Sir Joseph Rotblat, científico británico de origen polaco, nació en el seno de una familia judía el 4 de noviembre de 1908 en la ciudad de Varsovia, Polonia.
Vivió una infancia feliz, ilustrada y llena de comodidades hasta que la Primera Guerra Mundial y el auge del antisemitismo arruinaron el negocio familiar. Empobrecido hasta la miseria, se puso a trabajar de electricista y a estudiar ciencias por su cuenta. Aunque su familia quería aprovechar su privilegiado intelecto para convertirle en rabino, su inteligencia le valió una beca para estudiar en el Departamento de Física de la Universidad de Varsovia, donde se graduó y trabajó hasta 1939. Trabajó en el Instituto del Radio en Varsovia, entre otras instituciones científicas y llegó a ser director del Instituto de Física Atómica.
Laboró en los campos de la física nuclear y los rayos X, si bien se destacó por su actividad en contra de las armas nucleares. Fue uno de los organizadores de la conferencia Pugwash, de la que fue secretario general (1957-1973) y, desde 1988 hasta su muerte, presidente. En 1995 recibió el premio Nobel de la Paz, que compartió con la conferencia Pugwash.
Era apenas conocido por el gran público hasta que en 1995 recibió el Premio Nobel de la Paz por su lucha contra el arma nuclear. El ya octogenario científico compartió el premio con la Conferencia de Pugwash de Ciencias y Asuntos Mundiales, el discreto foro de debate que fundó e impulsó desde 1957 a partir del famoso manifiesto antinuclear firmado en 1955 por Albert Einstein apenas dos días antes de su muerte. Entre los firmantes estaban también Bertrand Russell, el propio Rotblat y otros seis científicos y pensadores.
Antes trabajó en Los Álamos en el Proyecto Manhattan, que tenía por objeto conseguir la bomba atómica. Pero abandonó en secreto Los Álamos en 1944, cuando descubrió que el espionaje norteamericano había llegado a la conclusión de que la Alemania de Hitler no estaba en condiciones de fabricar la bomba y el militar que dirigía el Proyecto Manhattan le comentó de manera trivial que el verdadero objetivo de la bomba nuclear no era parar a Hitler, sino establecer el dominio de Estados Unidos sobre la Unión Soviética. Rotblat, que renegaba de la bomba, pero aceptó trabajar en ella para impedir que los nazis conquistaran el mundo; huyó de Los Álamos en secreto, fue acusado entre líneas de ser un espía soviético y no pudo entrar de nuevo en Estados Unidos hasta los años sesenta.
En 1939 se instaló en la Universidad de Liverpool. En Varsovia dejó a su mujer enferma con la intención de que viajara a Inglaterra en cuanto se repusiera, pero Hitler invadió Polonia y la mujer del científico murió en el gueto de la capital polaca.
Sin embargo, años después, el espionaje británico consiguió localizar y enviar al Reino Unido a varios familiares de Rotblat que éste creía muertos, ganándose así para siempre su fidelidad al Reino Unido, donde pasó el resto de su larga vida.
Como ya vimos, 1955 fue un año culminante en su trayectoria. Ese año fue uno de los 11 firmantes del Manifiesto Rusell-Einstein, al que fue el encargado de presentar en una conferencia de prensa.
La bomba nuclear, de cuyas posibilidades destructivas fue consciente cuando trabajaba en el Laboratorio Radiológico de Varsovia, marcó su existencia. “Mi primera reflexión fue tratar de olvidarme de todo eso, como una persona que trata de ignorar los primeros síntomas de una enfermedad mortal. Mi temor era que alguien intentase poner esa idea en práctica”, rememoró en 1985.
Tras colaborar en su fabricación mientras pensó que serviría para derrotar a Hitler, consagró su vida a estudiar los beneficios de la medicina nuclear y combatir la existencia de la bomba. Uno de sus principales instrumentos en esa tarea fue la Conferencia de Pugwash de Ciencias y Asuntos Mundiales, que se reunía en esa remota localidad de Nueva Escocia, Canadá, por exigencia de su patrocinador, Cyrus Eaton nacido en Pugwash.
Era un foro con aspiraciones de equidistancia política que reunía discretamente a científicos de ambos lados de la cortina de hierro para trabajar por la destrucción de los arsenales nucleares. Su perfil era deliberadamente bajo, para mantener abiertos los canales de comunicación entre el Este y el Oeste durante los años de la guerra fría.
El 4 de noviembre 1995 esos desvelos lo hicieron acreedor al Premio Nobel de la Paz, que le fue otorgado cuando tenía ya 86 años. “Mientras existan arsenales de armas nucleares existe la posibilidad de que se usen. Nuestro objetivo es la completa eliminación de estas armas”, explicó tras ser premiado. “Los científicos son responsables del impacto que su trabajo tiene en la sociedad. En nuestros días, la ciencia juega un papel primordial en el mundo y está en condiciones de decidir el destino de la humanidad”, dijo también ese día.
Poco conocido por el público, y lamentablemente tampoco mucho entre sus colegas, hay que destacar el excelente ensayo “De la agresión a la guerra nuclear. Rotblat, Pugwash y la paz”, que le dedicaron sus autores, Jesús Martín Ramírez y Antonio Fernández-Rañada; publicado en castellano.
Joseph Rotblat falleció en Londres el 31 de agosto de 2005.