HAFTARAT KI TISÁ – I REYES 18:1-39

HAFTARAT KI TISÁ – I REYES 18:1-39 
Hemos escuchado en nuestra infancia historias y relatos sobre el Profeta Eliahu, Eliahu Ha Naví.

Cuando chicos, así lo recuerdo sobre todo de los seder de Pesaj, tenía la idea de alguien muy bueno y dulce, siempre estaba la silla preparada para él y la puerta entreabierta.

Ahora al conocer la historia descubrimos que no fue dócil ni permisivo con el pueblo de Israel, por suerte!
Es bueno que se digan las cosas que deben ser dichas.

En la época de Eliahu gobernaba el rey Ajav, quién estaba casado con Izebel, la fenicia, quien hizo importar sacerdotes del dios Baal con el permiso de su marido.
Ajav borró del sefer  Torá toda mención de D’s y la reemplazó por el nombre de Baal.

Nuestro profeta era considerado como un enemigo porque ponía en evidencia la idolatría y luchaba contra ella.

En aquella época muchos de nuestros profetas fueron muertos, pero hubo unos cien a quienes Ovadiahu, un ministro de Ajav, creyente de A’d, pudo proteger, y los mantuvo de manera clandestina.

Desde que recibimos la Torá, nuestra Ley, y nos convertimos en pueblo propiamente dicho, hemos pasado muchas veces lamentablemente por la idolatría.

Como hemos señalado en otros comentarios, la idolatría, a la que el pueblo de aquel entonces, desde el año 1250 al 350 a.e.c, le tenía mucho apego, termina siendo siempre la mayor trampa y a la vez la mayor atracción.
Desde el Monte Sinaí hasta el monte Carmel, desde el becerro de oro hasta la persecución de los profetas, hemos pasado por intensos momentos de unión con D’s y por muchos momentos de idolatría.
Probablemente, si revisamos nuestros pensamientos, descubramos que las épocas cambian mucho pero los seres humanos tenemos siempre las mismas debilidades y defectos.
Nuestra lucha junto a Eliahu es contra la idolatría de cada día.

Es en el monte Carmel donde nuestra Haftará nos relata cómo el pueblo, ante las pruebas incontrastables, pronuncia las palabras que hace tan bien tenerlas siempre presentes, en cada pensamiento, en cada acto.

A’D HU HAELOHIM! A’D HU HAELOHIM

39: Lo vio todo el pueblo, y cayeron sobre sus rostros y dijeron: ¡A’d es Elohim!
A’d es Elohim!

Estas palabras las repetimos no dos, sino siete veces cuando estamos finalizando el día sagrado de Iom Kippur, es una reafirmación de fe, de un D’s único, una declaración de monoteísmo.

Que podamos discutir productivamente dentro nuestro, que podamos encontrar en cada paso, en cada acción, la verdad, y no nos dejemos llevar por imágenes, por falsas promesas.

Y podamos decir con convicción ¡A’D HU HAELOHIM!

Norma Dembo

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