UN EJÉRCITO INVENCIBLE
Cuando el general seléucida Lisias se enteró de la derrota de sus generales, decidió tomar el asunto en sus propias manos. Organizó un ejército 60 mil soldados y 5 mil jinetes de unidades de élite. Pero Yehudá no se dejó intimidar. Debido a su fama y éxito logró reclutar un ejército de 10 mil combatientes judíos, pero cuando vieron el impresionante ejército griego, se sintieron desmoralizados. Una vez más, Yehudá los alentó recordándoles que HaShem había entregado a Goliat, un hombre gigante, a las manos de David, y que le otorgó la victoria en la batalla de Mijmás a Yonatán, el hijo del rey Shaul.
Inspirados por su fe en el Todopoderoso, Yehudá y sus soldados lanzaron un ataque que dejó 5 mil soldados griegos muertos. El general Lysias se dio cuenta de que la lucha contra el ejército de Yehudá no iba a ser ni corta ni sencilla. Al mismo tiempo, recibió misivas que le pedían que viajara a Antioquia, donde el emperador Antiojus, que había caído enfermo, necesitaba refuerzos militares. Al día siguiente, los soldados judíos observaron con sorpresa y gran alegría cómo el gran ejército de Lisias se retiraba.
OBJETIVO: JERUSALÉM
Yehudá reunió a sus hombres y rezaron a Dios en agradecimiento por su milagrosa victoria y por ver al enemigo escapar. Yehudá dijo: “Ya hemos visto que Dios ha entregado a nuestros enemigos en nuestras manos. Es hora de emprender nuestra misión principal: recuperar Jerusalén.
«Cuando el corrupto Gran Sacerdote Menelao y sus secuaces escucharon que Yehudá venía a Jerusalén y que el ejército griego se había retirado, él y sus hombres escaparon a una fortaleza griega. Yehudá llegó a Jerusalén sin encontrar resistencia.
Los judíos entraron al Bet haMiqdash y vieron con horror las profanaciones terribles que habían tenido lugar allí. Los seléucidas, a través de sus representantes judíos, habían construido un panteón de ídolos y habían erigido una estatua de Zeus al lado del altar sagrado (mizbeaj). En ese mismo altar, los sacerdotes corruptos habían encendido un gran fuego en el cual habían quemado todos los Rollos de la Torá del Templo.
DEL LLANTO A LA CELEBRACIÓN
Al ver la horrible profanación del Sagrado Templo, Yehudá y sus hombres se rasgaron la ropa en señal de luto y comenzaron a llorar amargamente. Entonces Yehudá se volvió hacia sus guerreros y les dijo: «Este no es el momento de llorar, sino de construir y celebrar». Y así los judíos comenzaron la tarea de purificar el Templo. Reconstruyeron el altar y prepararon las vasijas y los artefactos del Templo para su re-inauguración.
Sin embargo, a pesar de buscar en todos los rincones del Santuario, no pudieron encontrar un aceite ritualmente puro, producido bajo la supervisión de un legítimo Sacerdote y sellado por él. Ese era el único tipo de aceite que podía usarse para encender la Menorá, la lámpara de oro que siempre permanecía encendida en el Templo.
Este aceite de oliva especial solo se podía obtener en el norte, en el área de la tribu de Asher. Obtener el nuevo aceite llevaría ocho días. Y sin ese aceite ritualmente puro no se podía encender la Menorá y el Templo no podía ser reinaugurado.
LO POCO QUE DURO MUCHO
Providencialmente, habían encontrado un pequeño recipiente con aceite puro, pero que era suficiente para mantener encendida la Menorá solamente por un día. Igual decidieron usarlo aunque solo fuera a durar para el primer día de la inauguración. Una vez que purificaron el Templo, los judíos inauguraron el Bet haMiqdash y lo volvieron a dedicar al servicio de Dios el 25 de Kislev del año 165 a.e.c. Cada día que pasaba los sacerdotes revisaban la Menorá, seguros de que tendrían que limpiarla y quitar las mechas ya apagadas. Pero para sorpresa de todos, las velas permanecían encendidas día tras día. Y el aceite duró por 8 días, exactamente el tiempo necesario para que llegara el nuevo aceite. Así, los Sacerdotes pudieron continuar con la inauguración del Bet Hamiqdash durante ocho días, tal como lo hicieron en la inauguración del Tabernáculo, que los judíos construyeron en el desierto después de salir de Egipto.
CELEBRACION DE JANUCÁ
Este es el evento milagroso más conocido de Janucá y es la razón por la cual encendemos las velas de Janucá durante ocho días. Los judíos de esa época vieron el milagro del aceite como un signo de la intervención Divina en sus batallas contra un enemigo superior, y como una revelación de la bendición Divina sobre sus acciones. Los ancianos de Jerusalén decidieron entonces que cada año, el 25 de Kislev, todas las familias judías celebraran el milagro de Janucá. Y desde entonces encendemos velas durante ocho días, para recordar el gran milagro que experimentaron los Yehudim en los tiempos de los Hashmonayim. Los Sabios también establecieron la recitación del Halel en alabanza al Creador por la Presencia Divina que se manifestó en nuestra salvación de las manos del enemigo e incorporaron la plegaria «‘al hanisim» en la Amidá, para reconocer y agradece a Dios por Su intervención en el triunfo militar de los judíos contra sus enemigos.
NOTA PARA CURIOSOS
La palabra “Janucá” quiere decir “dedicación” y apunta justamente al hecho que el Bet haMiqdash había sido profanado y dedicado por los griegos a Zeus y otros ídolos y dioses paganos. Una vez que Yehudá y sus hombres purificaron el Templo y se deshicieron de los ídolos paganos se aprestaron a “rededicar” el Templo al Todopoderoso. Este es el sentido de la palabra “Janucá” , dedicación.
El problema es que la palabra “dedicación” se utiliza en español comúnmente para referirse a lo que uno hace o se dedica. Entonces preferí usar la palabra: “inauguración”. Sin embargo, para dejar en claro que esta no fue la inauguración inicial del Templo pensé que lo más apropiado sería usar la palabra “reinauguración”. Busqué en algunos diccionarios y el término si bien está en uso la Real Academia Española (RAE) no lo registra como válido. Lo curioso y lo que quería compartir con los lectores es que la RAE menciona en su website algunas fuentes y la referencia que trae es un artículo interesantísimo sobre “Haketia”, esto es, el dialecto judeo-español que a diferencia del ladino, se usaba exclusivamente en las comunidades judías del Marruecos español (mis ancestros, y la familia de mi esposa, Carciente, provienen de allí). El artículo dice lo siguiente:
Janukiás, sustantivo plural, formado del vocablo hebreo hanuká -inauguración y consagración del Templo de Jerusalén, y especialmente la fiesta conmemorativa de la victoria de los Macabeos y de la reinauguración del Templo; la cual fiesta es celebrada durante ocho días, encendiéndose en cada uno de ellos tantas candilejas de las Janukiás cuantas correspondan al número del día.
Aquí aparece la palabra “reinauguración” como excepción ¡increíblemente en el contexto de Janucá!. Así que por lo visto yo no soy el primero que se enfrentó a este pequeño problema semántico. También me alegré de haber encontrado por fin el nombre “Jerusalén” con “m” al final, ya que es la forma que yo lo escribo (No me pregunten por qué, pero ¡no me sale escribirlo con “n”!).
Rabino Yosef Bitton / @enlacejudio