Por el Prof. Luis Fuensalida
Es indudable que de la mano de Vladimir Putin, Rusia, no sólo se ha reestructurado tras la caída de la Unión Soviética, sino que ha vuelto a posicionarse entre las principales potencias mundiales, y para ello, ha recurrido en algunas circunstancias, a la exhibición o muestras de su renovado poder militar, es así, que ha desafiado a la OTAN con acciones como la anexión unilateral de la península de Crimea, y ahora, un nuevo escenario plantea tensionar las siempre recelosas relaciones entre Moscú y algunos de los países que forman aquella alianza, me refiero al Ártico.
Es así, que los esfuerzos del Kremlin por imponer su influencia en aquella región del planeta no es nuevo, ya en el período de la Guerra Fría se dieron episodios ríspidos entre soviéticos y estadounidenses, y hoy se renueva las tensiones y los viejos recelos, no sólo con Washington, sino también con Canadá, con Noruega, con Dinamarca y a nivel de competitividad, con China, ¿la razón?, aproximadamente, según los estudios practicados, una cuarta parte de yacimientos aún no explotados de petróleo y gas natural se encuentran debajo de aquellas gélidas aguas, las que a su vez, afectadas por el calentamiento global han posibilitado descubrir nuevas rutas marítimas que unen los océanos Atlántico y Pacífico, con una considerable y rentable disminución de tiempos de navegación, y finalmente, como es tradicional en función de la defensa de sus propios intereses geopolíticos, Rusia viene desplegando una renovada presencia militar en aquella región.
La nueva ruta marítima del Ártico, permite que la navegación desde los puertos del occidente septentrional a puertos de extremo oriente, se reduzcan en aproximadamente 15 días, tomando en comparación, la ruta habitual utilizando el Canal de Suez, por lo que Rusia ha iniciado un programa de inversión muy importante para que esta nueva ruta, a mediano o corto plazo, se convierta en una alternativa no sólo plausible, sino muy rentable.
En agosto del 2017, es decir, se van a cumplir cuatro años, el primer barco ruso navegó por esta ruta, sin necesidad del auxilio de un rompehielos, y fue utilizado por la empresa Novatek, la segunda detrás de la estatal Gazprom, en la producción de gas natural, lo que indica el interés de Rusia por exportar gas y petróleo a través de esta vía marítima, y por lo tanto, ha comenzado la construcción en sus astilleros, de buques petroleros capaces de navegar en esas aguas.
Ahora bien, dos años antes de esta primera travesía ártica, en el 2015, Moscú presentó un documento ante la ONU en el que reclama más de 1 millón de km2 sobre la plataforma marítima del Ártico, y por lo tanto, considera a la nueva ruta como un corredor para el transporte, desarrollado a través de la historia por Rusia, lo que fundamenta para Moscú, que se necesitaría la autorización rusa para que buques de otras naciones puedan hacer uso de este corredor y la asignación de pilotos rusos para guiar a los navíos desde el mar de Barens, límite con el estado de Alaska, EE.UU., hasta Noruega, en el Atlántico Norte, algo que obviamente, ha provocado la protesta de Washington, por considerar ilegítima la reivindicación de jurisdicción exclusiva y excluyente rusa sobre ciertos tramos de la ruta ártica.
Obviamente, la posición asumida por el Kremlin, se ha traducido en la reciente reunión del Consejo del Ártico, que esta conformado por todos los países de aquella región y que convocó, el pasado junio, en Reykiavik, Islandia, a sus cancilleres y que tuvo como condimento, que a Rusia le correspondió asumir la presidencia pro tempori del grupo, y esta situación preocupa a los miembros de la OTAN, más aún teniendo en cuenta las declaraciones del Jefe de la Flota del Norte, el Alte. Alexander Moiseyev, quién expresó, “… la ruta marítima del Norte atraviesa las aguas territoriales de Rusia o su zona económica exclusiva…y las condiciones complejas del hielo, hacen necesario organizar una navegación segura, por lo que Rusia insiste en un régimen especial para su uso…”.
Pero antes de referirme a la renovación y aumento de la presencia militar rusa en el Ártico, en cuanto a lo que hace a la relación entre recursos naturales y la llamada zona económica exclusiva, que según la posición de Moscú, habría una superposición con las correspondientes a los litorales marítimos de Noruega y de Finlandia, y que están vinculadas, a las reservas minerales, que según dichos del presidente Vladimir Putin, se estiman en algo más de 30 mil millones de dólares.
Ahora bien, para poder materializar la visión geopolítica rusa, como históricamente lo hacen las potencias centrales, es necesario respaldarla con el Poder Militar, y es así que por esto señalé la renovación y ampliación de sus fuerzas militares, por el caso, la base de Nagurskoye, en el archipiélago de la Tierra de Francisco José, en pleno Ártico, rebautizada Umka 2021, es la base más cercana al Polo Norte, a unos aproximadamente 600 km., con temperaturas de más de -40 grados, es un complejo de casi 14 km2, con tres módulos interconectados por túneles climatizados que hacen que la base funcione los 365 días del año, además cuenta con una central eléctrica, una depuradora de agua, un hospital, un laboratorio, un gimnasio, una sala de cine y hasta una iglesia, todo lo cual le da una autosuficiencia por un término de año y medio, y posee una dotación de 150 efectivos, incluido personal científico.
Esta sofisticada base, ha sido equipada con radares de última generación, con baterías de misiles S400 tierra/aire, con misiles antibuques Onyx, y donde se estarían realizando pruebas con el torpedo Poseidón 2M39 con carga nuclear de varios megatones, los que serían parte del armamento de los submarinos nucleares estratégicos clase Delta IV, para lo cual se los está modernizando, y que también contarían con el nuevo sistema de misiles Sineva capaces de albergar entre 4 y 10 ojivas nucleares con un rango de más de 8.000 km., pero volviendo específicamente a las instalaciones de la base, se ha reestructurado la pista de aterrizaje, lo que hace posible en la actualidad la operatividad de los modernos cazas Mig 31 y los bombarderos estratégicos Tu-160.
Como prueba de los señalado, el pasado 21 de julio, dos de estos bombarderos estratégicos Tu-160 realizaron un vuelo de práctica, sobrevolando el mar de Barens hasta el sector marítimo de Noruega, siendo escoltado por cazas Mig 31 de la marina rusa y luego acompañados por cazas F-16 de la Fuerza Aérea noruega, para vigilar que no se violara el espacio aéreo exclusivo del país nórdico, y dio lugar a una declaración del Ministerio de Defensa ruso, que aclaró que había sido un vuelo de rutina, respetando las normas internacionales y sin violar las frontera de terceros países.
En la actualidad, Moscú ha modernizado, reequipado e instalado a lo largo de su territorio septentrional y adyacente al Círculo Polar Ártico, más de siete bases, y este aumento sustancial de su poder duro continúa, y quizás el mejor análisis y explicación de la nueva estrategia rusa la ha dado el vicedirector del Centro de Estudios Militares de la Universidad de Copenhague, el Dr. Kristian Kristensen, quién expresó: “…el Ártico es muy importante para Rusia, tanto económica como estratégicamente, desde el punto de vista económico, una parte sustancial de sus exportaciones de gas natural y petróleo tienen lugar allí, y con la apertura gradual del Paso Noreste, prevé que su potencial aumente. En términos estratégicos, el Ártico y la península de Kola en particular, alberga una parte importante de las fuerzas de disuasión nuclear de Rusia, especialmente relevantes son los submarinos nucleares de la Flota del Norte con base en Murmansk…”.
Por su parte, y teniendo en cuenta lo señalado a lo largo de la columna, tanto en lo que hace a la Nueva Ruta Marítima y a la zona económica exclusiva rusa, el aumento de su potencial militar lo justifica a través de las declaraciones del Vladimir Pronichev, ex jefe de las Fuerzas de Fronteras, que manifestó, “…entre los principales retos se destacan la presencia de buques extranjeros, migraciones ilegales, el narcotráfico…y los posibles ataques terroristas contra las plataformas petroleras y centrales nucleares, todo lo cual constituyen una amenaza potencial para la seguridad en la región, y basándose en estos riegos, Rusia volvió a dar prioridad a la protección del Ártico…”.
Pero también la visión de Moscú, contempla un programa de desarrollo socio económico en aquella región, cuya 1ª etapa finaliza en el 2024, y representa una inversión de aproximadamente u$s. 260 millones, que contempla inversiones empresariales y fuentes de trabajo, sin embargo, todas estas acciones de Rusia, sin bien no son percibidas como una amenaza directa por Estados Unidos y los países de la OTAN, pero teniendo en cuenta lo ocurrido en el 2014 con el caso Crimea, se puede evaluar a Rusia como un competidor desafiante, que tiene los medios y puede ser capaz del uso del poder militar, lo que marca, en cierta manera, una remake del escenario de la Guerra Fría, en el sector del Atlántico Norte y el Ártico, con un aumento de la tensión, lo que deja abierto el interrogante si ambas partes podrán estabilizar la situación, aunque las expresiones de Putin hacia Occidente el pasado domingo, con motivo del Día de la Marina, no ayudan.
Ahora bien, en la visión geopolítica global de Vladimir Putin, y tal como lo dice esa frase popular, “…el Sur también existe…”, Rusia proyecta una mayor presencia en la Argentina, más allá de la problemática actual planteada por la falta de provisión de vacunas Sputnik V, como quedó públicamente documentado en las misivas enviadas por la asesora del presidente Fernández, Cecilia Nicolini, a Rusia.
Moscú tiene el proyecto de construir dos centrales nucleares en Argentina y proveer equipamiento militar, en cuanto a las centrales, una estaría ubicada en territorio continental argentino y la otra en el Mar Argentino.
La primera se levantaría en un territorio que cedería nuestro país en condiciones similares a lo hecho con el que ocupa la base china en la provincia de Neuquén, que en columnas anteriores califique que era un renunciamiento a la soberanía nacional, y en el caso ruso, se contempla la construcción, posesión, operación y mantenimiento de la planta, y que a cambio significaría la provisión de electricidad por un término de entre 20 y 30 años, a precio fijo, en cuanto a la segunda, es decir, la marítima, en el mundo existe una sola planta nuclear en el mar, que se encuentra frente a las costas del Mar Ártico y que Rusia ha puesto en funcionamiento en mayo del año ppdo., y que en el caso de la de Argentina, nuestro país se haría cargo del abastecimiento a través del transporte marítimo y los rusos estarían a cargo de los reactores nucleares, lo concreto, es que el proyecto ruso se estima en una inversión de algo más de 10 mil millones de dólares.
Pero, el proyecto contempla también otras inversiones en otras áreas, como ser la vial, con la reforma de 550 km de carreteras y la construcción de una ruta de 150 km que uniría Vaca Muerta con la ciudad portuaria bonaerense de Bahía Blanca, y finalmente, la modernización del arsenal militar de nuestras FF.AA.
Y si bien, desde el gobierno nacional, oficialmente no se ha ratificado ni negado el proyecto ruso, las declaraciones vertidas por el embajador de Rusia en nuestro país, Dimitry Feoktistov, quién es un hombre de confianza de Putin para el escenario de Latinoamérica y que ejerce el cargo desde el 2018, y realizadas el pasado mes de mayo, reafirman el proyecto y la alineación geopolítica de la Argentina, y hasta quizás pudiera ser la respuesta al interrogante a la frase expresada por Nicolini en la citada misiva, en la expresión “…por este proyecto “, y que se condicen con las recientes relaciones-argentino rusas, pues recordemos que Rusia acercó sus intereses hacia nuestro país durante ambas presidencias de Cristina Fernández de Kirchner, 2007/2015, que se ralentizaron durante el gobierno de Mauricio Macri, pero que ahora ve nuevamente posibles esas “relaciones íntimas”, que se expresaron con la Sputnik V, más allá de los reclamos por la falta de provisión de dicha vacuna, pero que sin duda, al menos para mí como profesor de Relaciones Internacionales, desnudan una relación Patrón-Cliente, algo que sería interesante que el diputado Máximo Kirchner estudiara, y finalizando mi columna de hoy, algo que he señalado desde años atrás, reconozco en Vladimir Putin a un estadista, a un autócrata, y que tiene una visión geopolítica global para poder dimensionar los distintos escenarios, desde el Ártico a la Argentina, desde Asia a Europa, algo de lo que carece este paupérrimo y desastroso gobierno de los Fernández- Fernández, que sólo interpreta a la realidad global bajo la óptica perimida setentista, sea en lo nacional como en lo internacional, y no ha comprendido que el escenario mundial esta caracterizado por una interdependencia compleja.