Por todos estos méritos, un grupo de interesados en Higuchi está recogiendo fondos para erigirle estatuas. Entre ellos está su nieto Higuchi Ryūichi, profesor honorario de la Universidad de Meiji Gakuin y presidente de la Sociedad para el Reconocimiento del Teniente General Higuchi Kiichirō. La colecta se lleva a cabo en Japón, Israel y entre la comunidad judía de Estados Unidos con el fin de crear lazos de amistad internacionales obteniendo en todo el mundo reconocimiento hacia los grandes servicios que prestó el militar.
Sobre la fecha de terminación y ubicación deseadas para las estatuas de bronce, el profesor Higuchi explica que esperan tenerlas listas para el otoño de 2022 y que les gustaría colocarlas una en el santuario sintoísta de Izanagi, en la isla de Awajishima, donde nació el militar, y otra en un punto de Hokkaidō desde el que puedan verse los Territorios del Norte, islas que fueron ocupadas por la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial.
Además de sus apoyos en Awajishima y Hokkaidō, la sociedad presidida por el profesor Higuchi, que se propone recaudar cerca de 30 millones de yenes, cuenta entre sus fundadores con el historiador norteamericano Edward Luttwak, autoridad mundial en el campo de los estudios estratégicos, o el rabino y líder de la comunidad judía de Japón Mendi Sudakevich, hasta un total de 22 personalidades judías.
En marzo de 1938, cuando dirigía una de las organizaciones de servicios especiales (tokumu kikan) del Ejército Imperial en Harbin, en el entonces estado de Manchuria, el teniente general Higuchi socorrió con víveres y combustible a un grupo de refugiados judíos que venían huyendo de la persecución y, atravesada toda la Unión Soviética, estaban retenidos en Otpor (actual Zabaikalsk), punto fronterizo soviético-manchú. Una vez asistidos, los judíos pudieron atravesar también el estado de Manchuria con el permiso otorgado por Higuchi. Esto ocurría dos años antes de que el mundialmente conocido cónsul japonés en funciones en Kaunas (Lituania) Sugihara Chiune salvase con sus «visados de la vida» a 6.000 judíos (1940).
Los refugiados judíos de nacionalidad alemana podían, teóricamente, hacer el tránsito por Shanghái, pero las autoridades de política exterior del estado de Manchuria, que no deseaban importunar a Japón ni a Alemania, no les permitían el paso. Sin embargo, argumentando que ni Japón era un país supeditado a Alemania ni Manchuria estaba supeditada a Japón, Higuchi logró convencer al Gobierno japonés y las autoridades militares de que abrieran la ruta, que desde ese momento sirvió de vía de escape a muchos otros grupos de refugiados.
Según el Fondo Nacional Judío, una entidad con base en Israel que conserva los Libros Dorados que contienen nombres de personas que hicieron alguna contribución a la causa del pueblo judío, un total de 20.000 judíos pudieron salvarse gracias a la iniciativa de Higuchi.
Buen conocedor de las circunstancias de los judíos
Pero, ¿Cómo explicar este celo de Higuchi por socorrer a los judíos que huían de la persecución? Sabemos que Higuchi se mostraba muy comprensivo hacia los judíos y compasivo hacia su difícil situación, como se ve en el hecho de que, poco antes de la operación de salvamento de Otpor, en diciembre de 1937, cuando se celebró en Harbin la Primera Conferencia Judía del Lejano Este, expresara en su saludo su apoyo al proyecto de creación de una patria para los judíos.
Según el libro Memorias del teniente general del Ejército de Tierra Higuchi Kiichirō (editorial Fuyō Shobō,en adelante, Memorias), en 1919, cuando era un miembro más de su organización de servicios especiales, fue enviado a Vladivostok, donde se hospedó en la casa de una familia de judíos rusos. Allí tuvo ocasión de departir todas las noches con jóvenes judíos y conocer la problemática de su pueblo. En Polonia, donde recibió un destino como agregado militar del Ejército de Tierra a partir de 1925, Higuchi adquirió una visión certera y flexible de los asuntos internacionales y fue allí también donde pudo atisbar los sufrimientos de ese pueblo errante que, representando un tercio de la población del país, era sin embargo objeto de discriminación y persecución.
Y en aquella época en la que existían fuertes prejuicios contra las «razas de color», eran también judíos los que daban alojamiento y ayudaban a Higuchi y al resto de los militares japoneses en Varsovia, entre los que estaban Yonai Mitsumasa, de la Marina de Guerra y llegado en 1921, y Hyakutake Haruyoshi, que había llegado el mismo año que Higuchi, enviado también por el Ejército de Tierra para estudiar técnicas de criptoanálisis (desciframiento de códigos secretos). Años después, el teniente general contaba a su nieto que los judíos habían ayudado mucho a los japoneses y que, por tanto, era lógico que estos ayudasen a aquellos cuando estaban en problemas.
El teniente general Higuchi (primera fila, derecha), en una reunión de confraternización con agregados militares de otros países celebrada en Varsovia. (Cortesía de Higuchi Ryūichi)
Según las Memorias, en 1929, cuando estaba en Tiflis (actual Tbilisi, capital de Georgia) como parte de un viaje de reconocimiento por las regiones caucásicas, un anciano judío que era propietario de una tienda de juguetes le dijo que los de su pueblo eran perseguidos en todo el mundo, pero que el Emperador de Japón era su salvador, pues los socorrería cuando más sufrieran, ya que en el mundo no había pueblo con menos prejuicios raciales que los japoneses.
Es lógico pensar que estas experiencias influyeran profundamente en Higuchi y lo llevaran años después a prestar apoyo a los refugiados judíos. Lo mismo puede decirse de su breve experiencia en Alemania (1937), donde siempre vio con recelo el antisemitismo de los nazis.
¿Pretendía además espiar a la Unión Soviética?
También es significativo el hecho de que, a partir de la Intervención en Siberia (1918-1922), Higuchi fuera ya un excelente oficial de los servicios de información. Shiraishi Masaaki, uno de los responsables del Archivo Diplomático del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón, que ha estudiado la figura de Sugihara Chiune, supone que entre las intenciones de Higuchi estaría también la de obtener información secreta sobre Rusia de los judíos rusos que huían de los bolcheviques. Algunos extranjeros consultados por Shiraishi, analizando las fotografías de los judíos que fueron auxiliados por Higuchi en Otpor, concluyeron mayoritariamente que se trataba de judíos rusos.
En la Rusia soviética, ya desde la época de los zares, existía un antisemitismo comparable, si no superior, al de la Alemania nazi. En Harbin, el antagonismo entre judíos y rusos blancos daba lugar a continuos conflictos. En su libro Chōhō no tensai, Sugihara Chiune («Sugihara Chiune, genio de la inteligencia») Shiraishi entiende que, en rigor, era de Stalin de quien Sugihara, muy al tanto de esta problemática, estaba protegiendo a los judíos que acudían a Kaunas. Como sugiere el título del libro, Shiraishi considera a Sugihara, que utilizó como fuente de información a oficiales de inteligencia del ejército polaco, un genio de los servicios secretos. También de Higuchi puede decirse que, salvando a tantos judíos en primer lugar por razones humanitarias pero también para espiar a los soviéticos, queda acreditado como un gran oficial de inteligencia frente a Rusia.
Alemania, que había firmado con Japón el Pacto Antikomintern, protestó por la ayuda que Japón estaba dando a los judíos, pero Tōjō Hideki, que como jefe del Estado Mayor del Ejército de Kantō era superior de Higuchi, se desembarazó del problema diciendo que habían actuado «en lógica consideración a razones humanitarias», y no cuestionó la acción de Higuchi cuando este alegó en su defensa si podía aceptarse como correcto que Japón se convirtiera en instrumento de Hitler en su persecución de personas indefensas. De esta forma el Gobierno de Japón, pese a estar aliado militarmente con Alemania, no secundó el pensamiento racial del nazismo.
Aunque, como se ha dicho, Higuchi consta en los Libros de Oro del Fondo Nacional Judío, el centro para la memoria del holocausto Yad Vashem, establecido por el estado de Israel, no le ha dado el título de Justo entre las Naciones (héroe), con el que se reconoce a las personas no judías que prestaron ayuda a judíos, entre ellos Sugihara. «Entre los 20.000 judíos que escaparon de la persecución gracias a la ruta abierta por Higuchi», señala el mencionado Luttwak, «algunos llegaron a ser embajadores y científicos de renombre en Estados Unidos o en Israel. Europa atravesaba un periodo enormemente complicado e imprevisible, y ni políticos como el primer ministro británico Winston Churchill, ni los burócratas, ni los militares fueron capaces de tomar medidas efectivas para proteger a los judíos, seis millones de los cuales perecieron en el infame holocausto. En estas circunstancias, el teniente general Higuchi actuó por propia iniciativa, con audacia y arrojo en su defensa. Fue una actuación heroica que debería valerle reconocimiento mundial. Y es que también hubo militares japoneses buenos y humanitarios». Luttwak apoya la campaña de reivindicación de la figura de Higuchi.
El profesor honorario de la Universidad Meiji Gakuin Higuchi Ryūichi (izquierda), nieto del teniente general Higuchi Kiichirō, da la mano a Daniel Friedmann, un judío cuyo padre salvó la vida gracias a la «ruta Higuchi» abierta por el militar (fotografía tomada en Tel Aviv el 15 de junio de 2018). (Jiji Press)
Se anticipa a los planes de invasión de Stalin
Higuchi se destacó también en su defensa frente a la Unión Soviética de la frontera norte de Japón, que entonces incluía la mitad sur de la isla de Sajalín y las islas Kuriles, además de Hokkaidō. En agosto de 1945, cuando Higuchi era comandante de la V Región Militar, con base en Sapporo, tuvo que organizar la defensa de la isla de Shumshu frente al avance soviético. Su operación de defensa, iniciada el 18 de agosto, se realizó haciendo caso omiso de la orden de alto el fuego emitida por el Cuartel General Imperial, pues la guerra había finalizado al aceptar Japón los términos de la Declaración de Potsdam. Higuchi era el más destacado agente de información para temas rusos del Ejército de Tierra de Japón y en aquellas confusas circunstancias demostró una gran anticipación, previendo correctamente las ambiciones territoriales de la Unión Soviética.
El teniente general Higuchi (centro), como comandante de la V Región Militar, durante una inspección a las regiones de la tundra, en la mitad norte de la isla de Karafuto (actual Sajalín). (Cortesía de Higuchi Ryūichi)
El líder soviético Iósif Stalin, que en la Conferencia de Yalta, celebrada antes de la rendición de Japón, había suscrito un pacto secreto, pretendía acogerse a la política de hechos consumados ocupando toda la isla de Sajalín y las islas Kuriles, así como Hokkaidō. De hecho, el 16 de ese mes, presentó al presidente norteamericano Harry S. Truman sus exigencias de ocupar toda la zona de Hokkaidō al norte del eje Rumoi-Kushiro. Aunque Truman se negó a permitir el avance soviético, Stalin llegó a ordenar a la Unidad 87 de Infantería de su ejército, que había llegado a Sajalín, preparar barcos para desembarcar en Hokkaidō. Sin embargo, gracias a la resistencia ordenada por Higuchi, las hostilidades en Shumshu se prolongaron hasta ese día, con el consiguiente retraso de los planes soviéticos de ocupar todas las islas Kuriles. Esto, a la postre, frustró las pretensiones de Stalin sobre Hokkaidō. Disuadido ya de ocupar Hokkaidō, el 28 de dicho mes Stalin dirigió esas mismas unidades militares hacia la isla de Etorofu, desde la que, de forma incruenta, ocupó las vecinas islas de Kunashiri y Shikotan, y el archipiélago de Habomai, completando así una ocupación ilegal que se ha prolongado hasta nuestros días. Si no fuera por la determinación mostrada por Higuchi en su contraofensiva, la Unión Soviética habría atacado también Hokkaidō y, muy probablemente, Japón se habría convertido en un estado desmembrado.
Evita ser juzgado como criminal de guerra
Viendo frustradas sus ambiciones, Stalin pidió que Higuchi fuera entregado al Tribunal Militar Internacional para el Lejano Oriente para ser juzgado como criminal de guerra, pero Douglas MacArthur, comandante supremo de las potencias aliadas durante la ocupación de Japón, se negó.
Suele decirse que su negativa se debió a la oposición mostrada por el Congreso Judío Mundial, pero en las Memorias, Higuchi asegura que cierto teniente coronel de mando aliado, de apellido Castle, que estaba interrogándolo después de terminar la guerra, le dijo que habían sido los británicos, que tenían una «especial preferencia» por Higuchi, quienes se habían opuesto a las pretensiones soviéticas.
Higuchi Ryūichi aventura que MacArthur pudo haber recibido presiones del mariscal británico Edmund Ironside, que llegó a ser jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra. En sus años como agregado militar en Polonia, con el cargo general de división, Ironside trató a Higuchi, con quien hizo misiones de observación de ejercicios militares y compartió informes relativos a los soviéticos. Esta amistad habría resultado providencial en la suerte final de su abuelo, estima Higuchi.
Gracias a la colaboración entre Polonia y Japón en el descifrado de códigos, que se inició con ocasión de la llegada de Higuchi a aquel país, la criptología japonesa recibió un fuerte impulso. Y la colaboración bilateral entre servicios de información dio origen a una intensa relación, primero con Sugihara y luego, en los últimos compases de la guerra y ya desde Estocolmo, con el agregado militar y general de división del Ejército de Tierra Onodera Makoto, que fue quien envió a Tokio los informes sobre los pactos secretos de Yalta que acarrearían la declaración de guerra soviética contra Japón. Si pensamos en lo fructífera que resultó toda esta relación, hay que concluir que su iniciador, Higuchi, estaba dotado de un talento innato para estas delicadas labores.
A Higuchi no le ha llegado todavía el reconocimiento que finalmente ha obtenido Sugihara y no es ajeno a ello el hecho de que, mientras que este era diplomático, aquel fuera militar. Sin embargo, hechos como que un foro tan significativo como el Kensei Kinenkan (Museo de la Política Parlamentaria) acogiese el 9 de julio de 2021 un simposio en conmemoración del establecimiento de la Sociedad para el Reconocimiento del Teniente General Higuchi Kiichirō parecen indicar que las cosas están cambiando y que nos dirigimos hacia una revalorización de su figura histórica tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, algo que personalmente, como japonés, considero muy positivo.