Un año más hemos llegado a Januca. Las ventanas y las calles se llenan de luz recordándonos un hecho histórico de vital transcendencia, para el Pueblo de Israel.
La mayoría de los lectores conocen la gesta heroica relacionada con Januca, donde los pocos vencieron a los muchos. Una descripción del valor, que la fe motiva y enciende. Una fe correctamente dirigida por la instrucción y enseñanzas de la Tora, de la cual Israel está llamado a preservar de generación en generación.
En Januca ocurrieron varios milagros, pero el más destacado se relaciona con el aceite. En la práctica lo que siempre destacamos es la luz, correctamente no cabe duda, aunque la luz no podría iluminar sin el elemento diferenciador del aceite. Un aceite apartado o santificado para arder en el Templo, de un uso exclusivo. El aceite y el fuego lo pusieron los Sacerdotes, pero ante tan escasa cantidad de aceite el Cielo hizo el milagro. El aceite no menguó y se mantuvo ardiendo por ocho días hasta, que un nuevo aceite fue preparado según las normas sacerdotales.
Los milagros son lo cotidiano en Israel y en este caso, de que el aceite no menguara, ya contaba con precedentes. La Escritura relata otro milagro acontecido por la intervención del Profeta Elías, que reza así “La viuda fue e hizo como le había dicho Elías. Y comieron él, ella y su casa, durante muchos días. No escaseó la harina de la tinaja, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la Palabra que HaShem había dicho por medio de Elías” (1º Reyes 17.15–16). Los conocedores de la historia recordarán como el aceite y la harina, en una pequeñísima cantidad, no menguaron y dieron vida a aquella viuda y su hijo que estaban a punto de morir. El milagro de que el aceite no menguara se repitió en Januca.
El milagro de Januca nos hacer tomar conciencia, de lo que somos y de lo que tenemos que ser. El miedo a un oscuro futuro se disipa por la seguridad de que el Cielo proveerá de lo necesario, a aquellos que encienden la lámpara de la fe. Cada vez que encendemos una luz de Januca alguien toma conciencia de lo que es y de lo que debe aspirar a ser. El encendido las Luces de Januca representa además un reto frente a un mundo, que vive en la más completa oscuridad. Israel está llamada a ser Luz a las Naciones y esperanza de los pobres y desheredados. Un país como Israel, único en su especie, está iluminando a la humanidad en muchas formas y maneras, pero la mayor tiene que ver con lo milagroso y excepcional.
La esperanza de muchas naciones, aunque no lo reconozcan públicamente, están puestas en un Israel acostumbrado, a que lo poco no mengue y alcance para tener y compartir. Januca nos anuncia que el valor, la fe y la decisión de alcanzar la victoria frente a los enemigos no menguará en Israel. Por muy poca fe que pudiéramos tener y por muy poco valor que pudiéramos almacenar en nuestro corazón, nunca menguará conforme a la Promesa del Cielo. Januca nos hace tomar conciencia de dónde venimos, lo que somos y aquello a lo cual aspiramos a ser. Mientras se siga encendiendo la Lámpara de Januca en el Hogar Nacional del Pueblo Judío y en cada ventana, noche tras noche, siga aumentando la luz no menguará la fe, ni el valor se acabará. Somos luz y tenemos que iluminar. No te preocupes por la escasez del aceite, que no menguará. Enciende la conciencia de lo que eres y actúa en consecuencia.
Un emocionante Januca para todos los lectores de este medio y de todos aquellos que siguen iluminando la conciencia en favor de Israel. Que el Cielo les siga bendiciendo y que el aceite de la verdad nunca mengue en sus respectivas redacciones ¡Feliz Januca!
José Ignacio Rodríguez / Unidos con Israel