La extraña muerte del hermano de Evita y las similitudes con el caso Nisman



Dr. Alberto Nisman y Juan Duarte

Catalina De Elía es politóloga y periodista.

Acaba de publicar una investigación sobre la muerte de Juan Duarte. Accedió a expedientes y grabaciones nunca antes reveladas. ¿Fue un suicidio o lo mandaron matar?

Juan Duarte (1914-1953) transitó las alfombras del poder de la mano de su hermana Eva Perón. Vivía en un departamento de Recoleta con un matrimonio de caseros “cama adentro”. Tenía custodios y un valet japonés. Juan Duarte no sólo contaba con el escudo protector de Evita sino que era el secretario privado de Juan Domingo Perón, lo que lo convertía en un alfil clave en el tablero político de aquellos años. Le gustaban la noche y las actrices. Le decían “jabón Lux”, porque lo usaban “ocho de cada diez estrellas”.

Menos de un año después de la muerte de su hermana, Juan Duarte cayó en desgracia. Perón ordenó que lo investigaran por presuntos hechos de corrupción y quedó expuesto. El 9 de abril de 1953, el mismo día en que debía presentarse a declarar ante los funcionarios que lo auditaban, apareció muerto en su dormitorio con un tiro en la cabeza. Estaba en calzoncillos. Dejó una carta de despedida dirigida a Perón en la que le expresaba su devoción y lealtad y le pedía perdón por las faltas de ortografía.

Su muerte fue investigada tres veces. El primer juez, Raúl Pizarro Miguens, cerró la causa como suicidio tres horas más tarde. Tras el golpe de 1955, en el marco de una feroz cruzada “desperonizadora”, una comisión policial llegó a la conclusión de que Duarte fue víctima de un “crimen organizado”, pero no dijo quién fue ni por qué. Ya en el gobierno democrático de Arturo Frondizi, el juez Julián Franklin Kent volvió a dictaminar que fue un suicidio aunque sin concluir todas las medidas de prueba que él mismo había ordenado.

Catalina De Elía, politóloga y periodista de la TV Pública y A 24, logró acceder a expedientes del caso olvidados en una caja fuerte durante más de 60 años, y a grabaciones de las declaraciones tomadas a testigos luego de la caída de Perón. También entrevistó a fuentes vinculadas al hecho. El resultado es Maten a Duarte, el libro que ilumina un enigma aún sin resolver.

-Había tres personas en el departamento de Duarte la noche de su muerte: los caseros y un custodio. Declararon no haber escuchado ningún disparo. 

¿Mintieron?

-Yo parto de la hipótesis de que no fue un suicidio. Los vecinos de Duarte no fueron llamados a declarar por el primer juez, Pizarro Miguens, que en la misma escena dictaminó que había sido un suicidio. Pero sí declararon en las dos investigaciones posteriores: una ante la comisión convocada por la llamada Revolución Libertadora, que buscaba demostrar que Perón había mandado a matar a su cuñado, y otra ante el juez Kent, durante el gobierno de Frondizi. En dos momentos históricos distintos de la Argentina, testimoniaron que aquella noche vieron cosas raras en el edificio de Duarte. Una mujer dice haber visto a dos personas que entraban a una tercera con la cabeza colgando. Y que en el hall había funcionarios del gobierno de Perón, algo que para ella era completamente inusual. 

Otro vecino habla del ruido muy fuerte de un auto, de una ambulancia y de un cuerpo. Una mujer que vivía en el mismo edificio de Duarte cuenta que, cuando llega esa noche a su casa, ve a funcionarios del gobierno y sangre en el piso del ascensor. Estos testimonios fueron desestimados por Kent, que concluyó que Duarte se había suicidado. Son investigaciones inconclusas, flojas de papeles, moldeadas al calor del poder de turno. Kent cerró la causa como suicidio sin tener el informe final de las pericias balísticas.

-Incluso hubo dudas sobre el calibre del arma usada.

-Claro. Y hay dudas porque, como en otros casos de muertes que rozan el poder, la Policía y los funcionarios del gobierno llegaron antes que el juez. No sabemos si se preservó la escena. La carta original de Duarte, donde anuncia que se quitará la vida, no forma parte del expediente: Pizarro Miguens se la dio directamente a Perón. No pidió pericias, no llamó a declarar a nadie, no ordenó una autopsia. Yo consulté a peritos balísticos y ellos me dijeron que era imposible que el disparo no se hubiera escuchado dentro del departamento. Tampoco sabemos si los caseros y el custodio mintieron: ellos dieron la misma versión en dos circunstancias distintas. Es una de las grandes dudas del caso.

-Es inevitable ver similitudes con la muerte de Alberto Nisman.

-Salvando las distancias, sí. Lo que se ve, tanto en Duarte como en Nisman, es que la justicia va cambiando en función del poder de turno y me refiero no solamente al gobierno sino también a la corporación judicial y a otros intereses poderosos. Además, se trata de dos personajes que estuvieron muy cerca del poder, pero en algún momento se produjo un quiebre y quedaron lejos. La tercera similitud es la escena del crimen: cómo se pierden elementos valiosos de prueba desde el primer momento en que encuentran el cuerpo.

-Una cuarta coincidencia es el rol de los custodios, que no vieron ni escucharon nada.

-Los custodios, en ambos casos, tienen un rol que no fue para nada esclarecido, lo mismo que la actuación de la Policía Federal. Juan Duarte tenía que ir a declarar la mañana en que aparece muerto. Nisman tenía que ir al Congreso a explicar sus acusaciones contra la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Los dos son casos críticos que rozan directamente al poder, la verdad judicial queda sospechada y la sociedad elige creer en función del lado de la grieta en que se coloque.

-Para Perón, Duarte cursaba un estado avanzado de sífilis y por eso se mató. Al tratarse de una enfermedad de transmisión sexual, ¿juega como una especie de sanción moral?

-Sí. Y ese es otro punto de comparación con Nisman, más allá de lo que pasó y de lo que cada personaje fue en sí. Apenas Nisman aparece muerto, publican su vida privada con distintas mujeres. Con Duarte ocurre algo similar. En lo poco que dice Perón sobre la muerte de su cuñado, porque realmente hubo un silencio atronador de su parte sobre este tema, atribuye su depresión a la sífilis. Es más: los peronistas ya habían utilizado el argumento de la enfermedad para justificar la salida de Duarte del gobierno. Sin embargo, el médico personal de Duarte dijo dos veces que era cierto que tenía sífilis, pero que no estaba activa ni que corría riesgo su vida. Lo mismo cree la familia.

-Lo moral surge fuertemente en los interrogatorios de la comisión de la Revolución Libertadora. A la actriz Fanny Navarro le preguntan en qué posición tenía sexo con Duarte.

-Los integrantes de esa comisión se proponen demostrar que la muerte de Duarte fue un homicidio y que Perón tuvo algo que ver. Ellos debían extraer, de todos los testimonios y de todas las pericias, pruebas de que había sido un crimen, pero también pruebas de corrupción o de cuestiones morales que afectaran al peronismo. A Fanny Navarro, uno de los principales amores de Duarte, le hacen estas preguntas que son una forma de tortura psicológica. Incluso le muestran la cabeza de Duarte, porque la cortan durante la autopsia y la pasean por todo el Departamento de Policía. Esa investigación fue la primera que llamó a declarar a todos los testigos y en la que hubo un intento de pericias, pero bajo métodos absurdos y procedimientos violentos. No iban a buscar la verdad sino la verdad que ellos querían demostrar.

-Cuando investigan el patrimonio de Duarte, aparecen autos, propiedades y hasta un avión. Pero, según planteás en el libro, no se pudo probar que fueran bienes malhabidos.

-Exacto. Siempre quedó la duda. En el expediente hay testimonios que hablan de una red de testaferros, porque él no tenía bienes a su nombre. Varias fuentes que me hablaron en off me señalaron supuestos testaferros que hasta el día de hoy gozan de un buen pasar, puntas que traté de seguir. La verdad es que esto no fue probado judicialmente. Duarte murió teniendo un avión chiquito, unos campos también chicos y objetos de lujo propios de un bon vivant, pero que no representaban grandes sumas de dinero. Eso no quiere decir que no haya robado, no lo sabemos. Todos los expedientes, tanto los de la sucesión como los de la muerte, tienen hojas arrancadas y partes incompletas, fueron manipulados y alterados físicamente. Tanto es así que de las 32 grabaciones de los interrogatorios de la Revolución Libertadora, yo pude recuperar con mi investigación sólo 16.

-Tratándose de un personaje al que le gustaba tanto la farándula, es una ironía que su caída en desgracia haya sido en un teatro y por una actriz.

-El episodio que dispara que Perón decida investigarlo es, justamente, cuando la actriz Malisa Zini lo intercepta en el Colón y le dice “están robando en su nombre, usted tiene que hacer algo”, y Perón la escucha. Pero él ya conocía denuncias de corrupción provenientes de la oposición en las que Juan Duarte siempre aparecía. También había militares que no querían a Juan, como no habían querido a Eva en su momento, y que decían lo mismo. Entonces, lo de Malisa Zini le viene como anillo al dedo. Y nombra a dos militares para que abran una investigación interna.

-Fanny Navarro dijo que Duarte odiaba a Perón. Pero la carta final indica lo contrario. ¿Vos qué pensás?

Ninguna de las dos cosas. Según lo que pude reconstruir no sólo por el expediente sino por distintas fuentes, Juan Duarte tuvo momentos de devoción hacia Perón, pero también momentos en los que actuó a sus espaldas, aunque la mayoría de las cosas que hacía eran en nombre de Perón y con el aval de Perón. Me refiero a los actos políticos. Duarte aparece muerto luego de un discurso de Perón contra la corrupción. Y deja una carta muy llamativa por varias razones. El original no quedó archivado y el juez, sin hacer pericias caligráficas, se la entregó en mano a Perón. Ahí se pierde una prueba muy importante. Es rara una carta de despedida en la que no hable de su madre ni de sus amores. Se la dirige sólo a Perón como una muestra de idolatría. Esa carta fue filtrada a los medios con fotocopias con correcciones ortográficas.

-Ni Fanny Navarro ni la madre de Duarte jamás creyeron la hipótesis del suicidio.

-La familia hasta el día de hoy dice que lo mataron. ¿Por qué piensan que no se suicidó? Por su personalidad y porque la madre, Juana Ibarburen, estuvo el día anterior con él y él le dijo de hacer un viaje a Europa para despejarse. Hay sospechas sobre sectores internos del peronismo que quizás preferían hablar de corrupción para tapar la crisis económica que ya empezaba a perjudicar la imagen de Perón.

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