La oposición entre religión y ciencia que los seculares liberales asumen que es un hecho fundamental, en verdad es ajena al judaísmo.
David Gelernter, profesor de ciencia computacional de la Universidad de Yale, renunció a su creencia en la evolución darwiniana.
Él escribió que estaba triste de dejar de creer en “una brillante y hermosa teoría científica”, pero que llegó a la conclusión de que ella no puede explicar el panorama completo. No el ajuste o la sintonía de las especies existentes, sino la emergencia de nuevas especies.
Si su argumento está o no bien fundamentado es tema para otra discusión. El punto aquí es que se trata de algo que no puede decir nadie que no esté dispuesto a arriesgarse a un suicidio profesional y social.
Gelernter dice que el darwinismo fue más allá de ser un argumento científico. Aunque sus colegas de Yale lo trataron de forma cordial y «educada», las personas están dispuestas a jugarse la vida cuando se cuestiona la evolución darwiniana.
“Te destruirán si la cuestionas”, afirmó. En este tema, no hay nada que se acerque a la libertad de expresión. “Es una especie de rechazo amargo, fundamental, furioso, indignado y violento, que no se parece en nada a una discusión científica o intelectual”.
Las conclusiones de Gelernter sobre el darwinismo derivan principalmente de su análisis de la probabilidad estadística de la evolución de nuevas especies. Sin embargo, cualquiera que cuestiona el darwinismo de inmediato es catalogado como “opuesto a la ciencia” y se lo acusa de ser un loco religioso.
En efecto, la resistencia contra la apostasía de Gelernter incluyó la observación de que él es un judío religioso. Al parecer, la única razón por la que pudo llegar a esta conclusión “de negación”, es que él ve la ciencia a través de “las lentes del Antiguo Testamento”, dijo un sitio web partidario de la teoría de la evolución.
De hecho, una creencia que es indiscutible tiene la característica de ser fe religiosa. Por eso Gelernter afirma que el darwinismo es una religión.
Nuestra era supuestamente se dedicada a promover la libertad individual, la tolerancia y el fin de los prejuicios. Entonces, ¿por qué se acallan tantas opiniones?
Hay bastantes otros temas «intocables» en nuestra sociedad de pensamientos controlados. Por ejemplo, es indiscutible que el calentamiento global es producido por el hombre, porque se considera que la ciencia de esa teoría ya fue “establecida”. En verdad esto es un dogma contrario a la ciencia, porque en la ciencia nunca nada es un hecho establecido, sino que siempre queda abierto a nuevos desafíos.
Entonces, ¿cómo es posible que nuestra era científica promueva ideas opuestas a la ciencia, más similares a doctrinas religiosas, y que las llame ciencia?
Nuestra era supuestamente se dedica a promover la libertad individual, la tolerancia y el fin de los prejuicios. Entonces, ¿por qué se acallan tantas opiniones? ¿Por qué el debate fue ampliamente remplazado por insultos cargados de odio? ¿Y cómo es que esto se vio acompañado de un incremento del antisemitismo, a menudo precisamente entre los mismos suscriptores de la agenda de “conciencia» liberal antirracista?
Puede ser que haya aquí una conexión que generalmente se pasa por alto, y ella involucra a los judíos.
En la base de toda esta confusión moral e intelectual, hay un ataque contra los principios básicos de la civilización occidental bajo el argumento de que estas son innatamente exclusivas, prejuiciosas y opresivas.
Esto es así porque se basan en valores bíblicos que se consideran crueles, oscurantistas y opuestos a la razón, el iluminismo y la generosidad de espíritu.
En contraste, se cree que la agenda secular apoya todas las cosas buenas asociadas con la modernidad, tales como la bondad, la racionalidad y el progreso.
El Occidente se convence a sí mismo de que la modernidad surgió al repudiar a la religión durante la Ilustración, en el siglo XVII.
De hecho, como señala Tom Holland en su libro, el cristianismo permanece en la base del pensamiento occidental contemporáneo incluso entre aquellos que lo desprecian. El libro Dominio: Una nueva historia del cristianismo, del historiador británico Tom Holland, es un análisis magistral de la forma en que los valores cristianos dieron forma al Occidente y lo siguen haciendo incluso en los lugares más improbables.
Su libro no es sólo un relato fascinante del extraordinario alcance y persistencia del cristianismo, que evolucionó y se fue adaptando a través de las generaciones y a lo largo de las sociedades. Él también afirma que los valores cristianos, los cuales a veces llevaron a la esclavitud, el imperio y la guerra, se siguen encontrando en la base de lo que hace al Occidente civilizado y bueno.
Esto sorprendió a aquellos para quienes es axiomático que sólo el secularismo produce bondad, mientras que la religión produce tan sólo cosas malas. Pero Holland señala que incluso los ataques de los seculares liberales al pensamiento cristiano están motivados por los valores cristianos de tolerancia y justicia.
Por supuesto, hay un elefante blanco en esta habitación. Porque a pesar de que estos principios occidentales básicos fueron introducidos y difundidos por el cristianismo, su origen está en la Biblia Hebrea.
Holland da el debido reconocimiento a los fundamentos judíos del cristianismo y también a la forma terrible en que el cristianismo se comportó hacia los judíos en el pasado.
Pero lo que muchos pasan por alto es que los principios morales que se asume que fueron inventados por el cristianismo, tales como la compasión, la justicia, el hecho de preocuparse por los pobres o dar prioridad a los demás, todos fueron introducidos al mundo por la Torá.
El código mosaico del judaísmo fue el que le dio al Occidente su conciencia y las raíces de su civilización al poner cadenas a los apetitos egoístas de las personas. Sorprendentemente, todas las ideologías contemporáneas que apuntan a debilitar o transformar al Occidente, se basan en la oposición a las creencias religiosas judías, a los códigos morales judíos o a la patria judía en Israel.
Por ejemplo, el ecologismo más profundo desea derribar a los seres humanos de su pedestal en Génesis como el pináculo de la creación; la elección del estilo de vida sexual niega los códigos morales del judaísmo; el materialismo científico repudia la creencia en el creador Divino del mundo; el anti-sionismo niega el derecho de los judíos de vivir en su propia tierra; y el universalismo liberal es un desafío innato al judaísmo que, como un conjunto de creencias singularmente diferente, siempre se interpone ante cualquier ideología universalista.
Gran parte de este ataque secular se remonta a la idea central del iluminismo de un mundo basado en la razón, lo que para los pensadores franceses de la Ilustración en particular era algo opuesto a la religión.
Pero el concepto occidental de razón en realidad deriva de la Torá. Ideas tales como un universo ordenado y racional estructurado con un concepto de tiempo linear son conceptos revolucionarios que fueron introducidos en el libro de Génesis.
Estas ideas fueron esenciales para el desarrollo de la ciencia occidental. Los primeros científicos creían que las leyes naturales presuponían necesariamente un Legislador. Como dijo Galileo Galilei: “Las leyes de la naturaleza están escritas por la mano de Dios en el lenguaje de las matemáticas”.
La oposición entre religión y ciencia que los liberales seculares asumen como un hecho fundamental, en verdad es ajena al judaísmo. Con gran parte de la Biblia Hebrea interpretada a lo largo de los siglos como alegoría o metáfora, el judaísmo nunca consideró a la ciencia como una amenaza.
Maimónides, el sabio judío del siglo XII, fue el gran ejemplo de la creencia que ciencia y religión son complementarias. Él escribió que el conflicto entre la ciencia y la Biblia surgió de una falta de conocimiento científico o de un entendimiento defectuoso de la Biblia.
Sin la Torá, no existiría la racionalidad occidental ni principios como justicia o compasión. Pero el secularismo sostiene que la regla de la razón separada de la religión bíblica haría desaparecer del mundo y del corazón humano cosas malas como los prejuicios o las guerras.
Estas utopías imposibles invariablemente desembocan en la opresión. Así quedó demostrado con el cristianismo apocalíptico medieval, con la Revolución Francesa, con el comunismo y con el fascismo. Y también lo prueba hoy el totalitarismo cultural de la izquierda.
Como todos los utópicos, la izquierda cree que sus ideas son indiscutibles porque supuestamente representan la virtud misma. Por lo tanto, todos los que se oponen a ellos no sólo están equivocados, sino que son malvados. En consecuencia, hay que erradicar a los herejes como Gelernter, porque no se le puede dar lugar a ningún desafío al secularismo.
Lo que los seculares liberales no entienden es que al atacar los conceptos judíos que son la base del cristianismo occidental, no sólo repudian sus propios supuestos ideales de tolerancia y racionalidad, sino que también serruchan la rama en la que ellos mismos están sentados.
Melanie Phillips / Aishlatino