducido a la luna su tamaño.
Este curioso Midrash nos describe a un Ds que no solo se encuentra arrepentido sino que también depende de la ofrenda que realice el Pueblo de Israel para expiar por su equivocación. Y aun así, el punto central sigue siendo el otro: fuerzas divergentes que en nuestro mundo luchan por hacerse del poder, reyes múltiples que ansían la misma y única corona, noches eternas que en su profunda oscuridad no dejan salir al sol.
«HaZaka shebaTefilot otanu lo Tajzir…
La más pura de las plegarias no nos traerá de vuelta”
Amargamente llora en la noche” – nos relata Jeremías – “y las lágrimas corren por sus mejillas” (Lamentaciones 1:2). El profeta refiere a Jerusalem, en tiempos de la amarga destrucción del Primer Templo a manos de los babilonios. Fue para el Pueblo de Israel una de las primeras de muchas y largas noches de sufrimiento y de dolor, en donde un Imperio poderoso destruyó el centro neurálgico de un grupo reducido y marginal tanto demográfica como económicamente.
Y aún así, la destrucción babilónica no fue la peor de las desgracias de aquellos días. Porque habiéndose destruido el espacio físico, tres meses más tarde colapsó el régimen ético-moral de los judíos de antaño. Fueron algo menos de noventa días los que acontecieron entre el noveno día de Ab y el inicio del mes de Tishrei, momento en el cual Ishmael ben Netania asesinó a Gedalia ben Ajikam, el Gobernador de Judea que había sido elegido por Nabucodonosor:
“Aconteció en el mes séptimo que Ishmael ben Netania ben Elishama, de la descendencia real, junto con algunos oficiales del rey, y diez hombres, vino a Gedalia ben Ajikam, en Mitzpa. Y comieron juntos pan en Mitzpa. De pronto se levantó Ishmael ben Netania, y los diez hombres que estaban con él, e hirieron a espada a Gedalia ben Ajikam ben Shafan, matando así a aquel a quien el rey de Babilonia había puesto para gobernar la tierra. Asimismo mató Ishmael a todos los judíos que estaban con Gedalia en Mitzpa y a los soldados caldeos que allí estaban.” (Jeremías 41:1-3)
Por primera vez en la historia, un iehudí mata a su gobernante. Por primera vez, frente a las luchas de poder interno del mismo pueblo, una facción decide que la mejor manera de hacerse de la corona era a través del asesinato, del magnicidio. Por primera vez, se eligen los caminos de la violencia para acallar a aquellos con los que no comulgo. Fue entonces que el sistema verdaderamente colapsó. Una vez quebrantada la barrera, se perdió la inocencia y nos sumimos en el primer gran exilio de nuestra historia. Y de esos espacios, ya no hubo plegaria que pueda regresarnos. Ya no podemos ver la vida con el prisma de antaño. Ya no podemos alegar que ese charco no lo hemos cruzado. Y aun cuando podamos acordar en que no todos somos culpables, bien nos recuerda Heschel que decididamente todos somos responsables. (2)
“Beji mar lo Ieiro, lo iajziro le kan…
Un llanto amargo no lo levantará, no lo traerá de nuevo aquí”
Algo más de 2500 años después del asesinato de Gedalia ben Ajikam nació en la reconstruida ciudad de Jerusalem Itzjak ben Nejemia, más conocido por todos nosotros como Itzjak Rabin. 73 años vivió, durante los cuales escribió parte de la historia del moderno Estado de Israel; 73 años vivió, antes de ser la víctima del otro gran magnicidio en la historia del pueblo judío.
Al analizar la vida de Rabin, vale la pena remarcar los cambios que fue transitando en lo que hace a sus posiciones políticas e ideológicas. De ser el Comandante en Jefe de las Fuerzas de Defensa Israelíes en la Guerra de los Seis Días en 1967, pasó a ser el Primer Ministro con el cual se firmaron los Acuerdos de Oslo con la Autoridad Palestina y el acuerdo de paz con Jordania. De arriesgar su vida luchando en las diversas guerras de Israel, pasó a comprometerse con la causa de la paz, entendiendo como bien dijo el Eclesiastés que “todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora; tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de curar, tiempo de destruir y tiempo de edificar […] tiempo de guerra y tiempo de paz” (3:1-3,8).
Muchos de los cambios que vivió Rabin tienen que ver con los cambios que se produjeron tanto en Israel como en el resto del mundo. Una vez finalizada en el mundo la etapa de la expansión territorial y de las guerras de conquista, había que comenzar a pensar en otros caminos y formas. Se acababan los tiempos de guerra, y se abrían las posibilidades de la paz. Y sin embargo, no todos aceptaron los cambios, ni todos pudieron adaptarse a las nuevas circunstancias. Y la paz, aquella idea que años atrás era marginal y hasta utópica, abandonó la periferia con una fuerza poco prevista por aquellos amantes de un belicismo redentor. De esos grupos surgió aquel que mató a Rabin y atentó contra un proyecto diferente. Y aun así nuevamente fuimos todos responsables por lo sucedido. Y fue así que nuevamente caímos en la cuenta de que ningún llanto amargo podría traer a Rabin de nuevo entre nosotros.
Pero… hay quien podría estar preguntándose: ¿por qué es que todos somos responsables de los magnicidios acontecidos? Creo que parte de la respuesta a dicha pregunta se retrotrae al Midrash con el que iniciamos este texto: los órdenes (o desórdenes) existentes en las configuraciones y entramados sociales en los que vivimos están construidos por nosotros, y descansan sobre nosotros. Por tanto, el sistema social que permite que se generen espacios en los cuales aquel que no acuerda con alguien se levanta para asesinarlo habla de una sociedad que en el mejor de los casos se mantiene indiferente y en el peor avala que esto ocurra.
Y aún así, seguirá preguntando el incrédulo: ¿qué podría hacerse para cambiar la situación? Tomando como base la última canción cantada por el mismo Rabin minutos antes de ser asesinado, hemos visto que ni los llantos ni las plegarias podrán traer a los acallados de nuevo a la vida. ¿Qué hacer entonces? En resumidas cuentas podemos contestar: todo depende de nuestra capacidad de hacer diferente.
Realidades diferentes pueden ser construidas a partir de las voluntades de elegir nuevos lenguajes para construir nuevos mundos. Porque aun si no podemos traer de regreso a Rabin, podemos abrazar, sostener y fomentar las ideas de paz. Porque si aun para los menos creyentes las plegarias no ayudan, la memoria de los que nos anteceden pueden iluminarnos para educar sobre la paz, para la paz, y en paz.
“Mutav tashiru Shir laShalom bitzeaka Gdula…»
Mejor canten una canción por la paz con un gran grito”
Parte de reconocer nuestro presente radica en la lectura que hagamos del pasado. En esa múltiple maleza de sucesos que nos antecede, el primer paso para rescatar del olvido a los acallados es cambiar la forma de ver las cosas. O, como bien supo decirlo W Benjamin: “Considera cometido suyo pasarle a la historia el cepillo a contrapelo.” (3)
Para cantar, gritar y educar por la paz, para que las vidas de tantos no queden truncas enterradas en silencio, es necesario trabajar en la construcción de nuevos paradigmas. Leyendo a contrapelo la historia nos encontraremos con relatos que nos podrán ayudar, con voces marginales que desde la periferia intentaron proponer sistemas alternativos.
Pero eso necesita de tiempo y paciencia, porque los cambios nunca son sencillos, y la resistencia a los mismos se hace notoria conforme el centro pierde fuerza y estabilidad. Es por eso que si verdaderamente queremos trabajar por la paz, debemos abandonar el discurso establecido y reinventar la forma de hablar. Ni antiguas plegarias, ni gritos de dolor nos serán de ayuda, porque están codificados en términos del status quo dominante. Gritar canciones de paz implica un nuevo paradigma, una nueva forma de “Lenguajear”.(4)
Hablamos, sin más, de tener una actitud crítica no solo frente a la historia sino también frente a los sucesos del presente, elevando nuestra voz frente a las injusticias que acontecen en el mundo que habitamos. Hablamos de definir seriamente cuales son los valores y fundamentos a través de los cuales miramos, entendemos, aprehendemos y construimos la realidad, actuando entonces en consecuencia. Hablamos de generar espacios que permitan el aprendizaje significativo de estos valores tanto en las escuelas como en las casas y familias, para que entonces se reflejen en las políticas públicas de aquellos que en nuestra representación acceden a espacios de poder. De esto somos responsables; sobre todo esto tenemos que dar cuenta de nuestra capacidad de responder.
Porque mientras la retórica no se transforme en acciones concretas, la guerra, los odios y la sinrazón seguirán las fuerzas hegemónicas que impongan su discurso. Porque mientras no trabajemos por el cambio, países seguirán conquistando a países, y fundamentalistas seguirán apostando a la tierra por sobre el valor de la vida.
La luna desde su pequeñez todavía nos sigue recordando que Ds expía el error de no haber entendido la problemática de la confrontación de fuerzas mes a mes. Esa misma luna nos recuerda que aquello que queremos cambiar lleva siglos erigiéndose como centro, y que mucho más que voluntades unidas serán necesarias para proponer otra cosa. Y aun así, aun inmersa en la oscuridad de la noche, la luna no deja de brillar. Posiblemente eso signifique que todavía hay esperanzas, que siempre se puede cantar por la paz.
(1) Cf. E. Levinas, In the Time of the Nations, pp. 103-105
(2) A. J. Heschel, The Prophets, p. 16
(3) W. Benjamin, Tesis de Filosofía de la Historia, ver: http://tijuana-artes.blogspot.com/2006/01/tesis-de-filosofia-de-la-historia.html
(4) Ver H. Maturana y F. Varela, El Árbol del Conocimiento
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