Ilustración de Hans Bertle de la novela de Bambi de Felix Salten
Considerado como uno de los dibujantes más reconocidos, el parisino vuelve con esta obra (Edelvives) porque siente que la historia de este cervatillo indefenso, pero valiente, (llevado a la fama mundial por Disney) es una historia necesaria en nuestros días.
«Creo que estamos viviendo -ha explicado- en un mundo cada vez más dividido, teñido por extremismos de corte religioso y nuevas formas de antisemitismo y racismo. Lo que sí que tenía claro es que no quería abordarlo directamente y desde una perspectiva histórica porque al público más joven les aburre sobremanera porque piensan que ya se lo saben todo (obviamente no, más bien al contrario, no tienen ni idea)».
Por eso, el «Bambi» de Lacombe (1982) tiene un objetivo claro: que los lectores vivan en su piel «lo que se siente cuando te persiguen, cuando eres objeto de opresión».
Porque eso es lo que sintió Salten, el padre de la criatura, durante los años de nazismo, ya que consideraron que se «trataba de una alegoría del antisemitismo» porque el autor era judío «y había padecido las oleadas antisemitas que azotaron Europa en la década de los años veinte», ha explicado.
Sin embargo, ha matizado Lacombe, «Bambi» va más allá, es una fábula sobre la persecución en el más amplio sentido de la palabra: «es sobre la opresión que padece alguien por el lugar de donde vengas o por no tener un lugar donde sentirte seguro».
«Salten -ha aclarado- eligió los ciervos porque no tienen un cobijo donde albergarse. Esta historia de nuestra sociedad habla de los inmigrantes apátridas, como lo fueron en su día los judíos. Además, es un libro sobre la naturaleza y sobre cómo estamos conectados, como seres humanos, con el ciervo, el árbol, la hierba».
Según ha recordado el ilustrador parisino, «Bambi» es una historia que conoció siendo niño, al igual que casi todos, y que «redescubrió» de adulto: «cuando hace solo unos años me topé con la obra maestra de Felix Salten, me quedé boquiabierto. Tiene una narrativa tan poderosa, es una auténtica obra maestra que se presenta poderosa, como cuando se publicó por vez primera en 1923».
Una primera edición de la que se quemaron numerosos ejemplares, por lo que encontrar estos ejemplares es muy difícil. Pero también una historia que, lamenta, «cayó en el olvido» cuando en 1942 Disney estrenó su versión.
En este sentido, Lacombe ha reconocido que no le ha resultado difícil huir de la iconografía Disney a la hora de afrontar su obra porque, a pesar de que la considera un «verdadero icono de la cultura pop», él ha sido «fiel al texto a la hora de ilustrar» para así poder tener su propia interpretación personal. «No tienes que comparar tu trabajo con el de nadie», ha señalado.
Acostumbrados a libros donde sus personajes son casi siempre mujeres o niñas de una fragilidad poderosa, Lacombe se ha enfrentado por primera vez a un libro sin presencia de humanos y ningún personaje femenino. Un «auténtico desafío» para él porque esta obra le ha sacado de su «zona de confort».
Tanto ha sido así que en este «Bambi» el francés ha dado un salto al convertir todo lo que aparece en estas páginas en auténticos personajes, como es el caso del bosque.
«He tenido que plasmar el bosque, la madera o los pelajes. He trabajado a fondo sobre las luces y las sombras, y sobre las texturas. He empleado la técnica al gouache y óleo, recurriendo a una paleta más colorida respecto a la que suelo emplear. También quería recurrir a un trazo más vivo y con movimiento», ha concluído.