Por Yehuda Krell
El próximo miércoles 19 de enero se cumplirán 70 años de la ejecución pública en Irak de Yosef (Avras) Batzri y de Shalom Salah acusados de espionaje en favor de Israel y de haber realizado ataques terroristas en Bagdad.
En Irak se hallaba una de las comunidades judías más significativas del mundo árabe con una trayectoria más que milenaria. Con el surgimiento del Estado de Israel, Irak aprobó una ley, en marzo de 1950, que permitía a los judíos a emigrar a Israel durante un año a condición de renunciar a su nacionalidad iraquí. El objetivo era, aparentemente, librarse de los judíos sionistas, los más problemáticos, y retener a una minoría judía acomodada y rica que desempeñaba un papel importante en la economía iraquí.
Con la nueva ley, Israel montó una operación denominada Ezra y Nejemia que tenía como objetivo sacar a los judíos iraquíes y llevarlos a Israel por la grave inestablilidad política que se había creado en la comunidad judía. Entre abril de 1950 y junio de 1951 se sucedieron cinco ataques terroristas en Bagdad contra objetivos judíos.
De los cinco atentados, el ataque más conocido y trascendente fue el lanzamiento de una granada de mano en el patio de la sinagoga Masuda Shem-Tov, el 14 de enero de 1951, que provocó la muerte de cuatro personas, incluído un niño de 10 años y decenas de heridos, ocho de ellos de gravedad. La explosión impactó en los fieles que se encontraban rezando y en muchos otros que se hallaban en el patio de la sinagoga a la espera de ser traslados al aeropuerto para tomar un avión y volar a Israel.
Eran días difíciles en Israel, el joven estado realizaba un enorme esfuerzo económico y logístico en traer y absorber a enormes contingentes de inmigrantes judíos que venían tanto del mundo europeo, castigado por la Shoá, como del mundo árabe cuyas comunidades judías sufrían de la reacción violenta de sus gobiernos por el establecimiento del estado judío.
Puntualmente en Irak, la desesperación por salir era enorme, muchas familias hebreas vendieron sus casas, renunciaron a su ciudadanía iraquí para poder emigrar, y tenían que esperar su turno en tomar un avión para volar a Israel, una espera que muchas veces se demoraba en demasía. Se criticaba al gobierno israelí de dar preferencia a la aliá ashkenazí en desmedro de la árabe sefardí.
Ante los ataques terroristas, las autoridades iraquíes acusaron a los agentes del Mossad de ser los autores de los atentados cuyo objetivo era alentar a los judíos a emigrar a Israel. A partir de mediados de 1951, la policía iraquí inició una ola de arrestos contra lo que llamaban una operación clandestina sionista en el país. El 5 de junio de 1951, Yosef (Avras) Batzri fue arrestado con Shalom Salah, junto a un total de 21 personas que detenidas por la policía iraquí se los acusó de estar involucrados en actividades terroristas contra los judíos en Bagdad.
Yosef Batzri era un abogado israelí, había nacido en Bagdad, y siendo joven se unió al movimiento Hejalutz y la Haganá. En diciembre de 1949, logró emigrar a Israel cruzando de contrabando a través de la frontera con Irán. En Israel, fue reclutado para realizar actividades de inteligencia y enviado a Irak. Shalom Salah creció en Bagdad, en el hogar de una familia judía humilde, era zapatero de profesión, en su juventud se unió al movimiento Hejalutz y planeaba emigrar a Israel. Salah, al ser arrestado, fue severamente torturado y obligado a firmar una confesión falsa. Batzri y Saleh fueron condenados a muerte ante un tribunal especial, acusados de colocar bombas en la entrada de dos edificios públicos judíos, y por ser miembro de una red de espionaje sionista.
Organizaciones judías de todo el mundo apelaron a diversas instituciones internacionales, y el embajador israelí en la ONU apeló al presidente de la asamblea para que interviniera, pero los esfuerzos no dieron ningún resultado positivo. La Corte Suprema de Apelaciones de Irak rechazó las solicitudes y el 27 de diciembre de 1951 confirmó la sentencia de morir en la horca.
Cuentan que un rabino de la comunidad, Georgi Mualem, estuvo con ellos durante los últimos 30 minutos de sus vidas y relató esos dramáticos momentos. Contó que ambos compañeros tomados de sus manos leyeron el ‘Shema Israel’, luego los condujeron a una plaza donde los colgaron con un saco negro que les cubría la cara, y sus últimas palabras fueron ‘Larga vida al Estado de Israel’
Es importante puntualizar también, que en las años posteriores trágicos sucesos, se desarrolló en Israel un acalorado debate sobre la autoría de los atentados en Irak: si los atacantes fueron judíos enviados por el Mossad para sembrar la ansiedad con el fin de alentar una nueva aliá al Estado de Israel, o fue un grupo de activistas sionistas que actuó por sus propios motivos para presionar a las autoridades israelíes en no relegar la aliá judeo árabe en el orden de prioridades, o que el atentado se debió a las acciones de los musulmanes extremistas antijudíos en Irak.
Por más de tres décadas se desarrolló un ápero debate sobre el tema. Finalmente, la controversia se aclaró cuando testigos de los hechos recibieron la autorización oficial para revelar lo sucedido después del olbligado silencio que se debe seguir por las normas del secreto de información. Los datos revelados confirmaron que los atentados fueron organizados y ejecutados por la hermandad musulmana iraquí, adosando las purebas correspondientes.
El martirio de Batzri y Salah no fue en vano, la operación Ezra y Nejemia rememoró con éxito el primer histórico retorno de los judíos de Babel a Sion luego de la destrucción del Primer Templo, pero esta vez con una importante salvedad: en tan solo un año, 124.000 judíos iraquíes fueron los que abandonaron su país de origen y emigraron al Estado de Israel. Este inusual y extraordinario éxodo forma parte de los 850.000 judeo árabes que se vieron obligados abandonar sus países de origen con la creación del Estado de Israel.