El 5 de diciembre de 1897 nació en Berlín Gershom Gerhard Scholem en seno de una familia judía asimilada.
Estudió filosofía y matemáticas y se doctoró en esta segunda disciplina en Berna el año 1919. Al comienzo de la década de 1920 inició sus estudios de lenguas orientales e historia de las religiones en Munich, donde se graduó, en 1922, con su tesis para el doctorado: una traducción y comentario del Sefer ha-Bahir, el texto cabalístico existente más antiguo y uno de los más oscuros y difíciles. El libro fue seguido por otros muchos estudios y publicaciones, como resultado de lo cual la historia de la Kabalah, malinterpretada a través de la ignorancia, por prejuicio racionalista o entusiasmo romántico, se estableció como una disciplina mayor y su estudio se basó en una sólida base filológica.
Este trabajo y otros varios acerca del mismo tema se convertirían unos años más tarde en una cátedra que él mismo impartiría en la Universidad hebrea de Jerusalén.
En su adolescencia se convirtió en un apasionado sionista. Influido en sus inicios por Martin Buber, en 1923 emigró a Palestina, donde se incorporó a la recién creada Universidad de Jerusalén. Comenzó a trabajar en esta institución en 1923, primero como bibliotecario, cargo que desempeñó hasta 1927; luego, en 1925, unió a esta labor la de conferenciante. A partir de 1933 y hasta 1965, fue profesor de cábala y mística judía.. Fundó una escuela de estudios sobre la mística judía y entre sus obras principales cabe destacar La cábala y su simbolismo (1960), Los orígenes de la cábala (1962) y La idea mesiánica en el judaísmo y otros ensayos de espiritualidad judía (1971). La relación de Scholem con el sionismo le llevó a una comprensión profunda de la tradición histórica, religiosa y cultural del judaísmo, a cuyo estudio e interpretación se consagró.
Adquirió un completo conocimiento de la lengua hebrea y de las fuentes judías gracias a su amistad con grandes estudiosos de las mismas como Jaim Najman Biálik, Shmuel Yosef Agnón, S. Z. Rubashov y otros muchos; provenientes del judaísmo tradicional de Europa Oriental, que se encontraban en Alemania antes y después de la Primera Guerra Mundial. Fundó una escuela de estudios sobre la mística judía
La contribución de Gershom Scholem a la imagen que de sí mismos tienen en este siglo los judíos resulta tan excepcional que nos hallamos todavía muy lejos de poder categorizarla o codificarla: él representa la quintaesencia del pensador judío moderno, y su obra se sitúa, junto con la de Kafka y la de Freud, en el límite que demarca la disputa teológica y las ambigüedades de la secularización.
Por otra parte, la carga de implicaciones de los escritos de Scholem va mucho más allá de estos límites entre la historia y la espiritualidad judía. La riqueza temática de su obra da fe de la fertilidad de una mente muy creativa y enormemente cultivada, y es esta fecunda interrelación de sus temas y tesis con los procedentes de la historiografía, la poética y la política lo que ha atraído a estudiosos de muy diversas disciplinas, tan diferentes entre sí como el historiador de la literatura Harold Bloom o el historiador de la Edad Moderna Francis Yates.
Su programa académico sigue configurando y orientando el rumbo de los estudios posteriores en el terreno del misticismo judío, tanto a través de las fructíferas controversias que genera como de las investigaciones que inspira1.
La costumbre de Scholem de volver a encuadernar libros ya publicados dejando páginas en blanco entre las del texto para sus posteriores comentarios y revisiones, da a entender que él mismo ponía en tela de juicio el concepto de obra concluida, a la que consideraba no como «máscara mortuoria de su propósito» (Benjamin), sino como algo provisional en un ámbito académico e intelectual cuyas fronteras, en su opinión, están todavía por determinar.
A juicio de un historiador de la literatura como Robert Alter, el despliegue que hace Scholem de la figura histórico-literaria de «abismo» o Abgrund en su escrito sobre el misticismo refleja su sensibilidad modernista, y el uso que de ello hace permite apreciar huellas tanto del abismo mítico explorado por Friedrich Hölderlin como del clasicista «abismo del yo» de Jean Paul y del Werther de Goethe.
Su correspondencia con Hannah Arendt demuestra que se profesaban mutuo afecto y admiración, lo cual no impidió que tuvieran sus desencuentros intelectuales, al tener visiones diferentes en asuntos tan cruciales como el sionismo o la interpretación del antisemitismo.
En 1958 recibió el Premio Israel. En 1962 fue elegido vicepresidente y, en 1968, presidente, de la Academia israelí de Ciencias y Humanidades. Además de las obras citadas, merece destacarse de Scholem su trabajo dedicado a Walter Benjamin Las grandes corrientes de la mística judía.
Guershon Scholem falleció el 21 de febrero de 1982
Dr. Mario Burman