Clarice Lispector: autora de la modernidad judía





En el centenario del nacimiento de Clarice Lispector, una de las autoras más reconocidas de la literatura universal del siglo XX, me gustaría proponer una lectura sobre el impacto de la identidad judía en su obra. Nacida en 1920 en Tchechelnik, ciudad ucraniana que, en sus propias palabras, “no aparece en el mapa de tan pequeña e insignificante” 1, la familia Lispector llegó a Brasil en 1922, escapando de los pogromos. 

Aunque la autora siempre insistió en su pertenencia únicamente a la identidad brasileña 2, y a pesar de que, como ocurre en el caso de Kafka, el término “judío” no aparece ni una sola vez entre sus páginas de ficción, la judeidad de Lispector atraviesa toda su obra, como también ocurre con Kafka y se convierte en una interesante -aunque de ningún modo exclusiva- clave de lectura. 

Representantes de la modernidad judía, estos dos autores reflejan el extremo al que llega un proceso iniciado con la emancipación del s. XIX y que precisamente supuso para los judíos la necesidad de reposicionarse ante una identidad más allá de la comunidad. Con el reconocimiento en tanto que ciudadanos, los judíos tuvieron que enfrentarse paradójicamente a su propio legado y a su propia pertenencia, para reinventar el lugar de una tradición que dejaba de ser única. Por un lado, tenían que reconocerse a sí mismos como miembros de naciones que integraban como cualquier otro ciudadano; por otro lado, la nueva condición implicaba encontrar una nueva relación con la comunidad judía (Schnapper, 2018). El pensador franco-israelí Stéphane Mosès utiliza la expresión “rebelión de los hijos” 3 para referirse a esta tensión entre asimilación y tradición que caracteriza a la modernidad judía. 

Tanto Kafka como Lispector manifiestan en sus obras el grado máximo de esta tensión en el s. XX, al eludir por completo cualquier referencia explícita a su herencia judía. Lispector llegará a decir “soy brasileña y punto” 4. Adopto en este sentido el término “judeidad”, acuñado por Albert Memmi (1962), que viene a cubrir este nuevo aspecto de la identidad judía, como modo subjetivo y evolutivo de ser y de sentirse judío, más allá de cualquier definición religiosa y de categorías sociológicas de pertenencia.

En el caso de Lispector, como para la mayoría de los judíos inmigrantes a América de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, el proceso de asimilación fue tanto más determinante cuanto que representó también una ruptura definitiva con su pasado europeo. Además, las políticas migratorias de los países latinoamericanos, aunque complejas y no homogéneas, solían reforzar la integración mediante leyes de secularización, desplazando la religión a esferas de la vida privada (Senkman, 2018). Así, aunque las actitudes con relación a los componentes judío y nacional de los escritores judío-latinoamericanos fueron y siguen siendo muy variadas (Sosnowski, 1986 y 1987), la ausencia explícita de lo judío en algunos de ellos, como en el caso que nos ocupa, puede precisamente interpretarse como un síntoma de la dificultad, incomodidad o tensión característica de muchos judíos de la Modernidad. El temor a que su obra fuera encasillada dentro de una categoría cerrada, que se justificaría por una primera recepción en tanto que autora “extranjera” 5, debió influir en la voluntad de Lispector por no mostrarse como judía 6.

Sin entrar en análisis exhaustivos de los textos, que excedería el propósito de este artículo, evocaré de manera general la judeidad en la obra de Lispector. Es precisamente en la primera y la última novelas, Cerca del corazón salvaje y La hora de la estrella, donde el componente judío aparece de manera más explícita en su obra. De este modo, lo judío abre y cierra su trayectoria, permitiendo a su vez proyectar una lectura tanto prospectiva como retrospectiva de toda su obra a partir de ahí. 

Antes de referirme al componente judío de estas dos novelas, conviene señalar que lo judío aparece diseminado en distintos niveles a lo largo de toda la obra de Lispector: desde alusiones sociales, hasta resoluciones estilísticas como el uso profuso del diálogo y la oralidad, fundamentales en la tradición rabínica, pasando por planteamientos teológico-espirituales y filosóficos de algunos personajes o, por supuesto, mediante citas intertextuales sacadas de distintos libros de la Biblia hebrea. 

Aislar estos elementos resultaría sin embargo artificial, en la medida en que están perfectamente combinados con el resto de influencias e intertextualidades, en particular del Nuevo Testamento. La judeidad de Lispector se funde con otras referencias culturales, espirituales e incluso lingüísticas, reflejo de la propia complejidad de la realidad de la autora, que, por lo demás, no podría limitarse a la simple articulación dicotómica entre un componente judío y un componente brasileño. Junto a la tradición judeo-cristiana, aparecen otras religiones y creencias, que incluyen la superstición y la magia, características del sincretismo cultural y religioso en Brasil.

Su primera novela, Cerca del corazón salvaje, fue publicada poco después de la muerte de su padre en 1943 7, muerte que la autora tematiza en la novela a través de la del padre de Joana, la protagonista. Según su biógrafo Benjamin Moser, Lispector asistió regularmente a la sinagoga hasta la muerte de su padre. Entendemos que la figura paterna debió cumplir un rol importante en la transmisión de la tradición judía. En esta primera novela, además, se establece una intertextualidad explícita con Spinoza que permite suponer una filiación con la tradición judía por lo menos no dogmática. Baruj Spinoza, expulsado de la comunidad judía de su tiempo mediante un hérem, representa, en cierto modo, la figura del hereje dentro de la propia tradición.

Así, en su primera novela, Lispector asienta sus fundamentos espirituales e intelectuales a partir de dos figuras masculinas altamente simbólicas: una biográfica, su progenitor, y otra intelectual, Spinoza, filósofo que en esta novela es una referencia intertextual. Además de reconocer la posición antidogmática de Spinoza, se podrían identificar algunos aspectos de su metafísica en la obra de Lispector 8.

En su última novela, La hora de la estrella, publicada póstumamente, volvemos a encontrar una referencia explícita a la tradición judía mediante el nombre de la protagonista, Macabea. Se trata de una alusión evidente al episodio histórico de liberación del pueblo judío, los macabeos, frente a su helenización forzada en el siglo II a.C., que recogen los dos libros de los Macabeos.

Esta última novela representa metonímicamente la posición de Lispector frente a su doble pertenencia, judía y brasileña. En ella la autora retrata la injusticia de la sociedad brasileña, al mismo tiempo que cuestiona las posibilidades de transmisión de una tradición en su dimensión histórica.

El narrador de la novela, Rodrigo, empieza explicando que se siente obligado por “fuerza de ley” (18) a escribir sobre Macabea. Su destino es dar cuenta de la “verdad” que esconde el alma inocente e insignificante de esta muchacha. Macabea representa la figura del margen por excelencia que además de huérfana, pobre y escuálida, está descrita como un ser alienado, fuera del mundo y de sí misma. Al contrario del antiguo pueblo, la Macabea de Lispector es la antihéroe por excelencia, tal vez porque al ser incapaz de comprender el significado que acarrea su propio nombre, no puede ofrecer ningún futuro ni para sí misma ni para nadie. En Río de Janeiro, adonde ha venido a instalarse desde su Noreste originario, trabaja como simple mecanógrafa que “por su ignorancia […] tenía que copiar, lenta, letra por letra” (15). Sin saberlo, Macabea repite el gesto del copista de la tradición judía, vaciado por completo de cualquier trascendencia. Pero Macabea sueña y se enamora de Olímpico de Jesús, un joven abusador y con sentido práctico cuyo nombre no deja nuevamente de rememorar el episodio histórico. Olímpico acaba abandonando a Macabea por Gloria, hija de carnicero y sin duda materialmente más prometedora que aquella. Macabea, siguiendo su consejo, consulta a Madame Carlota, una vidente que le anuncia el inminente encuentro con su príncipe azul. Pero lejos de un final feliz propio de los cuentos populares, al salir de su visita, Macabea es atropellada por un Mercedes, en lo que materializa el triunfo cruel del capital. Cualquier resabio de la inocencia espiritual de Macabea acaba aplastado por esta cruda realidad materialista.

Macabea encarna la misma doble procedencia de la autora, judía y norteña, pero en ella no solo aparecen vaciadas de significado: por su ignorancia de la tradición en el primer caso, por su pobreza y soledad (huérfana, abandonada por el novio) en el segundo caso. Su muerte inevitable convierte al personaje, además, en una suerte de figura mítica de algo que está condenado a desaparecer, encarnación casi invisible de un resto precario; como si con Macabea Lispector quisiera significar, interpreto, el final de una época y de una tradición con las que su propia obra marca una doble ruptura. Por un lado, desde el nuevo continente en el que se sitúa la autora, marca la ruptura inevitable con la tradición del judaísmo europeo que representaba su padre; por otro lado, mediante la renovación de la lengua literaria que representó Lispector frente al costumbrismo brasileño anterior, la obra anuncia la decadencia de la literatura social y regionalista dominante en el Brasil de la época, y que Macabea también representa en tanto que prototipo de muchacha norteña, región en la que Lispector pasó su primera infancia.

Finalmente, como otros personajes de Lispector, Macabea se inscribiría en la misma ignorancia de la Ley que Benjamin ([1938] 2015) reconocía en las criaturas de Kafka y que, según Benjamin, luego retomado por Mosès entre otros pensadores, marca el inicio de la modernidad en la tradición judía. En su correspondencia con Scholem, Benjamin explica que las criaturas kafkianas están sometidas a unas leyes que ya no pueden entender (la novela El proceso es una muestra clara de ello). Tal vez los personajes de Kafka, como sucede en la alegoría “Ante la Ley”, no pueden entender la Ley porque aún no han comprendido que son ellos mismos quienes tienen la clave de acceso, es decir, los únicos que pueden interpretarla. La diferencia capital respecto a Kafka, en este sentido, es que los personajes de Lispector son conscientes de su propia ignorancia. La nada que encarna Macabea se erige como silencio creador, como pregunta de quien todavía desea: “Este libro es una pregunta” (17), empieza confesando el narrador. Macabea, en su ignorancia, inocente y llena de sueños, escapa, en última instancia, al vacío insignificante que parece imponerle su propio destino. En su vida insignificante y al margen de todo, es más libre que cualquier otro personaje determinado por sus propias creencias, ambiciones y convicciones. Por eso, a pesar del fracaso social inevitable de distintos personajes en la obra de Lispector, lo que acaba triunfando es, aunque parezca paradójico, su apego a la vida. No se trata de una esperanza en otra vida, ni en una vida mejor, sino de la conciencia -inocente o lúcida- de que a pesar de todo, la vida sigue y de que ellos contribuyen a que así sea. Así, por ejemplo, aunque Macabea muere al final de la novela, su sacrificio es también una afirmación como sujeto en esta vida. Solo así podemos entender la referencia final al tiempo de las fresas y el sentido de la básica palabra afirmativa “Sí”: “Dios mío, ahora mismo he recordado que la gente muere. Pero… ¡¿yo también?! // No olvidar que, pese a todo, estamos en el tiempo de las fresas. // Sí.”

Recordemos, para terminar, que el nombre que recibió Clarice Lispector al nacer, en hebreo, era Jaya, literalmente, “vida” 9. No hay duda de que lo que queda de judío en su obra -aun en forma de pregunta- está del lado de nuestra condición humana, unida al ciclo de la vida y de la muerte en la tierra. Se consolida así como una escritura de la judeidad en la modernidad. 

Bibliografía citada

Benjamin W. (2015). Sur Kafka. Paris: Nous.
Lerner J. (1977). Entrevista televisada a Clarice Lispector para el programa Panorama (de San Pablo, Brasil). En línea: https://www.youtube.com/watch?v=ohHP1l2EVnU [consultado el 7/12/2019].
Lispector C. ([1944] 2015). Cerca del corazón salvaje. Trad. de Basilio Losada. Madrid: Ediciones Siruela. Biblioteca Clarice Lispector.
———— ([1977] 2014). La hora de la estrella. Trad. de Ana Poljak. Madrid: Ediciones Siruela. Biblioteca Clarice Lispector.
Memmi A. (1962). Portrait d’un Juif. Paris: Gallimard.
Moser B. (2012). Clarice Lispector, une biographie. Pourquoi ce monde. Paris: Des femmes.
Mosès S. (1992). L’Ange de l’histoire. Rosenzweig, Benjamin, Scholem, Paris: Seuil.
Schnapper D. (2018). La citoyenneté à l’épreuve. La démocratie et les juifs. Paris: Gallimard. 
Senkman L. (2018). “La rebelión de hijos emancipados: judeidad y diáspora en escritores exiliados judíos latinoamericanos”. Cuadernos Lirico nº 19, La rebelión de los hijos: el judaísmo en la literatura latinoamericana contemporánea entre tradición y asimilación, Edgardo Dobry, Geneviève Fabry y Valentina Litvan (dir.). En línea: https://journals.openedition.org/lirico/6140.
Sosnowski S. (1986). “Sobre el inquietante y definitorio guión del escritor judeo-latinoamericano”. VVAA, Pluralismo e identidad. Lo judío en la literatura latinoamericana, Mila, Buenos Aires, pp. 31-43. 
———— (1987). La orilla inminente: Escritores judíos argentinos. Buenos Aires: Editorial Legasa.
Vitale I. (2003). “Clarice Lispector en las tinieblas de la materia”. Letras Libres, 31 de octubre de 2003. En línea: https://www.letraslibres.com/mexico-espana/clarice-lispector-en-las-tinieblas-la-materia. [Consultado el 10 de octubre de 2019].

Valentina Litvan / Mozaika

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