La asimilación de los judíos implica su integración a la cultura circundante, como un mecanismo de solución a su rechazo en la misma. El fenómeno de la asimilación se remonta desde el Imperio seléucida (312-63 AEC) que se centró en el Medio Oriente representativo de la cultura helenística donde se mantenía la preeminencia de las costumbres griegas. Muchos judíos habían adoptado la lengua y cultura helenística de la época. El uso de la lengua vernácula es un ejemplo de aculturación clave de la asimilación en la época moderna.
En este contexto, la asimilación judía comenzó de nuevo entre los judíos ashkenazíes en gran escala hacia finales del siglo XVIII en Europa central y oriental, principalmente en Alemania, Austria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Polonia, Ucrania, Rumania, Moldavia, Rusia, Bielorrusia, Lituania y Letonia. Las razones para su éxito inicial como asimilados incluyeron, entre otras, la esperanza de mejores oportunidades entre los no judíos, especialmente entre las clases altas.
La asimilación en el presente en buena medida se da por las presiones de la sociedad de ser como todos los demás, incluso el movimiento reformista del judaísmo también se suma a este fenómeno, ya que es una rama del judaísmo que se ha vuelto más relajada en lugar de la práctica estricta que observan los judíos religiosos.
En este contexto, en un estudio especial presentado por el Comité de Inmigración, Absorción y Diáspora para la Knéset de Israel el 11 de noviembre pasado, se indica que existe una alarmante tasa de asimilación y matrimonios mixtos entre los judíos en Europa. El porcentaje entre los judíos polacos es de 70%, explicable en virtud de la limitada población judía en ese país (entre 8,000 y 12,000 personas). En Holanda, Dinamarca y Suecia es de 50%. En Francia tiene la comunidad judía más grande de Europa, 550,000 personas, es de 31%.
En los últimos 70 años, desde 1950, Europa “ha perdido el 60% de sus judíos, su población en el continente está en un mínimo. Mientras que el 90% de los judíos del mundo vivían en Europa en el siglo XIX hoy solo el 10% vive allí. De acuerdo al estudio referido los judíos están emigrando de muchos países europeos debido al aumento del antisemitismo, el colapso de las comunidades y la asimilación.
Hoy día en Europa los judíos se ven obligados a ocultar símbolos judíos, tienen miedo de caminar con una Kipá en las calles y la policía local cuida las sinagogas. En el estudio se enfatiza que el Estado de Israel precisa ayudar a sus comunidades judías en el extranjero, porque no todos los judíos pueden o quieren inmigrar a Israel. En este contexto, el Dr. Dor Maimon, del Instituto de Políticas del Pueblo Judío, no prevé un escenario positivo para los judíos europeos, debido al declive económico y el aumento de la islamización.
En este sentido, considera que existen tres escenarios posibles: aumento de la islamización en el continente que provocaría la salida de muchos judíos, una lucha feroz contra la islamización y luego los judíos y otras minorías sufrirían y se sentirán perseguidos, o un fuerte enfrentamiento entre europeos e islamitas. En este último escenario los judíos también querrían irse, que de hecho esto ya está sucediendo.
En este ámbito, la directora del Centro para el Estudio de los Judíos Europeos, Dina Porat, señaló en un encuentro realizado por la Unión Europea el año pasado, que el 75% de los judíos europeos que fueron afectados por el antisemitismo, no lo informaron por miedo a represalias. Porat considera que no es el antisemitismo lo que provoca la asimilación.
Es de destacar que el antisemitismo sigue al alza en Europa y se exterioriza a través de insultos, lenguaje agresivo visual y verbal, amenazas y hostigamientos, e incluso asesinatos. Por lo demás, se ha detectado un “auténtico diluvio” de mensajes a través de internet y otros medios virtuales, mensajes antisemitas y referencias cáusticas sobre el Holocausto, a pesar de que en diferentes países de Europa existen leyes que castigan con multas y/o cárcel a ese tipo de expresiones.
Preocupa que en Alemania después de haber pasado más de 70 años del horror nazi, ser judío todavía es motivo de temor. En Alemania viven 250,000 judíos. El presidente del Consejo Central de Judíos de Alemania, Josef Schuster, aconseja a los judíos no llevar Kipá en público. “Demasiada hostilidad anti-judía, demasiada indiferencia en Europa, de nuevo los judíos vuelven a esconderse”. Aparentemente el antisemitismo es el ADN de los europeos.
El historiador alemán Matthias Theodor Mommsen, Premio Nobel de Literatura en 1902 y ciudadano honorífico de Roma en los años ochenta del siglo XIX, en su manifiesto contra el antisemitismo expresó que es una epidemia de carácter incurable. Despierta tal odio que su curación será posible cuando su veneno se consuma y pierda su virulencia. Mommsen dejó un mensaje muy claro, válido en el presente: “resulta inútil seguir protestando contra el antisemitismo”. Escéptico, pero bastante real.
Así parece que lo cierto en el aspecto de la asimilación en la Diáspora “es una máxima del pueblo judío, adaptarse donde te encuentres, pasar desapercibido, ser invisible, la angustia de ser judío”. Equivale a poner distancia y un ocultamiento de tu sentimiento religioso para demostrar a tus vecinos y a la sociedad en general, que estás perfectamente integrado.
En este sentido, como señaló el gran escritor Stefan Zweig, la adaptación al medio del pueblo o país donde viven no es para los judíos solo una medida de protección externa, sino también una profunda necesidad interior. Su anhelo de patria, de tranquilidad, de reposo y se seguir sus ansias de no sentirse extraños, les empuja a adherirse con pasión a la cultura de su entorno. Pienso que en este proceso que menciona Zweig es que con el transcurso del tiempo el judaísmo pierde su identidad y se asimila a su entorno completa y permanentemente.
En este punto surge la pregunta ¿Por qué la estigmatización a los judíos a lo largo de la historia, principalmente en Europa? En el fondo parece ser una irracional judeofobia en serie que presenta a los judíos como un todo uniforme, con un pensamiento único, con un objetivo siempre oscuro y centrado en el afán de riqueza; los judíos manejan los negocios, los mercados financieros son suyos. Están todo el día con el dichoso Holocausto. Solo les importa Israel, nazcan donde nazcan.
La visión que se quiere dar del “judío poderoso”, influyente, todos en la misma dirección de negocios, mercados, riqueza, usura, no responde sino a parámetros que se ofrecen desde diferentes medios occidentales, de manera equivocada se difunde con fines aviesos; si bien es cierto que el antisemitismo es el elemento que más ha homogenizado el concepto de judío, en la realidad existe un mundo de diversidades entre las diferentes comunidades judías en Europa y el mundo.
El verdadero espíritu de los judíos es “elevarse a un plano de cultura más alto en el mundo intelectual”. El afán de riqueza es válido, pero efímero, el ideal del judío es ascender a un estrato cultural superior. Formarse, proporcionar estudios a sus hijos. La excelencia de la educación es fundamental. De aquí que en Israel en particular la sociedad vive sin prejuicios, salvo los ultraortodoxos, es directa, lo que a los ojos de occidente puede ser vista como grosera.
Esto ha sido un motor para el israelí promedio en todos sus ámbitos de vida, pueda cuestionar a sabiendas que ello no repercutirá negativamente en su persona, “una especie de descaro que no tiene la menor vergüenza, ni miedo a nada”. Es quizá esta frescura, estas ganas de avanzar y de protegerse, la causa de que la cultura judía proporcione tantos Premios Nobel.