Albert Sabin

El descubrimiento de la vacuna oral para combatir la polio, que comenzó a ser impartida a los niños diluida en un terrón de azúcar, ha permitido, prácticamente, erradicar del planeta ese mal, considerado desde la antigüedad como una lacra de la humanidad. Desde el descubrimiento, su incidencia en el mundo se ha reducido en más del 99 por ciento y ha sido erradicado de occidente.

El personaje no fue un defensor de los de los derechos humanos en el sentido estricto del término. No pronunció grandes discursos ni impulsó grandes campañas. Sin embargo, sus descubrimientos contribuyeron a salvar decenas de miles de vidas. Sobre todo, con el principal de ellos: la vacuna oral contra la poliomielitis.

En un gesto que contrasta con la actitud de las grandes farmacéuticas acerca de las vacunas contra la COVID-19, renunció a los beneficios económicos que la vacuna pudiera proporcionarle.

Albert Sabin nació en 1906, en Białystok, ciudad entonces parte del Imperio Ruso que, tras el fin de la Primera Guerra Mundial, se incorporó al territorio de Polonia. En 1921, sus padres (los judíos polacos Jacob Saperstejn y Tillie Krugman) decidieron emigrar a los Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades y para librarse de los recurrentes brotes de antisemitismo –incluso antes del ascenso del nazismo– en Europa del este.

La familia se instaló en Nueva Jersey, donde el entonces Abram Saperstejn cursó la educación secundaria. En la Universidad de Nueva York estudió medicina, con la idea original de convertirse en dentista, pero acabó especializándose en virología. En 1931 obtuvo su título y se nacionalizó estadounidense, adoptando el nombre de Albert Bruce Sabin. A principios y mediados del siglo XX, pocas enfermedades daban más miedo a los padres de familia que la poliomielitis, una enfermedad altamente infecciosa que se contagia a través de las secreciones nasales y orales y por contacto con heces contaminadas.

Las epidemias eran frecuentes y, aunque la mayoría de las personas se recuperaba rápidamente tras unos días de síntomas de tipo viral (fiebre, fatiga, dolor de cabeza y garganta, náusea y diarrea), si la polio llegaba a afectar al sistema nervioso, causaba parálisis temporal o permanente.

Esto afectaba especialmente a los niños (durante mucho tiempo, la enfermedad fue conocida como parálisis infantil) y a sus extremidades inferiores. En los casos más agudos, la polio paralizaba los músculos del sistema respiratorio y la persona moría. En 1931, en EE. UU., obtuvo el grado de médico por la New York University y luego, llegó al Hospital Infantil de Cincinnati. Allí vio los terribles casos de niños atacados por la poliomielitis, la estudió; y descubrió que se transmitía por vía oral. Jonas Edward Salk había encontrado una vacuna contra los tres tipos de virus de la poliomielitis, pero tenía el inconveniente de que era intramuscular. Sabin desarrolló una vacuna vía oral que se suministraba a los niños en un terrón de azúcar. Comenzó a utilizarse en 1957.

El virus se transmite por vía fecal-oral de persona a persona, motivo por el cual en zonas de bajos recursos y malas condiciones higiénicas se propaga espontáneamente.

La enfermedad no tenía –ni tiene– cura, así que el único medio para combatirla es su prevención mediante una vacuna. Este es el desafío que asumieron Sabin y otros investigadores a comienzos de los años cincuenta.

El primer logro importante llegó en 1955, con la aprobación de la vacuna desarrollada por Jonas Salk. Era un logro parcial, pues se trataba de una vacuna inyectada y eficaz para prevenir la mayoría de las complicaciones causadas por la polio, pero no la infección inicial.

Tras realizar multitud de autopsias de víctimas de polio, Sabin pudo demostrar que el virus atacaba los intestinos antes de pasar al sistema nervioso central. A partir de este descubrimiento, desarrolló una vacuna oral basada en cepas modificadas del virus que estimulaba la producción de anticuerpos sin causar parálisis.

Los primeros en probar su descubrimiento fueron él mismo, su familia y sus colegas más cercanos. Tras los primeros ensayos, y saltándose las barreras de la Guerra Fría, Sabin trabajó con colegas rusos para perfeccionar la vacuna oral y demostrar su eficacia.

La primera vacuna oral contra la polio de Sabin fue aprobada, por las autoridades sanitarias estadounidenses, en 1961, pero solo servía contra una de las tres variantes del virus. Versiones mejoradas fueron aprobadas en 1962 y, finalmente, en 1964 se aprobó una vacuna que actuaba contra las tres cepas.

“Sabin renunció a todo beneficio económico con el objetivo de que el proceso de producción y distribución de la vacuna contra la polio fuese lo más barato posible y alcanzase al mayor número de personas.”

Es interesante señalar que su colega Jonas Salk hizo lo mismo. Cuando le preguntaron por la patente de su vacuna, precursora de la de Sabin, dijo: “No hay patente. ¿Acaso se puede patentar el sol?”.

Sabin echó abajo la teoría que sostenía que el virus infecta el cuerpo humano por medio de las fosas nasales al demostrar que éste lo hace a través del sistema gastrointestinal para después extenderse por la sangre. Por este motivo desarrolló una vacuna oral con virus vivos debilitados que resultó ser más eficaz que la vacuna inyectable de virus muertos de Salk, pues permitía la inmunidad durante un período de tiempo más largo. El científico, nombrado profesor emérito de la Universidad de Cincinnati en 1971, renunció a sus derechos de patente con el fin de facilitar la difusión mundial de su descubrimiento lo antes posible. Fallecido en 1993, nunca recibió el Premio Nobel de Medicina, que en 1954 fue otorgado por estudios vinculados a la poliomelitis a John Enders, Thomas Weller y Frederick Robbins.

Albert Sabin falleció en Washington D. C., 3 de marzo de 1993

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