Haftara Para – Iejezkel 36:16-38
Desde hace mucho, mucho tiempo existe la costumbre de leer determinados temas en estas fechas que se encuentran cercanas a Purim y a Pésaj. Antes del primer día de Adar se lee Shekalim, antes de Purim, como el Shabat pasado, leemos Zajor, el Shabat shushán Purim se lee esta hafatará Pará, y justito antes de Pésaj leemos Hajodesh.
Como vemos, cada uno de estos Shabatot va acompañado por un maftir especial y también por una especial Haftará como en este caso.
Nuestro profeta no es otro que Ezequiel quien nos habla brevemente del exilio de Israel. En los primeros versículos (16-19) el punto central es que el pueblo impurifica la Tierra en la que viven, de hecho el tema de la purificación de los impuros, se lee durante el mes de Adar pidiendo a Israel la purificación antes de la celebración del korbán Pésaj.
¿Qué podríamos nosotros entender hoy de estas palabras llevadas a nuestras vidas cotidianas? Creemos que podríamos resumirlo en una palabra: Corrupción. Lamentablemente siempre presente hasta en los comportamientos más cotidianos. Es un sinónimo de la tierra mancillada, de la idolatría y de actos que finalmente, de una u otra manera, conducen a la esclavitud espiritual del ser humano.
El korbán Pésaj nos habla ya de aires de libertad, ¿cómo podríamos ni siquiera intentar salir de Mitzraim sin comprometernos a luchar contra lo que acecha dentro nuestro?
En la segunda parte de la Haftará, (20-21), Ezequiel nos habla de la reacción de las naciones donde el pueblo de Israel se ha exiliado, castigados por D’s por su comportamiento. Las naciones prefieren decir que el D’s de Israel no ha tenido fuerza suficiente para defender a su pueblo y que éste es el motivo por el que el pueblo está esparcido por el resto del mundo. Así el exilio se convierte en un sacrilegio, en una profanación del nombre de D’s.
En los próximos 3 versículos vemos cómo para eliminar este estado D’s opta por devolver al pueblo de Israel a su país ancestral.
Pero si existe en este relato una expresión impactante, es la de «no lo hago por vosotros, oh Casa de Israel», Uds no se lo merecen. Y en entonces surge la pregunta: ¿Cómo nos rehabilitamos?
En los últimos versículos vemos que hay dos procesos: las aguas puras que purifican las impurezas, pensamos como un volver a nacer, otra oportunidad. Y cambiar nuestro sentir, una especie de trasplante de corazón, quitar el corazón de piedra y en su lugar poner uno de carne.
D’s hace penetrar en él el espíritu divino y así logra que se cumplan sus mandamientos. De este modo todo resurge y revive. Existe un nuevo comienzo, una nueva oportunidad. Para esto todos y cada uno de nosotros debemos «purificarnos». Revisar nuestra conducta, hacer de la tierra donde vivimos un manantial y un vergel, sin corrupción, sin idolatría, velando por nuestro prójimo y ganándonos la libertad cada día.
«Rociaré sobre vosotros aguas puras y seréis puros»… y la tierra será como un huerto del Edén…
Está en el trabajo de nuestras manos.¡Esperemos que así sea
Norma Dembo