Haftara Vaera

HAFTARÁ VAERÁ –EZEQUIEL 28:25-29:21

«Nunca desaparecerá Israel del mundo como ocurrió con Tiro…»

Repasemos algunos datos de nuestro profeta de quién nos hemos ocupado hace sólo unas se-manas atrás.

Ezequiel fue un profeta hijo de sacerdote y probablemente sacerdote él también. Vivió en los días del exilio, se supone que residía en Babel. Tuvo la terrible experiencia de vivir la destrucción de Ierushalaim, a él pertenecen las profecías de la «carroza celestial», Majaseh Mercaváh, como la de Hajatsamot Haieveshot, la de los huesos secos, que nos habla de la resurrección y el renacimiento del pueblo de Israel.

Nuestro profeta se enfoca en el deseo de D’s expresado a través de él de que todas las tribus de Israel se encuentren bajo el mandato de un solo rey y que éste provenga de la dinastía del rey David.
Ezequiel sueña con Israel consagrado a los ojos de las naciones, sueña con el regreso a la Tierra Prometida, siempre una diáspora y siempre un retorno.
En aquel entonces, tal como vemos hoy, existían muchas naciones que desdeñaban a Israel.
Los tiempos parecen mezclarse en esta Haftará, como seguramente lo están.
Conocemos la historia pero tal como se dice muchas veces ya no sabemos qué es presente y qué pasado porque todo resulta ser actual.
Está ocurriendo tal como en la profecía de Ezequiel.
Y así, luego de relatarnos que Tiro (Tsidón) ha sido destruída, nos dice:

«Jamás desaparecrá Israel del mundo como ocurrió con Tiro.»

¡Y qué razón tiene!
Egipto nunca más fue el imperio que alguna vez fue, con su magnificencia y sus adelantos.
Ezequiel preconiza su destrucción en la profecía.
Y efectivamente, históricamente Nabucodonosor primero destruyó Tiro y luego Egipto.

Por qué un imperio que parece llamado a ser eterno termina en las ruinas y nunca más levanta su cabeza para poder convertirse, transformarse desde esas mismas ruinas?
Y en consonancia con la Parashá, donde leemos los portentos que D’s realizó a través de las pla-gas rumbo hacia nuestra redención, observamos que la soberbia infinita del faraón en los tiempos de Moshé, los condujo a su ruina.
Soberbia implica no comprender, no vislumbrar que por encima de cada uno y de todos juntos hay una Ley, la que nos fue dada, hay un Creador.
El faraón estaba convencido de que él era un dios.
Por este motivo es que Ezequiel lo nombra como Hatamim Hagadol, un monstruo grande, metafó-ricamente hablando.

Como nuestro profeta se encontraba lejano la lugar de los hechos, D’s le pide que se dirija con su mente hacia allí para vislumbrar el futuro.

Existen muchos Mitzraim, muchas angosturas para nuestro pueblo y para cada uno de nosotros.
Pareciera que la clave para lograr la libertad y llegar a nuestra tierra es no caer en la admiración de grandes monstruos que finalmente nos toman de esclavos.
Saber que existe algo superior a nosotros mismos, ya que nunca es un recurso genuino confiar en el apoyo de grandes faraones que sólo pueden mirar su propio ombligo.

Ezequiel considera que Ciro, el rey de Persia, a quien nosotros conocemos como Coresh es un instrumento de D’s ya que es él quien dictamina a favor nuestro para que volvamos y construya-mos El Segundo Templo….

Y volveremos a empezar y a pelear por lo nuestro incansablemente.
Teniendo en cuenta que por alto que lleguemos con nuestras construcciones debemos luchar con-tra la soberbia de creernos dioses del universo.
No, a creernos reyes poderosos!

Que podamos en este Shabat Vaerá luchar contra nuestro propios egos, no nos convirtamos en uno más de los varios faraones que hay en el mundo y que se creen superiores a todo.

Norma Dembo

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