En este 2020 que se ha sentido como una montaña rusa de noticias, emociones y experiencias. Estas últimas tres semanas han sido las más esperanzadoras con grandiosas noticias tanto en la posibilidad de vacunas exitosas, eficientes y seguras, como en nuevos compuestos para tratamientos para coronavirus. Éstas, si bien nos deben de dar muchas gotitas de esperanza y un pequeño respiro, deben de proveernos las fuerzas para seguir cuidándonos.
Sin duda son resultados de meses dedicados a resolver esta crisis mundial, y son avances excelentes en la dirección correcta, sin embargo aún hay que esperar la aceptación por las instancias reguladoras de salud y a que transcurran los tiempos de distribución y asignación para que estas vacunas y tratamientos lleguen a nuestras farmacias o centros de salud. Así que aunque cada vez se ve más nítida la luz al final del túnel, aún nos queda cruzar por el tramo posiblemente más oscuro. Lo que sí, es que ya falta menos. Veamos de qué se trata.
Las vacunas: son iguales pero diferentes
Desde que a inicios de enero China hizo pública la secuencia genética del nuevo coronavirus, cientos de laboratorios de todo el mundo comenzaron a diseñar distintas vacunas. Y de las cientos de candidatas, hoy conocemos resultados contundentes, extremadamente optimistas, de tres de ellas. A pesar de tener algunas finalistas, es importante recalcar que necesitaremos que todas sigan avanzando, ya que estas, y las que vienen en camino, por estar aún en fases de experimentación son importantes para cubrir la demanda.
Una sola formulación no resolverá los retos pero además entre todas existen diferencias sustanciales que harán que unas funcionen mejor que otras para ciertos grupos y países. Unas requieren una, una y media o dos dosis; algunas necesitan refrigeración, congelación o ultrafríos para su conservación y transporte; otras son más caras, algunas más accesibles; unas mejores para ciertos grupos etarios, de riesgo, con comorbilidades; algunas previenen la enfermedad y otras solo hacen que el COVID-19 sea más leve; hay las que son más eficientes, con menos efectos secundarios; incluso la inmunidad que generan puede llegar a durar más en una que en otras. Por ello, comprender las ventajas de una vacuna sobre otra, las características de cada una, es esencial.
Es importante recalcar que todas ellas buscan inducir una respuesta inmunológica, engañando a nuestro sistema, haciéndolo pensar que está siendo infectado por el nuevo coronavirus y provocando la generación de anticuerpos y células de memoria que logren eventualmente prevenir, o al menos reducir la severidad, en un posible encuentro con el virus que provoca COVID-19. Cada una de las vacunas candidatas usa estrategias distintas para lograr este mismo objetivo.
Según las distintas estrategias de cada una de las vacunas están las más tradicionales, que utilizan al virus SARS-COV-2 atenuado o inactivado, las que usan fragmentos de proteínas virales, las que con un vector inocuo buscan introducir material genético del coronavirus, o bien, las más novedosas y nunca antes usadas que están hechas de ARN viral. Todas usan partes o secciones no activas del virus para despertar al sistema inmunológico y prepararlo para una posible futura infección. Provocar una respuesta “hecha a la medida” que logre inactivar al nuevo coronavirus si la persona entrara en contacto con él.
De las hechas con vectores virales modificados hay varias presentaciones: están la de CanSino que ha sido aprobada para uso limitado en China, la del Instituto Gamaleya que también ha sido aprobada para uso temprano en Rusia, la de Johnson+Johnson que con esta misma estrategia desarrolló la vacuna contra Ébola pero aún está en fases de experimentación.
De este grupo, la que desarrolló la Universidad de Oxford, en producción con AstraZeneca, es una de las que apenas anuncio importantes resultados. Esta vacuna, que utiliza adenovirus de chimpancé para llevar el material genético del nuevo coronavirus reportó tener efectividad para prevenir COVID-19 de 90% cuando se aplica media dosis y luego dosis completa y de 62% cuando se aplican dos dosis completas con un mes de separación. Aún los investigadores están tratando de comprender este hallazgo. Sin embargo, la efectividad combinada es extraordinaria, de 70.4%, superando el 50% que la Organización Mundial de la Salud había establecido como mínimo.
Además, de los voluntarios que recibieron la vacuna de AstraZeneca y Oxford, y que desarrollaron COVID-19, ninguno requirió hospitalización, por lo que en los casos en que la vacuna no evita la infección, al menos hace que la enfermedad se presente de forma más leve. Un gran ventaja es que para su transporte y almacenamiento, esta vacuna requiere estar en refrigeración, a temperaturas entre 2 y 8ºC, y es mucho más económica que las vacunas de versiones genéticas: aproximadamente $4 dólares la dosis; ya que las empresas farmacéuticas involucradas aseguraron no obtener ganancias de ella mientras esté en curso la pandemia.
Finalmente, de todas las estrategias para hacer vacunas existe una nueva tecnología que introduce solamente una sección de hebra de material genético del nuevo coronavirus, ARNm, tecnología que nunca antes había sido utilizada pero aparentemente ha dado excelentes resultados en los estudios de fase 3. Tenemos a BioNTech y Pfizer en la delantera, posiblemente obteniendo autorización de la FDA el 10 de diciembre y comenzando la vacunación en Estados Unidos dos días después con una efectividad para evitar COVID-19 de más de 90% y que sin embargo requiere estar a la temperatura del hielo seco, a -70ºC para su conservación. Esa quizás es su gran desventaja.
Dentro de este grupo está también la vacuna de Moderna, que se encuentra a escasos días de pedir autorización a la FDA ya que mostró alta efectividad, de 94%, sin efectos secundarios importantes, pero que para su viabilidad requiere estar también en congelación, pero no tan fría como la de Pfizer y BioNTech, la de Moderna es estable a -4ºC, como los congeladores comerciales. Ambas vacunas de mRNA requieren dos dosis y aunque son más caras que la de Oxford y AstraZeneca muestran mejores resultados en su efectividad.
Vale la pena hacer notar, que a través del proyecto COVAX, México tendrá acceso a la de Oxford y AstraZeneca. Y claro que ya con estas vacunas cercanas a aprobación, y con millones de viales actualmente en producción, los países están ahora enfocados su distribución, y el esquema de asignación que cada uno asumirá para sus poblaciones, seguramente dando prioridad a los trabajadores de la salud, a los grupos de mayor vulnerabilidad y/o riesgo de tener COVID-19 grave.
Los tratamientos
En este frente ha habido excelentes avances también en las últimas tres semanas. La enfermedad llamada COVID-19 tiene dos etapas. La inicial, llamada viral, corresponde a los primeros días, y se refiere a cuando el virus se encuentra en constante replicación dentro de nuestras células, y en muchos casos corresponde a cuando comienzan los primeros síntomas. En esta etapa, funcionan principalmente los compuestos de carácter antiviral, cuyo objetivo es bloquear e interrumpir el mecanismo de infección del virus: su entrada a las células, el secuestro de la maquinaria celular, la replicación de su material genético, el ensamblado de sus partes y la salida de nuevos virus. Inhabilitar el proceso infeccioso y la multiplicación del virus en nuestro cuerpo.
En esta etapa viral, existen nuevos compuestos que han sido aprobados como excelentes tratamientos. En esta categoría están los anticuerpos monoclonales que funcionan como tapones específicos, anticuerpos artificiales, que se pegan a las proteínas de la “corona” del virus, impidiendo su entrada a la célula. De este tipo de moléculas, aprobadas para administrar por vía intravenosa a pacientes de más de 12 años y 40 kilogramos de peso, que no requieren oxígeno ni están hospitalizados pero tienen cierto riesgo de desarrollar COVID-19 severo, están el bamlanivimab de Eli Lilly y la combinación de casirivimab con imdevimab, de Regeneron, que le dieron a Donald Trump cuando aún era un cocktail experimental.
Durante esta etapa temprana de la enfermedad, es recomendable usar el remdesivir de Gilead Sciences, que a pesar de que se está administrando actualmente en pacientes hospitalizados, su mecanismo de acción es la de entorpecer la replicación del virus; funcionaría quizás mejor como antiviral.
Por lo pronto, estas tres prometedoras opciones de tratamiento: remdisivir, bamlanivimab, y casirivimab+imdevimab, son alternativas caras. Esperemos podamos contar pronto con evidencias curativas de más compuestos, preferiblemente más accesibles.
Finalmente, para la segunda etapa de la COVID-19, la inflamatoria, en la que se presenta baja oxigenación y las personas requieren servicio hospitalario el tratamiento que hasta ahora el FDA ha aprobado es la dexametasona, una cortisona que ha demostrado tener excelentes resultados al administrarse en los momentos avanzados de la enfermedad.
Con estas grandiosas noticias, los excelentes resultados de las vacunas de Moderna, AstraZeneca+Oxford, Pfizer+BioNTech, más lo que la vacuna china de CanSino, la de Johnson&Johnson y Sputnik V de Rusia puedan pronto arrojar, esperemos comenzar a ver a las primeras personas vacunándose en los próximos meses. Tenemos que recordar que el éxito de la vacuna no está en su elaboración sino en la aplicación a la mayor proporción de la población. Esto nos dará la ansiada inmunidad de rebaño que disminuirá la cantidad de personas susceptibles al nuevo coronavirus poniendo un freno a la propagación.
Aunado a que en el frente de los tratamientos poco a poco se estén encontrando compuestos antivirales y para el mejor manejo de los pacientes hospitalizado que aumenten la supervivencia, disminuyan los casos graves, bajen la letalidad, y esperemos también, hagan que existan menos personas con secuelas y síntomas prolongados de COVID-19.
Mientras tanto, a seguir cuidándonos del coronavirus. Y ya sabemos cómo hacerlo. A usar el cubrebocas, estar a distancia, en la medida de lo posible en lugares abiertos y con ventilación, hacernos las pruebas, detectar los casos positivos, lavarse las manos, conocer el nivel de propagación en el contexto donde vivimos y disminuir los contactos. Estas son las medidas que harán que pasemos una mejor temporada de frío.
Paciencia.
Tomado de mi última plática con el Dr. Francisco Moreno Sánchez recuerdo la frase de Charles Darwin que compartió: “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”.
Sobrevivamos. Cambiemos.
Sí, regresaremos a esa vida que era “normal”. Aún no, pero sí llegaremos al final de la pandemia. Sin embargo no nos adelantemos al tiempo. Como se lee en el Tanaj: “Para cada cosa hay un tiempo;… tiempo de abrazar y tiempo de rechazar los abrazos…” (Kohelet, 3:5)
Pronto habrá momento de abrazarnos, aún no. ¡Esperemos con ansias, esperanza y emoción a que sigan las buenas noticias!
Carol Perelman / enlacejudio.com