El partido nazi se estaba preparando para celebrar el 9 de noviembre los 15 años del del primer intento de toma del poder en 1923 en Munich.
Pero las celebraciones degeneraron en “manifestaciones espontáneas” de venganza por el asesinato del secretario de la embajada alemana en París, Ernest von Rath. Walter Buch, juez supremo del Partido, relata en un informe acerca de cómo se generaron los hechos: La noche del 9 de noviembre el camarada Goebbels reunió a los jefes del partido…y les comunicó…que se habían producido manifestaciones antisemitas, destruidos comercios judíos e incendiado sinagogas…el Führer decidió…que siendo espontáneas no debían ponerse obstáculos a las mismas…el Partido no debía aparecer públicamente como instigando las demostraciones, pero bajo cuerda debía organizarlas y ejecutarlas.
El balance del día posterior al pogrom. señalaba que fueron destrozadas 267 sinagogas y muchas quemadas; fueron destruidas las vidrieras de unos 7.500 comercios de propiedad judía y saqueados. Aunque el asesinato no figuraba en las directivas centrales, fueron muertos por lo menos 91 judíos, mientras que 30.000 hombres judíos fueron arrestados y transferidos de las cárceles locales a Dachau, Buchenwald y Sachsenhausen.
En Buchenwald, el sadismo se manifestó a través de las golpizas y castigos de todo tipo mientras un altoparlante difundía un mensaje: A todo judío que quiera ahorcarse se le ruega hacerlo cuidando de tener en la boca un papel con su nombre para que sepamos de quién se trata.
El pueblo alemán, testigo de esta devastación, no mostró emoción alguna. Herman Rauschning escribió en 1939, después de su escape a Suiza: La reacción del pueblo alemán ante los pogroms del otoño de 1938 prueba hasta que punto Hitler lo envileció en cinco años. Y Karl Jaspers agrega: Mientras las sinagogas ardían y los judíos eran deportados por primera vez en noviembre de 1938…los generales miraban; los comandantes de las distintas ciudades podían intervenir…pero nada hicieron.
La noche del 9 al 10 de noviembre fue un punto crucial para los judíos alemanes: significó un extraordinario agravamiento de su suerte y para los jefes nazis, implicó el convencimiento que en el futuro les estaban permitidas todas las acciones y todos los excesos.
Menos de un año después, el 30 de enero de 1939, el Führer en su discurso pronunciado en el sexto aniversario del ascenso al poder decía: Europa no tendrá paz hasta que la cuestión judía no sea resuelta. Las naciones deben llegar a un acuerdo sobre esta cuestión previa, porque de otra manera jamás llegarán a entenderse…En este día que será memorable no sólo para los alemanes, quiero agregar: En mi vida y durante mi lucha por el poder, a menudo he sido profeta y a menudo he sido puesto en ridículo, en primer lugar por los judíos. Yo creo que su risa estridente se les ha quedado anudada en la garganta a los judíos alemanes. De nuevo voy a ser profeta hoy. Si el judaísmo internacional tiene éxito en Europa o en otras partes en su afán de precipitar a los pueblos en una nueva guerra mundial, no lograrán la bolchevización de Europa y una victoria del judaísmo, sino la exterminación de la raza judía en Europa.
Pero para el mundo fueron sólo palabras…y para los judíos europeos?
Abraham Zylberman
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