El intelecto, la elocuencia y la erudición de Rav Sacks lo convirtieron en uno de los principales voceros de nuestra generación.
Estamos devastados ante el trágico fallecimiento en Shabat de Rav Lord Jonathan Sacks, uno de los mayores líderes de nuestra época.
Rav Sacks era un verdadero gigante. Su elevado intelecto, su elocuencia sin paralelos y su erudición lo convirtieron en uno de los principales voceros de nuestra generación. Con su mensaje llegó a las mentes y los corazones tanto de judíos como de no judíos. Fue uno de los más prolíficos líderes de nuestra era y logró una síntesis sumamente afinada entre el pensamiento y los textos judíos clásicos y modernos con lo más elevado de la academia secular. Su dominio de la palabra hablada y escrita era formidable.
Como el conductor de una enorme orquesta, Rav Sacks dirigió una sinfonía perfectamente sincronizada que abarcó de lo particular a lo universal, inspirándose en cada instrumento disponible dentro de la creación Divina. La partitura que él mismo escribió invariablemente era una obra maestra de penetrante profundidad y perspicacia intelectual y emocional.
Rav Sacks tenía consciencia del potencial que Dios puso a su disposición, y asumió la responsabilidad de inspirar a los judíos de todo el mundo y a la humanidad en general.
Rara vez uno encuentra una persona que se mira en el espejo, tiene la fuerza de carácter y la integridad de propósito de navegar entre sus propios talentos y deficiencias, sus fracasos y éxitos y el coraje de compartir las lecciones personales aprendidas. Él poseía la capacidad única de combinar un alto intelecto con una emoción penetrante, una humanidad sincera y una preocupación por todos los que lo rodeaban.
Que Rav Sacks poseía una erudición sorprendente y una capacidad asombrosa es irrefutable. Sin embargo, en mi opinión, lo que se destaca como un ejemplo para todos es su compromiso de asumir inquebrantablemente la responsabilidad como un judío orgulloso y un líder. Él era cándidamente sincero sobre sus defectos naturales y encontró muchos obstáculos en la vida, tanto de naturaleza comunitaria como personal. Sin embargo, desde el momento en que tomó la decisión de ponerse de pie y asumir una posición de liderazgo, nunca dejó de comunicar la palabra de Dios tanto a las mentes más elevadas como al hombre de la calle. Además de conquistar los corazones y las mentes de ambos.
Rav Sacks aprovechó al máximo sus talentos para elevar su contribución a este mundo. En muchas ocasiones y en numerosas coyunturas de su vida, con más de treinta libros en las listas de libros más vendidos y todos los honores y elogios logrados, podría haber reinado sobre su enorme carga de trabajo o simplemente asumir menos responsabilidades. Pero él conocía su vocación y tenía consciencia de la urgente necesidad de dar una voz de decencia, bondad y moralidad en un mundo cada vez más confuso.
Cuando otros evitaban ponerse de pie, él subió valientemente al escenario. Esto fue así hasta el final. Su voz era un constante Kidush Hashem, santificando el nombre de Dios al representar al pueblo judío en el escenario mundial. El mensaje de Rav Sacks fue completo e inclusivo. Su tarjeta de presentación fue un llamado a la unidad, a la moralidad, a la humanidad y la responsabilidad, tanto personal como colectiva.
Hace algunos años, cuando en un ataque antisemita incendiaron nuestro centro comunitario, él, como Gran Rabino, fue uno de los primeros en visitar el sitio carbonizado. El legado personal que recibí ese día de Rav Sacks me acompaña desde ese momento. Mientras caminábamos con cuidado por los escombros carbonizados, me miró y me dijo: «Naftali, cuando nos persiguieron en Egipto nos multiplicamos y nos expandimos. La respuesta judía a la tragedia es construir algo todavía más grande, mejor y más fuerte que antes».
No sé si con el dolor que sentimos hoy tenemos la habilidad de ser más grandes, mejores o más fuertes que el ser humano y el judío gigante que hemos perdido tan trágicamente, pero sé que Rav Sacks nos diría que nuestra obligación es nunca dejar de intentarlo y que no se trata del esfuerzo individual sino de la «Casa que construimos juntos».
Que su recuerdo sea para bendición.
Rab Naftali Schiff