Primeros reclutas del ejército ruso

Kazajistán es un país enorme en Asia Central. Durante años estuvo escasamente habitado por tribus nómadas. De hecho, la palabra kazajo proviene de la palabra turca “kaz” que significa deambular. En la antigüedad, gran parte de lo que hoy es Kazajistán estaba bajo el dominio de Persia. En la Edad Media estuvo gobernada por Genghis Khan. Durante ese período, los mercaderes judíos se establecieron en la ciudad de Turquestán y construyeron una sinagoga cuyos restos todavía se pueden ver.

En el siglo XVIII, Rusia comenzó a avanzar hacia el territorio kazajo. En Rusia la atmósfera era cambiante. El zar Nicolás I se consideraba un reformador y quiso hacer cambios radicales en la gran comunidad judía de Rusia. En 1827 instituyó un brutal reclutamiento que obligaba a las comunidades judías a proporcionar niños para el ejército ruso. Los números variaban en diferentes comunidades, pero en promedio era cada año alrededor de cuatro niños cada mil judíos. El servicio en el ejército ruso era absoluto y abarcador; los conscriptos debían servir durante 25 años. A diferencia de otros soldados que no tenían que unirse al ejercito hasta los 18 años, para los judíos la edad de reclutamiento se redujo a los 12 años.

Aunque técnicamente a los reclutas judíos se les permitía practicar su religión, en la realidad era sumamente difícil que pudieran hacerlo. Los sacaban de sus hogares, los criaban entre soldados antisemitas y no les permitían tener contacto con las comunidades judías, por lo que la mayoría de los soldados judíos del ejercito del zar perdieron su conexión con la vida judía. Todavía peor, si algún soldado se casaba y tenía hijos, su descendencia pasaba a ser propiedad del estado ruso y estaban obligados a asistir a escuelas militares rusas.

A pesar de estas terribles dificultades, algunos reclutas judíos que fueron destinados a Kazajistán formaron comunidades judías. Había grupos de judíos que vivían en varias ciudades de Kazakistán, rezaban en hogares privados y mantenían vidas judías con un perfil bajo. En Almaty (en ese entonces conocida como Verniy), la mayor ciudad de Kazajistán, los judíos locales abrieron una sinagoga en 1884, la primera sinagoga en Kazajistán desde la Edad Media. La sinagoga estaba en un pequeño edificio de madera y asistieron a ella un centenar de judíos, la mayoría soldados y veteranos.

Exiliado a Kazajistán por practicar el judaísmo

Bajo el dominio soviético, Kazajistán fue explotado, pasaron hambre y lo utilizaron como un depósito para prisioneros políticos. Kazajistán tiene un vasto territorio que abarca zonas montañosas, desiertos y estepas inhóspitas. El árido terreno pronto se vio salpicado de un vasto sistema de gulags, prisiones políticas en las que fueron encarcelados, torturados y a menudo asesinados millones de disidentes y de minorías étnicas. Uno de los gulags, era la mina de carbón Karaganda, que tenía 777.000 kilómetros cuadrados (aproximadamente el tamaño de Francia) y procesó a más de un millón de prisioneros políticos. Aleksander Solzhenitsyn, quien escribió “Archipiélago Gulag”, estuvo prisionero en Kazajistán.

Entre los disidentes que fueron enviados a los gulags en Kazajistán y en otros lugares, había judíos que insistían en apegarse a su observancia religiosa desafiando la ley soviética. Uno de ellos fue el Rav Levi Itzjak Schneerson, el padre de Rav Menajem Mendel Schneerson, el Rebe de Luvabitch.

Rav Levi Itzjak nació en 1860 y era un brillante erudito. Su esposa, Jana, también era una distinguida intelectual y juntos ayudaron a que continuara la vida judía en la Unión Soviética. Rav Levi Itzjak se convirtió en el Gran Rabino de Dnepropetrovsk (en ese momento conocido como Yekatrinoslav), en Ucrania. La vida religiosa estaba estrictamente controlada, y Rav Levi Itzjak arriesgó su vida al construir una mikve secreta (un baño ritual judío) y al efectuar bodas judías en secreto. En esa época, a los judíos se les permitía hornear matzá, pero estaba prohibido que tuvieran supervisión rabínica para asegurar que fuera kasher. Rav Levi Itzjak intercedió antes las autoridades para obtener permiso y asegurar que la matzá de su comunidad fuera kasher para Pésaj.

La comunidad judía de Iafo, lo que hoy forma parte del Estado de Israel, invitó a Rav Levi Itzjak, a Jana y a su familia a que fueran a vivir allí para dirigir la comunidad, y les enviaron visas para ellos y para sus cuatro hijos. Pero la familia Schneerson permaneció en la Unión Soviética, trabajando para ayudar a mantener la vida judía. Justo antes de Pésaj de 1939, Stalin envió a la terrible policía secreta a la casa de Rav Levi Itzjak, donde saquearon su biblioteca y arrestaron al Rabino por sus actividades en beneficio de la vida judía. Rav Schneerson fue enviado a uno de los famosos gulags de Kazajistán, donde lo torturaron durante un período de casi un año.

Posteriormente, Rav Levi Itzjak fue desterrado a la ciudad de Chiili, en Kazajistán, donde su esposa pudo reunirse con él. Finalmente les permitieron trasladarse a Almaty, donde dirigieron a la comunidad judía. Rav Levi Itzjak falleció en Almaty en 1944. En agosto del 2020, el gobierno de Kazajistán designó la tumba de Rav Levi Itzjak como patrimonio nacional.

Los judíos de Bujará

No todos los judíos de Kazajistán eran rusos. Kazajistán limita con las naciones de Uzbekistán, Kirguistán y Tayikistán al sur. En estas naciones vivían los judíos de Bujará, algunos de los cuales se asentaron en Kazajistán.

Los judíos bujarianos remontan su historia al año 539 AEC, cuando el rey Ciro conquistó Persia y puso fin al exilio judío que había tenido lugar una generación antes cuando Nebujadnetzar (Nabucodonosor) conquistó la Tierra de Israel y destruyó el Templo en Jerusalem. Sin embargo, algunos judíos permanecieron en Persia. Con el tiempo, hubo grupos de judíos persas que se trasladaron más al norte, hacia las áreas de Asia Central que hoy forman las Repúblicas de Tayikistán, Uzbekistán y las regiones vecinas. Con el tiempo, estos judíos “bujarianos” (llamados así por el pueblo de Bujará en Uzbekistán, donde se estableció una comunidad judía), quedaron aislados de otras poblaciones judías. Ellos hablaban un idioma llamado bujari o judeo-tayiko, que estaba fuertemente influenciado por los grupos lingüísticos tayikos y que también incorporaba muchas palabras hebreas.

Al enfrentar el antisemitismo musulmán y vivir en un territorio inhóspito, los judíos de Bujará gradualmente fueron cayendo espiritual y culturalmente. Eso cambió en 1793, cuando un líder judío marroquí, el Rav Iosef Maman al-Maghribi, visitó el área y decidió quedarse para ayudar a la comunidad judía de Bujará. Rav Maman estableció el movimiento “Jivat Sión” (Amor a Sión), que envió a miles de niños de Bujará a Jerusalem, primero de visita y luego para que se trasladaran de forma permanente. En el momento de la Revolución Rusa en 1917, ya existía una comunidad bujariana establecida en Jerusalem. Después de la Revolución, cuando las repúblicas de Asia Central quedaron bajo el dominio soviético, muchos más judíos de Bujará se unieron a sus hermanos en la Tierra de Israel. Algunos grupos más pequeños de judíos bujarianos emigraron más al norte, y se instalaron en pueblos y aldeas de Kazajistán.

Un refugio durante el Holocausto

En su última película, Sasha Baron Cohen hizo que Borat describa al Holocausto como el punto culminante de la historia de Kazajistán. El comediante tuvo razón, pero la realidad es contraria a cualquier broma. Los terribles años del Holocausto fueron un punto culminante en la historia de Kazajistán, cuando recibió a más de 8.500 judíos que huyeron de los nazis.

Esos judíos desesperados llegaron de toda Rusia y de Polonia controlada por los rusos. Kazajistán era un lugar remoto y pobre, pero ofrecía un refugio seguro lejos de la amenaza nazi. Anna Shternshis, profesora de estudios ídish y directora del Centro de Estudios Judíos Anne Tanenbaumn de la Universidad de Toronto, descubrió una canción ídish de la época de la Segunda Guerra Mundial llamada Kazajistán, que describe lo que la profesora Shternshis ha llamado el “crisol de culturas” de la vida judía en Kazajistán durante el Holocausto. (Ella incluyó la canción Kazajistán en un CD ganador del Grammy que produjo en el año 2018, llamado “Gloria ídish: las canciones perdidas de la Segunda Guerra Mundial”). Durante la guerra se unieron en Kazajistán los judíos de Polonia y de la Unión Soviética, con los prisioneros políticos judíos que habían sido liberados por las autoridades soviéticas de los gulags.

“Desde que nací he sufrido sin cesar”, comienza diciendo la canción, antes de continuar describiendo la cálida bienvenida que recibieron en Kazajistán los judíos que huían del Holocausto. La canción da testimonio de los diferentes grupos étnicos para quienes Kazajistán era su hogar. “Un kazajo, un oseito, un uigher y un georgiano, ucraniano, romaní, ruso, kalymyk, tayiko, bielorruso… Ahora nuestra familia tiene otro miembro: tú eres nuestro hermano, (querido) judío”. La mayoría de los judíos que se refugiaron en Kazajistán pasaron la guerra en Almaty, la mayor ciudad de Kazajistán.

Los judíos ocultos

Aunque las autoridades soviéticas que gobernaban Kazajistán prohibieron la mayoría de las formas de expresión religiosa judía, la vida judía existió gracias a la valentía de un Rabino de Jabad de Brooklyn, el Rav Hilel Liberov. En 1944, tras la muerte de Rav Levi Itzjak Schneerson, Rav Liberov comprendió que los judíos de Kazajistán necesitaban un líder y se mudó a vivir en Almaty. Desde 1944 hasta que murió en 1982, Rav Liberov se desempeñó como Gran Rabino de Almaty de forma no oficial. Él dirigió servicios judíos secretos y sacrificó animales de acuerdo con la ley de kashrut para que los judíos kazajos pudieran comer carne kasher en Shabat y en las festividades. Este era un trabajo sumamente peligroso: sus hijos en Brooklin no sabían si volverían a verlo. Todo el tiempo corría riesgo de ser detenido. Pero sus heroicos esfuerzos mantuvieron viva la vida en Kazajistán.

Muchos judíos fueron enviados a Kazajistán durante la era soviética para trabajar en minas y en proyectos de pruebas nucleares. Aunque la vida judía estaba severamente reprimida, algunos judíos lograron vivir como judíos en secreto. Hoy en día no sabemos cuántos miles de judíos se arriesgaron a ser torturados y asesinados para asistir a servicios religiosos secretos y para celebrar bodas ilícitas durante ese período.

Una floreciente vida judía

Hoy, forman parte de la comunidad judía de Kazajistán más de 20.000 personas. (Diferentes organizaciones citan diferentes cifras. Algunos estiman que la comunidad judía es pequeña, y que tiene sólo 3.500 miembros). El Gran Rabino, Ieshaiá E. Cohen, llegó por primera vez al país en 1994. Él recuerda que “Cuando llegué a Almaty, la atmosfera era completamente diferente” al resto de la Unión Soviética. Rav Cohen señala en particular que “la gente era amable y amistosa”.

Almaty tiene la mayor comunidad judía del país, pero hay comunidades más pequeñas en Astana, Semiplatinsk, Dzhambul, Uralsk, y Karaganda. Más de veinte organizaciones comunitarias judías contribuyen a la vida judía de Kazajistán, a menudo con la ayuda de comunidades mayores de todo el mundo. Por ejemplo, en Karaganda, la comunidad recibió ayuda del Joint, el Comité Judío Norteamericano de Distribución, que mantiene un centro comunitario judío. Los judíos locales asisten a eventos culturales, toman clases de judaísmo y también trabajan como voluntarios para distribuir alimentos y provisiones a los judíos locales pobres.

Durante la época soviética, Kazajistán sufrió terriblemente. Muchas de las pruebas nucleares de la Unión Soviética tuvieron lugar en Kazajistán, y gran parte del país estaba cubierto con gulags. Los kazajos étnicos son tratados como ciudadanos de segunda clase en su propio hogar, y los rusos se ven favorecidos. Kazajistán declaró su independencia después de la caída de la Unión Soviética en 1991, y desde entonces los cambios fueron extraordinarios, incluyendo el florecimiento de la vida judía que durante tanto tiempo fue suprimida por las autoridades soviéticas.

Rav Cohen señala que lejos de ser la caricatura de Borat de un lugar que odia a los judíos, los kazajos son tolerantes con la minoría judía. En el país es especialmente maravillosa la celebración de Janucá, que a menudo coincide con la celebración del día de la independencia de Kazajistán. “Es una doble razón para estar alegres, porque seguimos recordando los tiempos soviéticos cuando todos debían ser iguales, y la gente temía expresarse a través de sus ropas, de sus pensamientos y de sus creencias”, afirma Rav Cohen.

Hoy en día, los judíos de Kazajistán son libres para demostrar su judaísmo. Una nueva generación está creciendo con sinagogas, escuelas judías y clases de judaísmo abiertas por primera vez en muchos años.

Aishlatino