Demencia senil, Parkinson o depresión fueron los diagnósticos que tenían la mayoría de los pacientes que fueron internados en el Hospital Psiquiátrico Willard Asylum que había sido inaugurado en el año 1896 en Nueva York (EE.UU).
Una gran parte de los internados no tenían recursos económicos y eran considerados «locos» de quienes no se podía esperar una recuperación, según los calificativos médicos de esa época. Muchos eran inmigrantes que habían llegado a los Estados Unidos durante los primeros años del siglo XX.
El hospital estaba dividido en zonas para mujeres y para hombres. También tenía separados en un sector a los pacientes que consideraban más violentos. Se estima que los internados sufrían maltratos excesivos por parte de los médicos quienes les proporcionaban drogas muy fuertes y los sometían a sesiones de electroshock, a las que llamaban the blitz, el bombardeo, que se administraban sin sedación y era tan fuerte que llegó a romper la columna a algunos pacientes durante las convulsiones y suministro de fortísmas drogas paralizantes, según cuenta el diario español 20 Minutos.
El sanatorio fue cerrado en 1995 (actualmente se encuentra abandonado y fue declarado como un sitio de interés histórico) y como una gran parte de los cadáveres no fueron reclamados, tuvieron que habilitar un terreno anexo, una especie de cementerio, en el que colocaron aproximadamente unas 6.000 tumbas.
Se calcula que aproximadamente 55.000 pacientes pasaron por las instalaciones de este psiquiátrico estatal. Y se estima que más de la mitad de ellos murieron internados en medio de la soledad y de la desidia de los profesionales que debían velar por el bienestar físico y emocional.
En el momento de cerrar el centro, la Oficina de Salud Mental del Estado de Nueva York le asignó a Bev Courtwright, empleado del hospital, la tarea de revisar todos los edificios del centro psiquiátrico para intentar determinar qué objetos debían salvar.
Courtwright abrió una puerta, ubicada dentro de un ático, y para su sorpresa se encontró con más de 400 valijas que contenían pertenencias de antiguos pacientes. Las maletas se habían almacenado cuando sus dueños ingresaron a Willard en algún momento entre 1910 y 1960.
Jon Crispin es fotógrafo y a principios de la década del 80 comenzó a fotografiar los edificios abandonados en Willard. Se enteró de esta colección de valijas en 1995 y en 2011 volvió al lugar abandonado para tomar nuevas imágenes. «Mi objetivo era documentar la colección de la forma más completa posible y mostrar que los pacientes eran seres humanos reales con vidas que iban más allá de su diagnóstico con problemas de salud mental. Fueron los objetos personales los que llamaron mi atención y cualquier cosa que tuviera algo escrito», dice Crispin a LA NACIÓN.
Exposiciones y fotografías
Beverly Courtwright, empleada de Willard, se puso en contacto con Craig Williams, curador del Museo del Estado de Nueva York, a quien le comentó sobre los hallazgos. Entonces, Craig facilitó la adquisición de las más de 400 valijas y, finalmente, cada caja y su contenido fueron catalogados para su almacenamiento en la colección permanente de dicho museo.
El New York State Museum en 2004 organizó la exposición The Lives They Left Behind: Suitcases from a State Hospital Attic (Las vidas que dejaron atrás: maletas del ático de un hospital estatal). La muestra, centrada de una decena de las maletas, permitió la reconstrucción de otras tantas historias personales de antiguos pacientes.
«Las valijas hablan más de lo que sus historias médicas jamás podrían»
Crispin, que sueña con poder editar un libro con todas estas fotos, cuenta que en 2013 y en 2014 se realizó una exposición en el Exploratorium de San Francisco (EE.UU), El rostro cambiante de lo normal, que incluyó sus fotografías y poemas de la Dra. Karen Miller, varias de las valijas y los contenidos que estaban en exhibición.