Como nació el sionismo político?

Alguna vez, hace poco más de cien años, existió un periodista austriaco; su nombre era Teodoro Herzl, y durante su juventud le había tocado presenciar un hecho que inspiró la misión de su vida.
Se trataba del caso Dreyfus, un Capitán francés que en 1894 fue acusado de traición al estado, por lo que se le condenó cadena perpetua y fue trasladado a una pequeña prisión en una isla desértica conocida como la Isla del Diablo.
Hasta ese punto, el caso parecía no tener nada de especial, pero la sociedad francesa comenzó a atacar al Capitán Dreyfus por su condición de judío, como si esto fuera parte fundamental de su supuesta culpabilidad.
Después de 5 años se comprobó la inocencia del inculpado capitán y éste fue puesto en libertad, pero el antisemitismo de la sociedad francesa ya había quedado en evidencia.

Era inevitable, el odio a los judíos seguía vivo, y se encontraba ahí, dentro de las masas, cobardemente escondido.
Aquel periodista tuvo la capacidad de verlo y cuando lo hizo comenzó su más grande proyecto: un estado propio para los judíos, un lugar en el que su religión no sea motivo de acusaciones falsas ni de constantes prejuicios.
Organizó entonces en 1897 el primer Congreso sionista; entre otras cosas, se diseñó una hermosa bandera, una bandera para el futuro estado que aún no existía, pero que estaba inspirada en el manto de oraciones de la religión judía.
El objetivo era establecer en la histórica y bíblica tierra de Israel un Estado judío, y así como aquél primer pueblo monoteísta gozó de independencia política hace 30 siglos, ahora los judíos volverían a su tierra ancestral bajo el ideal de un sionismo renacido.

«El próximo año en Jerusalén» decían cada año los judíos, y ahora ese deseo milenario se convertía en un proyecto de trabajo genuino, ¿y por qué no? Si los francos habían logrado Francia, si los germanos habían logrado Alemania, si las 13 colonias norteamericanas se habían independizado formando Estados Unidos de Norteamérica, y cada uno de los países de Sudamérica había roto vínculos con sus respectivas potencias colonizadoras en un frenesí de nacionalismos, ¿con qué argumento entonces se le podía negar al sionismo el derecho de un estado propio para el pueblo judío?

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