El taller de Horacio Vodovotz en Basavilbaso

                                                                                                                        


                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        En estos días de Jánuka, donde la luz se hace presente, Horacio Vodovotz nos abre la puerta de su luminoso estudio, la cocina de su arte y acompaña las imágenes con un relato de lo más amoroso.
Gracias!

«Varios centenares de obras, unos sesenta años construyendo, pero varias asignaturas pendientes. Nunca había hecho una casa para mi familia.
El chalet de Alberto Williams se había modificado con la partida de los hijos. Ahora nuevas reformas eran poco prácticas. Después de fatigar muchos planos, llegue a la conclusión que ningún diseño era suficientemente bueno y la reforma muy costosa. Me angustiaba separarme de los recuerdos que surgían de la casa, del parque, de mi jardín. De hecho, comencé a dar una vuelta todos los días, volver a ver los arboles, algunos de ellos los había plantado yo.

Me distraía caminando por los senderos de granza, rediseñados en mi taller. Se iban acomodando los pensamientos. Por fin me quedo claro que era más barato y más útil cumplir el sueño de todo arquitecto: construir su propia casa. Caminamos mucho y conseguimos a buen precio un lote con dos departamentos ruinosos. 

Estábamos a un par de cuadras de nuestra casa y a media del parque. Con fruición realice montones de planos. Acelere en lo posible el proceso de planos, tramites, contrataciones. Me metí de lleno en esta empresa. Emplee todas mis fuerzas, todos mis conocimientos, relaciones contactos, experiencia. Trabaje como arquitecto, empresario, y hasta un poquito como albañil. Trate de aprovechar algo de lo existente. 

Pero había que rectificar muchas cosas: donde era pared, necesitaba un vano, y donde había vacío faltaba una pared. Escarbe como escultor, hasta lograr ambientes grandes luminosos, de líneas simples. La planta alta quedo con dos ambientes normales y un enorme taller. Con luz natural desde los cuatro puntos cardinales, debía albergar cincuenta años de acumulación de telas, caballetes, colores, libros, asientos archivos, mesas de dibujo. Las paredes, sobre todo la medianera ostentaba grandes ladrillos vistos, muy antiguos. Tenían un color y textura especiales. Decidí conservarlos. Sabía que seguirían envejeciendo con dignidad. 


Se entra al taller por un gran vano. En la jamba derecha la mezuza con una bendición .Para el que esta y para el que entra. En las sagradas escrituras se menciona que D,os “hizo el mundo para hacerlo”. Esto es que nosotros debemos completarlo. También que debemos dejar en nuestra cas algo sin terminar, hasta la reconstrucción del templo en Jerusalén. El asunto de “sin terminar” quedo un poco simbólico, con las paredes de ladrillo visto. Todos los días tengo que agradecer por todo lo que me brinda la casa. Poder tener mi taller mis cuadros.

Una cocina digna donde reina Lidia. Una parrilla donde se luce mi hijo, espacios donde disfrutan mis hijos y nietos, dos patios con plantas y flores. En medio de la pandemia este hábitat se ha vuelto un soporte generoso e indispensable en nuestra vejez.»

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