Deborah Lipstadt merece respeto

Por Eduardo Kohn

Deborah Lipstadt es una historiadora estadounidense. Profesora de Judaísmo Moderno y de Estudios del Holocausto en la Universidad de Emory, es autora, entre otros, del libro La negación del Holocausto. Recibió su BA del City College de Nueva York, y su MA y Doctorado por la Universidad Brandeis. Fue consultora para el Museo y Memorial de Holocausto de los Estados Unidos. Es justo con los hechos reconocerle a Lipstadt la generalización del término “negación del Holocausto”. Su trabajo al respecto atacó en forma particular a David Irving, uno de los tantos patanes con pátina de historiadores que pulularon en la década del 90 (Robert Faurisson, Ernest Zundel serían otros ejemplos) hasta que después tomó la posta Irán y su fiebre antisemita que incluye hasta hoy la negación de la Shoá.

En su libro sobre la negación del Holocausto, Lipstadt argumenta que es precisamente la reputación alcanzada por Irving lo que hacía en ese momento que fuera uno de los más peligrosos portavoces de la negación del genocidio de los judíos. Lipstadt acusaba a Irving de racista y de estar dedicado a rodear a los neonazis de un halo de respetabilidad. Tras conocer las acusaciones contenidas en la edición estadounidense del texto escrito por Lipstadt, Irving esperó a la edición del libro “Negación del Holocausto: El creciente asalto a la verdad y la memoria” en Gran Bretaña para presentar una demanda contra la autora y también contra la editorial que había publicado el libro (Penguin) en un intento por recuperar la reputación que años atrás se había labrado como investigador en su país. La legislación anti libelo británica obliga al demandado a probar la verdad de lo que sostiene. El juicio tuvo lugar en el Tribunal Superior de Londres durante los primeros meses de 2000. En abril el tribunal determinó que Irving había tergiversado deliberadamente y manipulado hechos históricos bien documentados cuando escribió que Hitler desconocía el genocidio de los judíos. A partir de esta consideración, y después de escuchar el testimonio de varios prestigiosos historiadores, el juez Charles Gray dijo que quedaban justificadas las afirmaciones de la profesora Lipstadt. En palabras del juez Gray se debe reconocer el conocimiento de Irving respecto a la Segunda Guerra Mundial pero el tratamiento que hace de la figura de Hitler y de su papel en el exterminio de los judíos no puede ser llamado historia, sino catalogado como falsificación deliberada y motivada por el deseo de presentar los acontecimientos en concordancia con la ideología del autor.

En agosto del año pasado, la Administración de gobierno de Estados Unidos nombró a Deborah Lipstadt como Enviada especial para monitorear y combatir el antisemitismo, una tarea que debe ser desempeñada desde el Departamento de Estado. Este tipo de nombramientos, así como otros, deben tener ratificación del Senado. Y allí se detuvo hasta hoy el proceso. Recién este martes hubo audiencia en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EEUU después de 6 meses de la designación. E inevitablemente pasarán algunos días más para que se pueda concretar. La demora se debió porque había molestia en cierto sector Republicano por opiniones de la historiadora.

En marzo de 2021, Lipstadt criticó en un tweet al Senador Ron Johnson (republicano por Wisconsin). Johnson había declarado que estaría más preocupado si los que asaltaron el Capitolio en enero (2021) hubiesen pertenecido al movimiento “Las vidas de los negros importan” en lugar de partidarios de Donald Trump. Ante esas declaraciones, Lipstadt entonces tuiteó “Esto es cuestión de supremacistas blancos y nacionalismo. Así de simple y así de sencillo”. En la audiencia de este martes el Senador Johnson acusó a Lipstadt de actuar “venenosamente y con malicia” al referirse a sus declaraciones. Lipstadt contestó que su tweet no tenía matices y que ella no hace diplomacia cuando da esas opiniones. Señaló que estuvo en desacuerdo con lo expresado por el Senador Johnson y que no hizo ningún ataque personal. Lipstadt fue bien clara en que ha criticado a Republicanos y Demócratas, y en este partido a la Congresista Ilhan Omar.

Lipstadt dijo a los Senadores que el incremento de antisemitismo y violencia antisemita en EEUU es preocupante y que lo que hay que mirar y poner foco ya, es a la continuidad de ataques contra los judíos. En su último libro “Antisemitismo, aquí y ahora”, la académica definió cómo cree que debe calificarse lo antisemita: “Antisemitismo no es odiar a quienes son judíos, sino odiarlos porque son judíos”.

La demora en llevar a cabo esta audiencia para que se confirme el nombramiento de Lipstadt ha molestado profundamente a las organizaciones de la comunidad judía norteamericana. La politización de algunos tweets o alguna opinión han sido vistos como una actitud agresiva del sector más conservador que ha demorado el proceso. Las protestas de las instituciones aumentaron más aún después del reciente ataque contra una sinagoga en Texas que pudo haber sido una enorme tragedia.

El Rabino que con enorme coraje salvó a los asistentes ha dicho que actos de tamaña violencia y odio dejan secuelas y aunque todos quieren seguir con sus vidas como antes, es inevitable que cada vez que va a la sinagoga siente que puede ser atacado por un terrorista. En este contexto se ha considerado muy inoportuno y ofensivo que no se diera por hecho el nombramiento de Lipstadt en un cargo que existe desde 2004, que ahora pasa a tener rango de Embajador, y que le da la tarea de monitorear el antisemitismo dentro y fuera de EE. UU. y obviamente coordinar acciones y abordajes sobre el tema con colegas de América Latina y Europa que ocupan un cargo similar.

Contestando una pregunta del Senador Marco Rubio, Lipstadt dijo este martes que el libelo de Amnesty acusando a Israel de practicar apartheid es antihistórico. Una buena definición que debería hacer reflexionar a quienes no han respetado la trayectoria académica de Lipstadt y su idoneidad para el cargo para el que la nombró el Presidente Biden, ya que además de dejar innecesariamente un trabajo trascendente detenido, lo han hecho en un tiempo en el cual no sólo sucedió el ataque a la sinagoga de Texas, sino en días y semanas donde Nueva York y otras ciudades  tuvieron un récord histórico de agresiones contra judíos en las calles; y donde el vandalismo contra cementerios y edificios judíos han reiterado la pintada de graffitis antisemitas como nunca antes.

No está en cuestionamiento la libertad para desarrollar la vida judía a pleno en EE. UU., ni el apoyo político de EE. UU. a Israel. Lejos de eso. Pero cuando hay Congresistas que incitan al odio desde sus redes sociales tomando de rehén lo que supuestamente sucede en Medio Oriente como pasa con Rashida Tlaib o Ilhan Omar, cuando hay campus universitarios donde los jóvenes judíos sufren agresiones y suman temores; cuando hay medios de difusión que titulan como si se editaran en Gaza; cuando las agresiones físicas contra judíos no son excepciones sino hechos de peligrosa frecuencia, Lipstadt debería haber recibido más respeto y más celeridad en su designación para que se pudiesen proponer en tiempo y forma y sin dilaciones inaceptables, más acciones ejecutivas que combatan y enfrenten la ola antisemita con todo el peso de las leyes y sin discusiones banales que a la larga terminaron abriendo interrogantes que no deberían existir. Pero que existen.

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